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Carles Feixa, experto en bandas latinas: "La mano dura no elimina el problema"

Entrevista al catedrático de la Pompeu Fabra. "Los mensajes que se lanzan, de que la solución es policía y cárcel, no están bien concebidos

Son varios los episodios delictivos y sangrientos que han protagonizado los miembros de las bandas latinas durante los últimos meses en España. En estas condiciones, es habitual que surja cierta alarma social y que los ciudadanos se pregunten acerca de cuáles son los motivos del incremento de la violencia que relatan los medios de comunicación.

Carles Feixa es catedrático de Antropología Social en la Universidad Pompeu Fabra y, además, experto en estos grupos. Algunas de sus opiniones son polémicas, dado que desconfía del éxito a medio y largo plazo de la estrategia que mantienen las Administraciones con estas bandas. En esta entrevista, traza un perfil sobre sus componentes y ofrece su punto de vista sobre la forma en la que este problema podría menguar.

Pregunta: ¿Son las bandas un problema? ¿Podrían poner en jaque la seguridad en España?

Respuesta: Aquí no se va a llegar a extremos como los de Centroamérica porque el contexto social y político es muy distinto. Obviamente, hay que estar alerta en la prevención y el abordaje de estos grupos juveniles, pero ojo, con una buena estrategia. En El Salvador han aplicado mano dura, pero eso no ha servido para mitigar el problema. Todo lo contrario. Las políticas represivas que se aplican de forma indiscriminada a las personas por sus características físicas o su edad no solucionan el problema. Envían a muchos jóvenes a la cárcel y ahí se forman en la mejor universidad para delincuentes. Algo similar ha sucedido en Estados Unidos, quizás de forma menos explícita. Pero esa doctrina de la doble imputación –por el delito y por pertenencia a la banda- lo que consigue es hacer clandestino el problema, pero no eliminarlo. Allí llevan más de un siglo persiguiendo a las bandas y con ese modus operandi las han llegado a convertir en algo endémico, incluso en un gran negocio.

P: La política de ‘tolerancia cero’ de Rudolph Giuliani, se vendió como un éxito…

R: Mira, hay un estudio muy interesante que comparó las políticas que se habían desarrollado en Nueva York y en Chicago con respecto a los grupos juveniles. En esta última ciudad se comprobó que las pandillas eran más violentas y la policía más corrupta y expeditiva, mientras que en Nueva York esta delincuencia era menos generalizada. Entre otras cosas, porque, salvo en el período de Giuliani, las administraciones demócratas optaron por políticas más preventivas e inclusivas. No hubo una “mano dura” y en los años 70 se apostó, por ejemplo, por reconducir a muchos jóvenes hacia la cultura del hip hop y pacifista. En Chicago, en esos años, se perseguía a los Black Panther: su lider, Fred Hampton, intentó unir a todas las bandas politizándolas, y acabo asesinado por el FBI, como muestra la película Judas y el mesías negro. En Nueva York, la Operación Corona contra los Latin Kings en los años 90, impulsada por Giuliani, lo único que consiguió fue dinamitar el movimiento reformista de ese grupo, llevar a muchos pandilleros a la cárcel y presentar la carrera criminal como la única alternativa.

P: Giuliani…

R: Es que esas políticas de mano dura se exportaron además. De hecho, después de ser alcalde de Nueva York montó una empresa de asesoría y las trasladó a El Salvador, entre otros, privatizando la seguridad pública.

P: Pero quisiera que pensáramos en el ciudadano medio. Es decir, en el que se levanta un domingo por la mañana y encuentra una información sobre un asesinato de una cuchillada en la calle de Atocha madrileña. O de un tiroteo después de un concierto, en Fuenlabrada. Su percepción puede ser la de que estas bandas generan inseguridad. ¿Se magnifican los casos?

R: No, los casos existen y no se pueden negar. A lo que nos enfrentamos ahora es a un conflicto larvado entre Dominican Don’t Play y los Trinitarios, que sólo se ha abordado desde un punto de vista policial. El error siempre es considerar la parte por el todo: no todas las bandas actúan igual. En este caso, hay dos facciones de dos grupos concretos que están enfrentadas.

P: ¿Pero en qué contexto se crean estas pandillas?

R: ¿El contexto social de éstas, en concreto? Surgen en Estados Unidos entre los jóvenes migrantes dominicanos de la primera y segunda generación, y a partir del 2000 se implantan en España. En este caso, responden al perfil de jóvenes, sobre todo, dominicanos que llegaron por reagrupación familiar en la infancia o primera adolescencia, sufrieron el fracaso escolar. Muchas veces, hay a jóvenes a los que se les expulsaba de forma constante de la secundaria, hasta dejarlos en la calle. Después de la crisis de 2008, muchos perdieron los papeles y en algunos casos incluso quedaron en situación irregular. A veces, accedieron a la economía sumergida y eso les sumergió en la calle. Por otra parte, los programas sociales de la Comunidad de Madrid están privatizados, lo que provocó que algunos desaparecieran por falta de presupuesto o de voluntad de mantenerlos y estos chicos se quedaran sin educadores.

P: Ante la soledad, el grupo…

R: Es que además estos chicos son de familias que a veces se han reconstituido en España, o en las que sus padres y sobre todo madres trabajan todo el día (a menudo cuidando a nuestros ancianos). La pandilla se convierte en el centro de su vida, en el clavo ardiendo. Pero es que además aquí se suma que hay un enfrentamiento larvado que se inició a mitad de la primera década del 2000, tras un asesinato, y que de vez en cuando ha provocado algún conato o, en el último año, varias situaciones violentas.

P: Decía que contra la violencia se ha aplicado una política completamente policial…

R: Y eso ha provocado algunas actuaciones cuestionables. Hubo un fin de semana en el que se puso en la calle un dispositivo de 300 policías y se realizaron 200 detenciones. Parece evidente que no hay 200 culpables. A los inocentes a los que les llevan al calabozo les generan una sensación de odio que tampoco ayuda.

P: ¿Qué ocurre con estos detenidos?

R: Pues que en la mayoría de los casos salen libres por falta de pruebas. Pero es que en otros casos, con abogados de oficio, se les condena y, cuando salen de la cárcel, lo hacen asumiendo ese estigma de “chicos malos” que no ayuda a solucionar el problema.

P: Los detenidos son, por lo general, jóvenes…

R: El hecho de que sean menores puede verse como un problema, pero también como una oportunidad: es que es ahí cuando se puede corregir el problema. De veras que es posible. Por eso, hay que invertir en programas sociales, bien dotados y duraderos, para los barrios donde se forman estas pandillas. Esto es muy importante. La mera acción policial ni mucho menos corrige este problema.

P: Le escucho y todo me recuerda a lo que contaban aquellas películas del cine kinki. En este caso, era con los jóvenes del éxodo rural. Aquí, con los de la inmigración latina…

R: ¿Has leído los periódicos de los 70 y 80? El tratamiento era muy parecido al de ahora. También subyacía cierto racismo. Entonces, contra los gitanos o con los emigrantes en las periferias urbanas; ahora, contra la inmigración. Además, se les ha solido comparar con las verdaderas bandas, las mafias… Aquí se les ha encontrado a veces una cantidad de drogas vinculada al consumo o al menudeo, pero no hay comparación con los grandes narcotraficantes, que son adultos. Son mensajes maleados.

P: Pero la delincuencia se muestra en los medios, con casos concretos… y con víctimas…

R: Claro, cualquier víctima es lamentable, y en realidad las primeras víctimas son los mismos pandilleros. Pero las magnitudes son inferiores a los países de nuestro entorno, e infinitamente más reducidas que las que se dan en ciudades americanas donde se aplica la mano dura. Mira, los mensajes que se lanzan, de que la solución es policía y cárcel, no están bien concebidos. Además de que ese método es carísimo, es muy inefectivo.

P: ¿Existe una sensación de ‘seguridad subjetiva’ grande actualmente?

R: Reitero: los casos existen, pero la prensa y los mensajes que se lanzan desde la política y desde algunos cuerpos policiales contribuye a aumentar esa sensación de ‘seguridad subjetiva’. Pero reitero, no es mi intención desmentir la violencia. Estas situaciones existen y tienen importancia. Lo que critico es el abordaje meramente policial y judicial. Debe haber siempre un trabajo profesional interdisciplinario. Programas sociales que han funcionado en ciudades que tienen mucha más experiencia con generaciones de inmigrantes, como es el caso de Nueva York. Reitero: esto no es un problema policial, sino social.

P: Se atisba una crisis, con un 2023 de recesión y un horizonte nublado. Escucho sus palabras y deduzco que hemos perdido el tiempo, aunque todavía quede margen. Pero las crisis no son los mejores momentos para potenciar los programas sociales. Le pongo como ejemplo lo que ocurrió en el Cono Sur en su día, cuando la generación perdida se enganchó a la pasta base. ¿Qué cree que ocurrirá aquí?

R: Pues mira, deberíamos aprender de lo que ha ocurrido en países de nuestro entorno, como Gran Bretaña o Francia. ¿Qué fue, en concreto? Que las primeras generaciones de extranjeros llegaron con crecimiento económico y se insertaron laboralmente, pero las segundas se pueden enfrentar a contextos más complejos. Cuando los hijos de los inmigrantes no encuentran vías de desarrollo profesional y personal, cuando se les aísla en guetos residenciales o escolares, y cuando en los centros escolares no saben abordar esta circunstancia, se producen problemas. Aquí tenemos una ventaja, y es que esta nueva crisis que va a venir, sea estructural o coyuntural, va a estar acompañada de fondos europeos Next Gen. Es decir, va a existir una herramienta que se puede utilizar para fomentar que estos jóvenes de barrios complejos puedan emprender un desarrollo académico y profesional. Por la estructura demográfica de nuestro país, cada vez más envejecido, los necesitamos.

P: Estas bandas latinas… ¿están constituidas por personas de este origen exclusivamente? ¿O también hay personas de otras nacionalidades?

R: Desde 2005, hemos percibido que estos grupos se nutren de la diversidad propia de cada barrio, aunque es verdad que, en el caso de los dos grupos dominicanos que he comentado, aunque hay una diversidad de miembros, los que llevan la voz cantante son los dominicanos. Aquí hay que hacer una reflexión sobre el racismo que se muestra en algunos centros educativos (pues además de latinos muchos son afrodescendientes), por las redadas indiscriminadas y, por qué no decirlo, por casos de abuso policial y maltrato que hemos detectado. Mira, hace unos días escuché al ministro Grande-Marlaska, quien dijo que el Gobierno se plantea incorporar estos conflictos a los delitos de odio. Quiero recordar que estos delitos se crearon para tratar de paliar las situaciones de violencia entre desiguales. En este caso, esto es violencia entre iguales. No tiene sentido realizar esa modificación.

P: Hace usted de abogado del diablo en alguna de sus respuestas…

R: Soy consciente, pero es que, reitero, creo que la acción policial y judicial no es efectiva si no está acompañada de fuertes y duraderos programas sociales. Y me consta que muchos policías, con los que colaboramos desde hace tiempo, piensan lo mismo.

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