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Fernando Vega de Seoane: "Cuando supe que me había quedado paralítico, pensé en Paquirri"

Entrevista al empresario, quien se ha convertido en influencer tras sufrir un accidente en una pista de esquí que le dejó paralítico. "Es muy fácil contagiarte del pesimismo que hay en la sociedad, que es predominante. Eso te conduce a situaciones de angustia, ansiedad y estrés que yo no quiero"

La vida de Fernando Vega de Seoane cambió de golpe hace unos meses. Este empresario -copropietario y director de operaciones de Wair Facilities Services- sufrió un accidente en la estación de esquí Baqueira que le dejó parapléjico. Fue un fuerte golpe contra un árbol que provocó que perdiera la capacidad de mover sus piernas. Después, llegaron 120 días de hospitales y una inmersión en la 'nueva normalidad' que no ha sido sencilla, pero que ha estado gobernada por el optimismo.

Porque Vega de Seoane se ha convertido en un influencer gracias a su facilidad para sacar fuerza de voluntad de uno de los momentos más complejos de su vida. Exhibe su buen humor en Instagram, cuenta sus planes y ofrece lecciones de vida que han tenido un efecto terapéutico en su audiencia y en él mismo. En esta entrevista telefónica narra con naturalidad lo que le ocurrió y ofrece algunas claves sobre ese ejercicio tan simple y tan complejo, que es el de existir y, además, hacerlo con una buena disposición.

Pregunta: ¿De dónde saca uno el optimismo cuando le informan de que deberá moverse en una silla de ruedas durante el resto de su vida?

Respuesta: Diría que es una mezcla entre una forma de ser, que es la mía, y unas experiencias vividas. Soy una persona optimista por definición, muy positiva... Siempre veo el lado bueno de las cosas. Y, bueno..., mi naturaleza de empresario y padre de cinco hijos ha hecho que me acostumbre a los sobresaltos. Por eso, hace mucho tiempo que tengo claro que disponer de una actitud positiva ante esos sobresaltos es muy beneficioso y efectivo. Si no te acostumbras a eso, vives siempre rodeado de angustia.

P: Parece que vivimos en una sociedad que sobrevalora la pena...

R: Me he dado cuenta de que transmitir que uno está feliz equivale a ser un bicho raro. Parece que siempre tenemos un montón de razones para estar 'fastidiados'. Mi mujer y yo siempre hemos entendido que tenemos muchísima suerte por lo que tenemos y hemos tratado siempre de pensar en positivo. En los tiempos de calma y en los de tempestad. Es muy fácil contagiarte del pesimismo que hay en la sociedad, que es predominante. Eso te conduce a situaciones de angustia, ansiedad y estrés que yo no quiero.

P: Es 22 de enero de 2022. Usted tiene un accidente en la nieve, en Baqueira. Tan sólo 15 minutos antes de estrellarse contra un árbol, estaba hablando con su mujer...

R: Le estaba contando que estaba deseando ir con ella. Que estaba disfrutando muchísimo de ese plan, pero que me apetecía verla. Nosotros estábamos en una etapa muy singular de la vida, que es aquella en la que los hijos ya dependen menos de sus padres, o incluso se van de casa, y la pareja debe reconducir su vida. Nosotros habíamos llenado de planes nuestra agenda. Y, ese día, yo estaba en un telesilla, en un paisaje estupendo... y le llamé para decir que me estaba acordando de ella y que tenía ganas de verla.

Me he dado cuenta de que transmitir que uno está feliz equivale a ser un bicho raro. Parece que siempre tenemos un montón de razones para estar 'fastidiados'.

P: Al poco, se salió de la pista y tuvo el accidente. ¿Qué recuerda de ese momento?

R: Tengo dos etapas muy marcadas ahí. Una primera muy normal, de una profunda depresión, pues uno es plenamente consciente de lo que ha ocurrido. De que se ha perdido la conexión entre la cabeza y las piernas. Llegué a tener la sensación de que me había partido en dos. Me tocaba las piernas y no las sentía. Ahí pensé: “Dios mío, qué desastre... la he liado”.

P: Habla de una segunda fase...

R: Que vino en muy pocos segundos, cuando pensé: los brazos me funcionan, puedo respirar, la cabeza la tengo perfecta... Ahí pensé que a partir de ahora debía mostrar mi nueva mejor versión. El tronco superior es muy capaz de dar mucha autonomía y todo eso lo conservo. Podía haberla perdido también.

P: Se acordó en ese momento de Paquirri...

R: Así es. Cuando supe que me había quedado paralítico, pensé en Paquirri. Experimenté muy pronto ese cambio de la noche al día; de la depresión al optimismo... El cerebro funciona de una forma muy singular y, en esas circunstancias, siempre te lleva a adoptar la estrategia que cree que será más beneficiosa para ti. Por eso, yo creo que se me vino a la cabeza Paquirri. En concreto, el momento en el que le acababa de coger el toro y estaba transmitiendo con total tranquilidad lo que le pasaba. Pero con la voluntad de que le salvaran, claro. Esa capacidad de gestionar las situaciones de estrés cuando eres el sujeto pasivo... y esa fortaleza..., creo que es resultado de que el cuerpo te prepara para poder defenderte ante estas situaciones de gravedad.

P: Y usted estaba ahí...

R: Yo recuerdo estar en el suelo, con la espalda partida, y estar diciendo a las asistencias lo que me había pasado. De esa forma, pensaba que iban a ser más certeros al atenderme. Es muy típico caer en el estrés y en el nerviosismo en esos casos. Pero diría que lo mejor siempre es guardar la calma.

P: De repente, uno se ve en un helicóptero, de camino al hospital. ¿Qué se piensa ahí?

R: Todo esto es muy interesante. Cuando estás en el helicóptero, ya has asimilado que te vas a quedar paralítico toda tu vida. Una vez has llegado a esa conclusión, lo que te interesa es pasar etapas rápido y asentarte en tu zona de seguridad. Yo estaba en Barcelona, con ómicron haciendo estragos en España, sin posibilidad de tener acceso a visitas... y mi cabeza me llevaba siempre a la siguiente etapa. Al diagnóstico, la operación, el post-operatorio, la rehabilitación en el hospital de Toledo... Todo, con las vistas puestas en la vuelta a la normalidad. A mi casa en Madrid.

P: Pensar a corto plazo para garantizar el bienestar en el largo...

R: Eso es. Es ir poco a poco para lograr el ambicioso objetivo de mejorar y de volver a casa. Son pequeñas agarraderas para mantenerte psico-emocionalmente fuerte. Dentro del fastidio que es la nueva situación.

P: ¿Qué hay del dolor?

R: Al principio, me dijeron que tenía un dolor neuropático y me explicaron que no tenía una causalidad directa y que le afecta a la gente con lesión medular. No hay ninguna pastilla para inhibirlo. Cuando te dicen eso, inicias un proceso para aprender a inhibirlo. Y se inhibe mucho mejor cuando uno está en positivo que cuando está en negativo y en la cama.

P: ¿Qué ha aprendido de usted en este tiempo?

R: La gente me dice que todo esto forma parte de mi esencia, que es la de relativizar las cosas, quitar dramatismo a todo lo que puede hacerte susceptible de sufrir. Ahora bien, yo sí te digo que he encontrado una serie de fortalezas de las que yo no era muy consciente. Hablo de mis habilidades de comunicación o de mi capacidad para ayudar... Lo hago en redes sociales como Instagram.

El dolor se inhibe mucho mejor cuando uno está en positivo que cuando está en negativo y en la cama.

P: Le siguen varios miles de personas...

R: Y me sorprende ver que les puedo ayudar a relativizar sus problemas diarios, aunque sean muy distintos a los míos. Ni soy especialista en neurociencia ni en comportamiento humano..., pero parece que la forma de transmitir sobre mi vida le gusta a la gente y le ayuda.

P: ¿Las redes sociales le sirven a usted de soporte moral?

R: Esto al final me ayuda a mí también, claro. El recibir mensajes de la gente diciendo que mis historias les sirven de ayuda me resulta muy gratificante y me sube la moral. Porque al final no hay que engañarse: todo esto es muy egoísta. Lo hago porque me sienta bien.

P: ¿Ha habido alguien que le haya discutido por esa forma de ser?

R: Muy pocos. Más al principio que ahora. Me encasillaban en un estrato social de mucha bonanza económica. Me decían: “Como tú eres rico, lo llevas mejor”. Pero yo les contestaba que la ambulancia, el quirófano, el médico que yo tuve eran los mismos que los del resto. No es cierto que sea rico ni que tenga privilegios. Yo he estado 120 días ingresado. La potencia económica no ayuda a superar eso. Mi gran riqueza es mi entorno de familia, de trabajo y de amistades.

P: ¿Recuerda alguna anécdota o persona en este tiempo?

R: Mi mayor referencia es Bea, mi mujer. Esto lo ha gestionado muy bien en casa. Siempre ha transmitido a mis hijos que yo estaba bien y eso ha ayudado a crear una atmósfera de tranquilidad. Para mí, Bea merece absoluta admiración. Ha manejado muy bien una situación con cinco adolescentes... y a 650 kilómetros de mí.

P: ¿Qué aprendió durante su estancia en el hospital?

R: Te voy a decir una cosa curiosa. Yo estuve 120 días ingresado y en mi casa y en mi empresa las cosas funcionaron muy bien. Eso es tranquilizador, porque te transmite como conclusión que uno muchas veces se cree indispensable, pero no lo es en absoluto.

P: ¿Qué se ha propuesto para el resto de su vida?

R: Nosotros lo que estamos haciendo es, en esa hoja de ruta ilusionante que nos habíamos propuesto para hacer cosas juntos, hemos dicho que vamos a adaptar todos los planes a la nueva situación. Estamos viajando, visitando... en otro formato, pero sin quedarnos en casa o variar la estrategia.

P: Vivir como el mejor antidepresivo...

R: Sin duda.

P: ¿Volverá a la nieve?

R: Por supuesto. Yo soy un jugador de golf y ese deporte seguirá ocupando una parte muy importante de mi día a día. Aspiro a mucho jugando al golf. Pero también volveré a la nieve, aunque salvaguardando mucho mi parte superior del cuerpo, que es la que me da autonomía.

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