La misma televisión -La 1- que hace unas horas entrevistó a Pedro Sánchez decidió en 2015 que era una buena idea volver a contratar a José Luis Moreno para que hiciera sus insoportables galas. El proyecto era caro, pues costaba 220.000 euros por semana, pero sus directivos estimaron que los espectadores del sábado por la noche estarían encantados con la vuelta a la televisión pública de los desfiles de modelos en bañador, las discusiones de parejas de cómicos y los chistes de ese humorista que se disfraza de colegial e intenta simular oligofrenia. Aquello fue un fracaso estrepitoso y no duró más de un mes en la parrilla de programación.
En estos programas, siempre había espacio para la ventriloquía, una actividad que le viene a uno a la cabeza cuando escucha a Pedro Sánchez, pues todo lo que dice parece impostado y artificial. Es como si sus asesores se dedicaran, día y noche, a vestir al maniquí y decirle lo que tiene que transmitir. Habitualmente, sin reparar en cuestiones de escasa importancia, como la coherencia con lo que se dijo ayer o anteayer. A la larga, eso plantea una cuestión: ¿para qué escuchar a este tipo? La respuesta la dio este lunes la audiencia, que prefirió los noticiarios de las privadas a la entrevista al presidente del Ejecutivo, que sólo fue vista por el 9,5% de los espectadores.
La conversación entre Carlos Franganillo y Sánchez tuvo lugar en el despacho presidencial. Y pareciera que sucedió por casualidad, pero no fue así, dado que alguien tuvo la afilada idea de situar un fotografía de los Reyes a las espaldas del líder socialista, como queriendo dar a entender que Moncloa, Felipe y Letizia son uno y trino, pese a las acusaciones que ha recibido el jefe el Ejecutivo por haberse prestado a negociar con los independentistas en los días previos al inicio del juicio del procés.
Vendedores de crecepelo
Desconozco si existen profesiones en las que confluyan un mayor número de vendedores de crecepelo que en la comunicación política. Pero no debería concederse mucho crédito a quien utiliza la simbología y la iconografía para transmitir conceptos que no se ven refrendados con los hechos. Hace dos semanas, el Ejecutivo estaba dispuesto a nombrar un 'relator' para negociar con los partidos soberanistas sus peticiones, entre las que se encontraba la que exigía “iniciar un proceso de desfranquización y un debate sobre la monarquía”. Aquello generó un enorme incendio dentro y fuera del PSOE que se vio amplificado por las pretensiones electoralistas de la oposición y de los propios independentistas. Y este lunes, como quien no quiere la cosa, algún asesor de Moncloa decidió que Sánchez apareciera en varios planos junto a la imagen de los Reyes. Ése es el nivel.
La entrevista fue aburrida porque resulta imposible sacar jugo de alguien como Sánchez, quien trata de disimular con frases hechas su conocida incoherencia. En un momento, habló del filibusterismo parlamentario del PP y Ciudadanos, cuando, precisamente, su presencia en el Gobierno obedece a la misma estrategia. También criticó que la formación naranja haya afirmado, a dos meses de las elecciones, que no pactará con el PSOE en ninguno de los escenarios. “Cuando un partido político le dice a otro que va a imponer un cordón sanitario sobre otro, está teniendo una visión absolutamente excluyente”, afirmó. Unos días antes, su ministra de Economía, Nadia Calviño, apostó por aplicar esta medida sobre Vox. Quizá, el presidente, ocupado en modelar su discurso y engordar su agenda, no tuvo ocasión de escuchar estas palabras.
Quien en los próximos días consumará su promesa de sacar a Franco de su tumba, aseguró que "el próximo 28 de abril, el votar va a significar progresar y el abstenerse puede implicar que España pueda retroceder 40 años", en otro argumento difícil de confrontar con la realidad. También declaró que su intención es la de garantizar la autonomía de RTVE y su “independencia y pluralidad”. Unos meses antes, su Ejecutivo elaboró un Real Decreto para arrebatar al PP el control del alto mando de la corporación. El texto le permitió situar a Rosa María Mateo, su candidata, como administradora única provisional, en lo que supuso un desprecio al concurso público que se había convocado para elegir al nuevo presidente, a cuya resolución no esperó.
La interinidad de Rosa María Mateo se alargará mucho más de lo deseado, pero en Moncloa y en el PSOE no se escuchan grandes lamentos al respecto, cosa que deja claro que la situación no es precisamente perjudicial para sus intereses.
Debería resultar insostenible el que un presidente defendiera con la palabra lo que niega con los hechos. También que se erigiera como la opción decente -”contra la corrupción”-, cuando precisamente se benefició de las corruptelas de la Universidad para avanzar en su propósito de convertirse en un estadista. Pero, lamentablemente, la ventriloquía se ha convertido en norma en la política y ni siquiera hace falta que el muñeco sea verosímil y coherente. Simplemente, se trata de pronunciar en cada momento lo que conviene, aunque sea lo contrario a lo que se sostenía ayer. Aunque sólo le interese al 9,5% de quienes ven la tele.
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