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Aplastaremos a rusos y chinos gracias a Pedro

Cuando el pensamiento de los informadores gira siempre hacia el norte magnético, que es donde se halla Pedro Sánchez, se puede decir que algo apesta en esas líneas. O en esa entradilla televisiva.

No hace falta exponer los nombres porque son los de siempre. Los que se puede imaginar cualquiera. Son la troupe que aplaudiría la reflexión sobre la belleza de las orejas del presidente que hizo un reputadísimo escritor en un artículo que se publicó en junio de 2020. "Durante la entrevista en el salón blanco había diez personas presentes. Todas tenían las orejas redondas u ovaladas –me fijé bien– salvo el presidente, que las tenía notablemente más grandes y en forma de rombo, con un punto aerodinámico que me recordó la cola de un avión. Quizá sean señal de macho alfa, que Sánchez lo es". Conmovedor relato.

El guión que se expondrá a continuación se representó el pasado jueves en el informativo de las 14.30 horas de un canal de televisión. Había terminado la Cumbre de la OTAN y tocaba hacer repaso de lo que había ocurrido en los días atrás. De repente, apareció una imagen del Museo del Prado en la que Pedro Sánchez charlaba sobre Las Meninas con otro líder político. Es fácil imaginar la conversación del presidente del Gobierno. “De cerca se ven los brochazos, ¿verdad?”. A su lado, un hombre de espaldas. Era Víktor Orbán, el presidente húngaro. El tantas veces definido como “ultraderechista” por los periodistas y colaboradores de ese canal. Por alguna razón, este jueves a mediodía no se informó a los espectadores sobre la identidad de quien estaba al lado de Sánchez. Al fascismo, ni agua.

El noticiario se inició con su presentadora subrayando el éxito de la Cumbre de la OTAN. Detrás, figuraba una fotografía de Sánchez y Joe Biden sobre la que aparecía el siguiente mensaje: “Excelente, perfecta e impecable”. Invirtió el sábado por la mañana el caudillo en una 'montería de trabajo' en la que abordó los asuntos más importantes del presente de España y cazó más perdices que ninguno. Falló un solo disparo y no fue por su culpa. La perdiz estornudó. Fue consecuencia de la gripe aviar”.

A continuación, una de las reporteras recitaba la siguiente frase: “Hay satisfacción en el Gobierno porque se han conseguido todos los objetivos que se habían marcado”. Después, se veía a Alberto Núñez Feijóo en un atril con rostro serio. Reconocía el éxito de España en la organización del evento.

Por la noche, una cadena de televisión entrevistaba al presidente, que repetía los mismos argumentos y apelaba a que los grupos parlamentarios votaran a favor del memorándum de la alianza atlántica. No lo hará Ione Belarra, a quien se mostró en el noticiario mientras afirmaba: “Lo que necesita España son rentas garantizadas, más médicos y más profesores, y no más armas”. Era fundamental mostrar a la supuesta líder de Podemos en actitud crítica con la OTAN. Con el éxito español. Esta vez, sí porque no le conviene al PSOE. A los buenos.

Por cierto, a Belarra se le olvidaba comentar si le viene bien a España que Las chicas de Oro del Ministerio de Igualdad viajen con todos los gastos pagados -por el contribuyente- a Estados Unidos. Seguro que fue un lapsus.

Somos grandes, Pedro. Sobre todo tú

Para rematar, una conocida periodista progresista expresaba en sus redes sociales. “Somos un gran país. En muchos sentidos. Y estos días lo han visto también fuera”. El mensaje incluía dos emoticonos: la rojigualda y unas manos en señal de alabanza. También se adjuntaba una fotografía de los líderes frente a Las Meninas. Y uno imaginaba lo que estaba pensando Sánchez. “Mira que eran bajitos en la época, ¿eh? Yo mido 1.90. Bueno, 1.95 con zapatos. Más alto que Rajoy. Y que estos europeos de al lado. En todos los sentidos además”.

Lo del PSOE con la OTAN -y con la política internacional en general- daría para escribir una enciclopedia sobre el embuste. También para elevar las sospechas sobre figuras como Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Estas cosas son normales en la política nacional. También en los medios de comunicación.

Nadie obliga a un periodista a tener ideología, pero bueno..., cada cual tiene libertad para hacer lo que considere oportuno. Nada que decir. Eso sí, cuando el pensamiento de los informadores gira siempre hacia el norte magnético, que es donde se halla Pedro Sánchez, se puede decir que algo apesta en esas líneas. O en esa entradilla televisiva.

La citada cadena ha ofrecido varias veces a sus espectadores un reportaje -que era muy bueno- sobre la bomba de Palomares. Este miércoles, enviaba a un periodista y a un camarógrafo a Rota para mostrar a los espectadores la alegría de los vecinos del municipio. Los 'americanos' aparcarán ahí dos destructores más y se prevé que la economía del municipio mejore. Los responsables de los noticiarios de esa cadena podrían también acudir a algún pueblo donde se haya cerrado una central nuclear para preguntar. O a una gasolinera para plantear la siguiente cuestión: ¿qué le parece que en la próxima década se vayan a dejar de fabricar automóviles de combustión y vaya a tener que comprar uno eléctrico o una bicicleta? Será que no se les ha ocurrido. Son muchos temas pendientes.

Denunció Pedro Sánchez la pasada semana la hostilidad de determinados poderes económicos y de sus “terminales mediáticas”, quienes desean que su Gobierno caiga. Quizás se haría necesario redoblar los esfuerzos en determinados diarios digitales y televisiones para destacar la magna labor del Ejecutivo o, mejor, las cualidades de este presidente, al que Von der Leyen siempre mira como una enamorada de instituto. Porque la crítica es innecesaria cuando se observan cualidades como las del autor de Innovaciones en la Diplomacia Económica Española de 2000 a 2012. Hace falta más árnica. La envidia es el deporte nacional.

Por cierto, la Cumbre ha sido un éxito y la organización, ejemplar. Quizás habría que recuperar el espíritu de Barcelona 92 o el de las movilizaciones tras la muerte de Miguel Ángel Blanco, que ha sido el que ha reinado en este caso, pese a las críticas de Podemos. Quizás habría que desterrar a los radicales de una vez por todas. Los españoles son un ejemplo en muchas cosas. Sus políticos, no. Y los periodistas que viven a la sombra de los partidos y difunden su propaganda y degluten sus defecaciones, menos. Son el gran cáncer del país. OTAN, de entrada, no. Pedro, en principio, no, pero ahora... por supuesto que sí.

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