Reconozco que me encantaba un programa que se llamaba El jefe infiltrado. Era, en esencia, un publirreportaje camuflado en el que un empresario se disfrazaba, se mezclaba con sus empleados y observaba su falta de profesionalidad con una mezcla de decepción y cabreo. Al final, los citaba en una oficina y, cuando pintaba que les iba a entregar el finiquito, comenzaba a repartir viajes a Punta Cana para que los espectadores apreciáramos su magnanimidad con los incompetentes. Pero el guion era siempre el mismo, lo que provocaba la sensación de observar una y otra vez el mismo episodio.
Con el programa de Jesús Cintora ocurre igual: a cualquiera pudo sorprenderle el día de su estreno la conexión en directo con Ernesto Ekaizer en el hospital, pero, con el paso de los días, la fórmula parece forzada. Lo mismo que escuchar despotricar a Antón Losada o los comentarios, con puntillita, del presentador hacia el rey emérito. Es siempre lo mismo...pero es que todo es igual a lo que Cintora hacía en 2014 en Cuatro.
La fórmula de los debates cada vez es más insoportable. Las cadenas los programan a sabiendas de que es un formato relativamente barato y que permite tener a los periódicos en papel y digitales bajo control, dado que quien consigue silla en la mesa de tertulia, rara vez critica en sus páginas al grupo televisivo que la programa. Es un sistema con un componente siniestro que vuelve a dejar claro que el 'cuarto poder' ha dejado de ejercer la función que le corresponde, pues funciona bajo una clara premisa: si tú me das, yo me hago el tonto.
El programa de Cintora se dedica a analizar las exclusivas de los demás medios de comunicación -en RTVE las primicias son un material escasísimo-, a conectar en directo con algunos puntos calientes de España y a fomentar ese periodismo tan ramplón -y común- que consiste en confrontar las declaraciones de diferentes representantes políticos. Mientras tanto, se lanzan a la mesa de debate preguntas para que los contertulios respondan tal y como se espera.
La fórmula de los debates cada vez es más insoportable. Las cadenas los programan a sabiendas de que es un formato relativamente barato y que permite tener a los periódicos en papel y digitales bajo control, dado que quien consigue silla en la mesa de tertulia, rara vez critica en sus páginas al grupo televisivo que la programa.
El formato está tan quemado que es difícil venderlo como alternativa a los que programan Telecinco y La Sexta a la misma hora. Pero es que además Cintora no se corta a la hora de lanzar perlas ideológicas al público, lo que espanta a una buena parte de la audiencia. Sus resultados son mejores de los que lograban los programas precedentes, pero, aun así, son malos. Inferiores a la media diaria de La 1, que de por sí ya es paupérrima.
El día de su estreno, cosechó una cuota de pantalla de 11 y 8,1 puntos en sus dos tramos. El martes 17, de 9,8 y 7,9. El miércoles 18, de 10,1 y 7,3. El jueves 19, de 9,4 y 6,5. El viernes 20, de 9,4 y 6,8. El lunes 23, de 7,8 y 6,8; y el martes 24, de 8,6 y 7.
El último día en el que se publicaron datos de audiencia antes de escribir este artículo, el miércoles 25 de noviembre, la cuota de pantalla fue de 8,7 y 7,1 puntos.
La semana precedente, los programas de cocina que emitía La 1 en su franja lograron una audiencia del 5,94 y el 5,28. Es decir, un fracaso, pero eso no quiere decir que a Cintora se le pueda poner otro calificativo, pues está lejos de sus competidores y no ha ayudado a mejorar ostensiblemente ni la audiencia ni la información de TVE. Al revés, ha puesto en pie de guerra a los sindicatos y ha enervado a la oposición parlamentaria.
Resultados mediocres
Había quien tenía dudas sobre los resultados que podría conseguir este programa, pues podría haber formado parte de la pequeña caja de cerillas donde Rosa María Mateo acumula sus éxitos o del enorme armario empotrado donde acumula sus desaciertos. Al final, tiene pinta de que ocurrirá lo segundo, pues sus resultados han empeorado día a día de forma paulatina y no parece que sus responsables vayan a tener el suficiente margen de maniobra como para modificar rápido y con éxito el formato antes de que se queme.
Hay quien, con colmillo afilado, sostuvo que en Moncloa debían estar satisfechos con la llegada de Cintora a La 1; y no tanto por su afinidad con Podemos -el enemigo en casa-, sino por su capacidad para restar audiencia a Antonio García Ferreras, quien en su día se posicionó con Susana Díaz en la batalla del PSOE...y eso es difícil de olvidar.
Sea cual sea la intención con la que se ha estrenado este programa, lo cierto es que tiene pinta de acabar mal. Suspendido o en la más absoluta irrelevancia. Es decir, si alguien quiso utilizar a Cintora para dar publicidad a su argumentario, debería haber tenido en cuenta que no se puede 'manipular' a la opinión pública si sólo te hacen caso cuatro gatos.
Es la misma receta, con las mismas formas y a la misma hora. ¿Qué podía fallar? Hubo un día en el que El jefe infiltrado mostró un momento memorable. El empleado de un matadero se había encariñado con un marrano y había entrado en una profunda depresión porque lo iban a sacrificar y a partir en lonchas. Pero el empresario hizo caso a sus plegarias e indultó al bicho, ante el llanto de agradecimiento del muchacho. Fue una perla en un guion que mejoró el resultado. Le hacen falta muchas perlas a Cintora para poder ser optimista.
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