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Epi y Blas... y esos millones de idiotas a los que se dirige Casado

Hay un gurú un tanto impresentable que afirma que dentro de 20 años seremos inmortales. Como la frase gusta, le invitan a impartir conferencias, le entrevistan y todos aplauden como

Hay un gurú un tanto impresentable que afirma que dentro de 20 años seremos inmortales. Como la frase gusta, le invitan a impartir conferencias, le entrevistan y todos aplauden como focas, quizá esperanzados con la idea de evitar la visita del juez más implacable y seguir con sus andanzas por los siglos de los siglos. El mundo ofrece a veces alguna muestra de que por aquí está sucediendo lo que describen los tres primeros minutos de la película 'Idiocracia', que es mala a rabiar, pero que tiene un inicio, cuanto menos, llamativo. Comienza así: "Las obras de ciencia ficción de la época pronosticaban un futuro más próspero y más inteligente, pero a medida que pasaba el tiempo, las cosas parecían avanzar en la dirección opuesta: hacia un atontamiento. La evolución no siempre premia la inteligencia. Al no haber depredadores naturales que diezmaran el rebaño, la evolución empezó a premiar a aquellos que más se reproducían”.

Como los tontos tienen menos necesidad de ser competitivos y piensan menos en las consecuencias de sus actos, se ponen antes que los listos a la tarea de engendrar a su prole. Y tienen más hijos, según concluye el guionista. Eso da lugar a un país en el que gobierna una estrella de la lucha libre y en el que la lógica hace tiempo que se ausentó, sin dejar aviso del día que tenía pensado regresar. Quizá en un momento en el que los gurús hacen caja en conferencias en las que hablan de las maravillas del mundo futuro y de la imparable evolución, hay que pararse a reflexionar sobre el presente, en el que un partido -el PP- considera que tendrá éxito una campaña en la que ha utilizado a los muñecos de Epi y Blas para lanzar un mensaje a los ciudadanos. En este caso, para pedir el voto útil. Es decir, para mostrarles los peligros demoscópicos que implica apoyar a Vox el próximo 28 de abril.

Los vendedores de burras suelen asociar el concepto 'evolución' a lo positivo, pero hay motivos para pensar que existen ciertas cosas que van a peor. Sin ir más lejos, estos días desfilan por el Tribunal Supremo los protagonistas del gran timo de la independencia de Cataluña, quienes convencieron a los suyos de que aquel 'logro' era posible pero, a la vez, encargaron a su Tom Hagen (Santi Vila) que viajara hasta Madrid para resolver el entuerto de una forma amigable. Basta echar un vistazo a las redes sociales y a los medios de comunicación del aparato de la Generalitat (con TV3 a la cabeza) para cerciorarse de la absoluta ceguera de una parte de los ciudadanos a la hora de juzgar las acciones de sus 'líderes', a los que consideran víctimas de una especie de conspiración contra el soberanismo catalán. Pese a las palabras de Forn, de Vila o de Trapero; y pese al increíble discurso mesiánico de Junqueras. Incluso hay cinco personas que, en protesta por la situación, hacen 'huelgas de silencio', cada día, durante dos horas, a pocos metros del Alto Tribunal. En vista de este panorama, quizá lo de Epi y Blas no sea tan mala idea.

El vídeo, por cierto, causa sonrojo y vergüenza ajena, como algún otro que se ha realizado en la factoría de producciones de la calle de Génova. El documento ilustra sobre los peligros a los que se enfrentaría el votante de derechas si, en lugar de votar al PP, apoya a Vox. “Si votas a lo loco, en vez de echar al okupa de la Moncloa, se comprará otro colchón y seguirá riéndole los chistes a los separatistas”, dice uno de los muñecos, tras explicar una de las características de la Ley d'Hondt.

Poco después de que los populares difundieran esa joya del humor contemporáneo, con Epi y Blas, Vox volvía a la carga con otra de sus versiones modernas del tráiler de 'Braveheart'.

Poco después de que los populares difundieran esa joya del humor contemporáneo -reproducida en la mayoría de los medios de comunicación-, Vox volvía a la carga con otra de sus versiones modernas del tráiler de Braveheart, en las que abunda en los mitos y leyendas de este país. Estaba dedicada a 'los últimos de Filipinas', a los que Ahora Madrid se ha negado a dedicar una estatua, con esa ridícula alergia que tiene esa izquierda a todo lo que huela a España y a su pasado. Pues bien, en respuesta, la formación liderada por Santiago Abascal ha subido a las redes otro micro-péplum cargado de argumentos en el que aparece Javier Ortega-Smith, a lo Diego Hernando de Acuña, copa de vino en mano: "¡Por España!/y el que quiera defenderla/honrado muera;/y el que traidor la abandone / no encuentre quien le perdone,/ni en Tierra Santa cobijo,/ni una Cruz en sus despojos,/ni la mano de un buen hijo/ para cerrarle los ojos”. De fondo, música de batalla épica.

Las dos feministas de la pancarta

No hay mañana en la que los lectores de prensa no desayunen con la última estupidez propagandística de quienes controlan el ejecutivo y el legislativo en este país. El clímax, quizá, se alcanzó hace ocho días, en ese Día Internacional de la Mujer que ha derivado en una especie de representación contemporánea de Lisístrata. Allí estaban Carmen Calvo y Begoña Gómez, pancarta en mano, divinas ellas, lanzando soflamas y cantando el “dónde están, no se ven, las banderas del PP”. Un día antes, la vicepresidenta, en un ejercicio de ignorancia o manipulación, había lamentado que la Constitución Española no garantice la igualdad entre hombres y mujeres.

Lo peor es que no se retirará a sus aposentos después de recurrir a esa falacia, sino que aspira a repetir en el cargo.

En los últimos días, han sido varios medios los que se han hecho eco de la preocupación de los partidos por el efecto que pueden tener los bulos en la campaña electoral.

En los últimos días, han sido varios medios los que se han hecho eco de la preocupación de los partidos por el efecto que pueden tener los bulos en la campaña electoral, dado que ahora, con las redes sociales, se expanden más rápido que nunca. Curiosa actitud la de quienes han manipulado durante décadas las televisiones públicas, hasta convertirlas en casas de masajes de sus líderes. Son los mismos que siembran la discordia y avivan el odio con discursos y material propagandístico populista como el citado anteriormente. La situación llega al esperpento cuando los propios medios expresan su preocupación en sus editoriales por el efecto de las fake news, cuando, quien más, quien menos, se ha prestado a la tarea por un puñado de euros. Y, por supuesto, ha contribuido a difundir las mayores astracanadas de los partidos por unos cuantos clics. Sin excesivos reparos morales.

Considera el Ministerio del Interior -según recoge este artículo de 'El País'- que, por primera vez, existe el riesgo de “una posible campaña de desinformación para alterar la voluntad del votante durante las elecciones”. Por esta razón, a partir del 1 de abril habrá 100 policías dedicados a la tarea de evitar este fenómeno. A tenor del vídeo de Epi y Blas, de las tragicomedias sentimentaloides de Vox, de los intentos de fabricar líderes a través de fotografías con gafas de sol -Sánchez- o de magníficas ideas, como la que tuvo Albert Rivera, de aparecer en un cartel en porretas, sería conveniente que pusieran a un agente a vigilar cada partido.

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