Hablemos de humor negro. Los Monty Python perdieron un miembro en 1989 después de que Graham Chapman muriera de cáncer a los 48 años. No fue la suya una vida ordenada, como se deduce al observar la lista de quienes fueron sus amigos. Ringo Starr -alcohólico-, Keith Moon -fallecido por sobredosis de las pastillas con las que se trataba el alcoholismo- o Harry Nilsson. Este último, compañero de correrías de John Lennon tras su ruptura temporal con Yoko Ono, en lo que los medios denominaron como The Lost Weekend. Digamos que ni el uno ni el otro ahorraron en drogas en ese tiempo.
Nilsson murió de un infarto cinco años después que Graham Chapman, así que pudo ver su funeral, que protagonizaron dos de sus compañeros en los Monty Python: John Cleese y Eric Idle. El primero pronunció un breve discurso en el que puso en valor a su compañero: “El coautor del sketch El loro muerto, ya no existe. Ha desaparecido (…). Espero que esté en el 'Más Allá' junto a 'el gran jefe del humor ligero'”. Y remató: “Anoche imaginé lo que me dirías si supieras que iba a leer tu elogio fúnebre. Seguramente quisieras que fuera la primera persona en pronunciar la palabra 'fuck' en un funeral británico”. Y no hizo falta más.
Se ha abierto estos días un debate sobre el humor negro tras la enésima manipulación realizada en las redes sociales; en este caso, sobre un vídeo del programa de David Broncano, en Movistar Plus.La única tribuna fundamentada que he leído al respecto ha sido la del gran Miquel Giménez. El resto, como siempre, han sido opiniones hiperbólicas de los tuiteros-articulistas (cuántos monstruitos ha generado esta 'sinergia') que más fácilmente se alteran. Giménez opina que los chistes deben evitar tratar cuatro temas: el Holocausto, el terrorismo, la enfermedad o la vida privada.
A mi juicio, el humorista sólo debe cumplir tres principios: gracia, elegancia y consecuencia. John Cleese logró que la familia de Chapman se carcajease con chistes cargados de negritud, pero también de ternura. Es lo que tienen los genios: que saben extraer brillo incluso de las tragedias.
Ocurre que paladines del humor patrio, como Andreu Buenafuente, no han sido siempre consecuentes. Uno es en la vida pública aquello por lo que saltó a la fama y el fundador de El Terrat (Mediapro) lo hizo por cómico. Fue uno de los autores intelectuales de la actuación en Eurovisión de Rodolfo Chukilicuatre, que tuvo gracia, pero que dejó a España en ridículo en un concurso internacional.
Es curioso porque con algún episodio del proceso independentista cambió de registro. Entonces, se puso serio y adoptó un discurso con carga política y moral en episodios como el relacionado con el referéndum del 1 de octubre. ¿Somos humoristas sólo a tiempo parcial?
Buenafuente, Dani Mateo y Wyoming
Lo mismo ocurrió con Dani Mateo, que es otro de esos humoristas ' a media jornada' que reclama respeto a la sátira tras sonarse los mocos con una bandera de España, pero, a la vez, ejerce de activista político en sus redes sociales. Tras la actuación policial en Cataluña del 1-O, afirmó: “Yo querría haber visto a la policía entrando con esta contundencia en Génova para llevarse los papeles y discos duros que se destruyeron con total impunidad”.
Sobre su jefe en El Intermedio sobra hacer muchos comentarios, pues ni tiene gracia, ni elegancia, ni es consecuente. Hace no mucho la emprendía contra los evasores fiscales de los 'Papeles de pandora'. Todo el mundo sabe que El Gran Wyoming nunca ha tenido problemas con Hacienda. Todo son mentiras. A este periódico le acusó de difundir un bulo tras relatar su último proceso judicial relacionado con sus problemas con el fisco. Lo hizo pese a que la sentencia estaba publicada en la web del Consejo General del Poder Judicial.
Todos estos humoristas orbitan alrededor de Jaume Roures y son habituales en la utilización del humor para hacer política. Cosa que no está mal, por cierto, pero que chirría cuando rezuma sectarismo. El mismo que el de su productor.
La comedia es una de las mejores armas para señalar la sinrazón de las ideologías o de las costumbres más lamentables, pero se convierte en una bomba inflamable cuando se emplea, por sistema, para ridiculizar a quienes no piensan de la misma forma que el humorista o que su patrón. Es una actitud cobarde, además. Recuerdo que Prisa despidió a Juan Soto Ivars cuando se burló de la hipocresía de Juan Luis Cebrián en un artículo. Fue memorable. Olé por él. Quizás quienes señalan las malas prácticas de otros empresarios, pero omiten cualquier referencia a su productor son eso: miedosos.
Escasa audiencia de Buenafuente y Broncano
El caso es que tras la enorme publicidad que reciben estos programas se encuentran unos resultados pésimos. Según datos proporcionados por la empresa Barlovento Comunicación, el programa de Buenafuente ha registrado una cuota de pantalla en las televisiones privadas de 4,3 puntos desde el inicio de la temporada. La audiencia media de sus 35 capítulos ha sido de 51.000 espectadores.
Algo similar ocurre con La Resistencia, de David Broncano, con un share de 4,7 puntos y una media de 27.000 seguidores. En estas condiciones, no es de extrañar que los responsables de Movistar Plus quieran prescindir del programa del fundador de El Terrat. Eso sí, apuesten: ¿Cuál será la próxima televisión pública que contrate sus servicios pese a su errática trayectoria?
Basta buscar su último vídeo en YouTube para percatarse de su falta de frescura. Ahí aparece una intervención en francés de Pedro Sánchez y, posteriormente, Buenafuente, juntando los labios mientras suena la canción Je T'Aime. Calculemos: ¿en qué año dejaron de tener gracia los chistes sobre la capacidad de hablar idiomas de los demás? ¿Fue antes o después de Cristo?
Quizás sea cierto que para ser un buen creador hay que observar con pánico los extractos bancarios. Quizás por eso hay quien ha perdido la frescura y la gracia; o quizás por eso ha decidido practicar un humor de ideología sesgada. Hay múltiples ejemplos. No creo que sea una cuestión de tipo de humor, sino de la capacidad de hacer reír. Y las bromas de Buenafuente o Wyoming suenan tan manidas que... Eso, 51.000 espectadores el primero.
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