El pacto político al que llegaron el PSOE, el PP, Podemos y el PNV para renovar el Consejo de Administración de Radiotelevisión Española provocó que el timón de ese barco fuera muy difícil de gobernar. Las injerencias partidistas y sindicales en su gestión han sido habituales en la historia de la corporación, pero en este momento histórico, de agitación y abundantes disentimientos entre las fuerzas políticas, esta situación parecen haber empeorado.
Este factor -unido a los desaciertos de su gestión- fue clave para que José Manuel Pérez Tornero dimitiera como presidente de RTVE y eso no ha cambiado en la nueva etapa, con Elena Sánchez de presidenta interina.
Este martes se celebra una nueva reunión del Consejo de la corporación y los vocales consultados por este periódico vaticinan que no le será sencillo a Sánchez aprobar ningún nombramiento del Comité de Dirección.
En las hojas sindicales de la corporación ha aparecido en los últimos días el nombre de Ángel García Castillejo como el elegido para ocupar el puesto de director del gabinete de la presidenta en funciones. Este doctor en Derecho y en Ciencias de la Información –actual director de Políticas Audiovisuales, Sector Público e Internacional de RTVE- fue asesor de Miguel Barroso -actual consejero de Prisa e influyente empresario en el entorno del PSOE- cuando comandaba la Secretaría de Estado de Comunicación. Durante la última década ha sido asesor del Banco Mundial.
Un complejo encaje de bolillos
Su nombramiento ha de ser ratificado por el órgano de gobierno de RTVE, que está compuesto por nueve personas. Las tres que fueron designadas por el Partido Popular conforman un frente crítico contra la presidenta, mientras que hay un consejero del PSOE, Ramón Colom, que ha mantenido una actitud contestataria con Elena Sánchez desde la dimisión de Pérez Tornero, la cual se produjo después de verse ‘acorralado’ por cuatro de los cinco vocales designados por los socialistas y por Podemos.
Por lo tanto, Concepción Aparicio, Jenaro Castro y Carmen Sastre (PP), junto a Ramón Colom (PSOE), mantienen discrepancias con la presidenta y con la forma en la que el Gobierno le concedió poderes ejecutivos para ganar influencia en la cúpula de la corporación.
En el otro extremo se encuentran José Manuel Martín Medem, Roberto Lakidaín (Podemos), Concepción Cascajosa (PSOE) y la propia Elena Sánchez. Ante este empate a cuatro, el voto más disputado es el del consejero nombrado por el PNV, Juan José Baños, que durante las últimas reuniones del Consejo ha mostrado su distanciamiento con Elena Sánchez, según explican fuentes de este órgano.
Así que la reforma del Comité de Dirección de RTVE está condicionada por la difícil gobernabilidad de su sanedrín, lo que pone en duda el tiempo que permanecerán en su puesto algunos directivos como el secretario general de la corporación, Alfonso Morales, o la directora de Comunicación, María Eizaguirre. Esta última, cuestionada por CCOO en una reciente reunión en la que participaron varios representantes del Comité Intercentros, la cual estuvo presidida por Elena Sánchez.
La 'lista negra'
En ese encuentro, en concreto, la secretaria general de ese sindicato citó una serie de directivos que –a su juicio- no deberían mantenerse en su puesto, dada su filiación política. UGT, USO y el Sindicato Independiente lamentaron estas palabras y criticaron esa “lista negra” unas horas después.
Todo esto vuelve a probar que la política es la que marca el ritmo RTVE y la que aviva o atenúa enfrentamientos, en función del calendario electoral o de los intereses de cada facción.
El nombramiento de Elena Sánchez como presidenta Ejecutiva es un ejemplo de este fenómeno. Una parte de la oposición parlamentaria y la mayoría del Comité Intercentros se opuso de forma enérgica a esta maniobra política. En conversaciones con este periódico, los representantes sindicales de la corporación –salvo los de CCOO- han ratificado su deseo de llevar a los tribunales esa decisión del Consejo de Ministros.
Mientras tanto, Sánchez trata de ganar las votaciones en el Consejo de Administración en un ambiente hostil y sin la certeza de poder rodearse del equipo que elija. Ni siquiera de tener la posibilidad de configurar la parrilla de programación que acuerde con sus directivos, dado que los contratos de un importe elevado deben obtener el visto bueno del Consejo.
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