Sobre la conciencia de los medios de comunicación pesa una verdad incómoda que mantienen soterrada. Una práctica habitual que ningún editor denuncia, pero a la que una parte de ellos recurre con una preocupante frecuencia. Entre otras cosas, porque ayuda a mantener a flote su negocio. Es el chantaje a las empresas. Amenazan con disparar toda su munición contra una determinada compañía si no contrata publicidad en su periódico y desatan furibundas campañas contra sus directivos si se niegan a pasar por caja. Cuando estos medios obtienen su botín, guardan esa información en un cajón. Como si hubiera dejado de ser noticiosa. Como si, de repente, hubiera perdido el interés.
Una cadena de televisión en declive -cuyo dueño mantuvo en el pasado una estrecha relación con el Partido Popular- ha emprendido recientemente una campaña contra varias empresas del Ibex 35 a las que golpea casi a diario en sus informativos, venga o no a cuento. Algunas de sus víctimas tienen claro que esos ataques buscan intimidar a sus responsables para que inviertan una buena suma de dinero en el canal, pese a que su audiencia es residual.
Un conocido diario digital ha arremetido con fuerza durante los últimos tiempos contra una cadena de supermercados que, evidentemente, no se anuncia en su web. En las noticias que le ha dedicado, ha criticado con dureza desde el precio al que vende el aceite hasta el idioma de sus rótulos. Dentro de su sección de economía, estas noticias conviven con varios publirreportajes en los que no se indica al lector en ningún momento que lo que ve en su pantalla no es una noticia, sino un texto promocional. El periódico incumple las reglas del juego, pero todo vale con tal de mantener a flote el negocio.
Este medio de comunicación informó al detalle hace unos meses de las corruptelas de Luis Pineda, el presidente de Ausbanc, acusado, entre otros delitos, de extorsión. Este abogado se paseaba por los despachos de las entidades financieras españolas con una hucha en las manos. Exigía a sus directivos que invirtieran miles de euros en su revista, tan intrascendente en el panorama mediático como bien financiada por sus atermorizados clientes. Quien aceptaba la propuesta de Pineda, recibía un buen trato en sus páginas o, al menos, era obviado, algo que, en esas circunstancias, puede ser considerado como un premio. Quien se negaba a aceptar esas condiciones, era vapuleado.
Este tipo de argucias bordean la legalidad y comprometen la credibilidad de los medios de comunicación, unas empresas que suelen estar demasiado a menudo en el ojo del huracán.
En los despachos de las compañías del Ibex 35 estas técnicas de intimidación son de sobra conocidas. Sin embargo, la información sobre estas prácticas les llega a los ciudadanos con cuentagotas. El debate sobre la influencia de los poderes políticos y económicos en la línea editorial de los medios de comunicación es común en algunos foros, así como también son frecuentes las noticias relativas a las presiones que reciben los periodistas a la hora de desempeñar su trabajo. Pero pocas veces se habla de que los periódicos, radios o televisiones también presionan a las empresas para ganar más dinero. Porque, ya se sabe: perro no come perro.
Condenado por extorsión
Hace unos meses, una de las principales entidades financieras de este país decidió poner fin a su relación con una conocida web sectorial sobre cuyo dueño, por cierto, pesa una condena por chantaje. Desde entonces, sus periodistas se han empleado con dureza contra este banco y, en especial, contra su responsable de comunicación.
Las entidades financieras no son únicamente víctimas dentro de este particular juego de intereses. Un despacho de abogados, especializado en defender a los compradores de participaciones preferentes, se queja en privado de que uno de los diarios más vendidos de España no le permite contratar publicidad en sus páginas, ante el temor de que los bancos tomen represalias.
Los representantes de este conocido bufete contactaron hace unas semanas con el director de uno de los periódicos digitales más visitados para matizar varios puntos de una información perjudicial para sus asociados. La respuesta de este periodista fue: “si no queréis que os ataquemos, contratad más publicidad”.
Las empresas afectadas por las campañas que realizan los medios de comunicación en su contra no suelen pronunciarse al respeto, salvo para desmentir las informaciones que pueden probar que son falsas. Sin embargo, existen excepciones.
Mediaset envió hace un tiempo un completo dossier de prensa a diversos periodistas con el que trataba de ilustrar el cambio de línea editorial que había efectuado El Economista tras la ruptura del contrato –por iniciativa de la compañía de televisión- por el que explotaban de forma conjunta la web EcoTv. “No parece casual que la beligerancia en las informaciones de este diario en contra de Mediaset España haya coincidido en el tiempo con nuestra negativa a cerrar distintos acuerdos económicos propuestos por su equipo de dirección”, detalló entonces la dueña de Telecinco y Cuatro.
Luis Pineda amenazaba -supuestamente- a las entidades financieras con duras campañas contra sus intereses si no firmaban contratos publicitarios con la revista de Ausbanc.
No mucho antes, el 21 de julio de 2015, el consejero delegado de Mediaset, Paolo Vasile, remitió una carta al presidente-editor de este periódico ‘salmón’, Alfonso de Salas, en la que afeó la actitud de su medio de comunicación y le recriminó la utilización recurrente de su fotografía para ilustrar cualquier noticia negativa sobre el televisión en abierto. “Esta curiosa y deontológica práctica se ha puesto de manifiesto una vez que Mediaset ha salido del accionariado de EcoTv, empresa que, como usted recordará, pusimos en marcha como vía para hacerle llegar los 500.000 euros que nos pidió en el año 212 ante la mala situación económica de su empresa”.
A lo que añadía: “Atendiendo a los hechos, no creo que ni usted ni su periódico sean los más indicados para darnos ningún tipo de lección, ya sea sobre programación televisiva o comportamiento en el mercado”.
El antiguo director de un importante periódico en papel incide, en declaraciones a Vozpópuli, en que la coacción que practican determinados medios de comunicación perjudica a los que no recurren a ese tipo de artimañas, dado que las empresas, intimidadas, invierten más dinero en estos periódicos del que deberían recibir a tenor de su audiencia y de la repercusión de sus noticias.
El responsable de otro influyente diario recuerda que, hace unos meses, decidió difundir una noticia sobre la pena de cárcel a la que había sido condenado el dueño de una popular web sectorial por amenazar a una determinada asociación profesional. El condenado aseguró que publicaría una batería de artículos negativos sobre el presidente de esta colectividad si no accedía a invertir una cuantiosa cantidad en su empresa, en concepto de publicidad.
Pocos minutos después airear esta sentencia, el director de este medio recibió una llamada de su editor en la que le advirtió del alto precio que iba a pagar por hacerse eco de esa sentencia. Dicho y hecho. Durante los días posteriores, esta web sectorial dedicó varios artículos negativos a este periódico y a sus máximos responsables. Con 'V de vendetta'.
'Todo por la pasta'
Este tipo de argucias bordean la legalidad y comprometen la credibilidad de los medios de comunicación, unas empresas que suelen estar demasiado a menudo en el ojo del huracán por los idilios inconfesables que mantienen con los poderes políticos y empresariales, de cuyas decisiones depende, en muchas ocasiones, el futuro de su negocio.
En sus más altos despachos se trazan a menudo planes de acoso y derribo contra quienes no acceden a colmar sus expectativas comerciales, que nada tienen que ver con la función social que se le presupone a quienes manejan a diario uno de los bienes intangibles más valiosos que existen: la información.
Dentro del armario de algunos de los editores más influyentes del país -y a la sombra de sus grandilocuentes discursos sobre la credibilidad y la independencia- se apilan decenas de páginas que atestiguan que, en ocasiones, han recurrido al chantaje para mejorar su facturación.
Son los indicios que prueban que dispararon a discreción contra quienes no se prestaron a seguirles el juego. Sangre en las hojas y sangre en la raíz, como cantaba Billie Holiday.
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