Kiko Matamoros es una de esas personas que vivió la metamorfosis más peligrosa de la prensa del corazón, que es la que impulsó a los periodistas y colaboradores a convertir sus asuntos personales en noticia. Esta singular tendencia, potenciada en el programa Sálvame, ha provocado que salgan a la luz cuernos, adicciones, fracasos y escándalos de todo tipo por parte de quienes cada tarde se sientan en su plató.
En esta entrevista, Matamoros reflexiona sobre el enorme teatro de la televisión. También confiesa sus adicciones y se moja sobre temas como el socialismo, el feminismo y el republicanismo. No rehúye la polémica...ni falta que hace.
Pregunta. Siempre me ha llamado algo la atención, y es que ustedes son los propios protagonistas de las noticias de Sálvame. Su vida, sus historias y sus dramas. ¿Esto fue un proceso espontáneo?
Respuesta: Absolutamente. Fue surgiendo según crecía el programa. Al principio duraba una hora, pero después evolucionó, llegó a extenderse durante toda la tarde y ahí fue cuando nos convertimos en los protagonistas.
P. ¿Se ha parado a reflexionar alguna vez sobre el hecho de que haya españoles que se preocupan por los problemas personales de Kiko Matamoros?
R: Verdaderamente, sí, pero bueno, si se abriera la puerta de la casa de cualquiera, al final la gente también se iba a preocupar por lo que allí ocurriera. La gente ve en nosotros reflejada su propia vida y sus problemas; y se identifica con un determinado perfil. Por eso hay quien me quiere y quien me odia.
P. ¿No le da vértigo eso?
R. Claro, hubo un momento en que me cansé, perdí el interés y no sabía ni por dónde me daba el aire. En uno de esos días tuve un conflicto con una compañera, saltó todo por los aires y decidí que me marchaba. Me fui a mi casa un año y medio a tocarme las pelotas.
P. Toro salvaje era un genio en el cuadrilátero, pero al salir de ahí y llegar a casa, tras la descarga de adrenalina de la pelea, se sentía desdichado...
R. A veces tienes esa sensación, pero bueno, también te digo que al principio era infinitamente más vulnerable. Ahora, intento relativizar todo. Pero bueno, hay compañeros que lo pasan mal por eso, es verdad. La clave es saber que estás haciendo televisión y que eso no puede condicionar el resto de tu vida. La mente tiene que resetear cuando te subes en el coche de producción para volver a casa.
P. ¿Le ha devorado el personaje alguna vez?
R. Sí, muchas veces. También he pensado alguna vez si he caído en alguna especie de esquizofrenia por la que me he creído que yo era el personaje. Pero bueno, creo que hay alguno que se lo ha creído del todo.
P. ¿Por qué será que España siempre tiene esa sed de dramas ajenos?
R. No es España, es el mundo. Los griegos, Shakespeare, Lorca... Cada vez que hay un conflicto familiar, llámese Rociíto o Pantoja, la gente se engancha. Es como el teatro. Eso es un clásico de la interpretación (ríe). En cuanto hay cuernos o riñas familiares la gente lo devora; y es porque nadie ha estado a salvo de eso. Les reconforta. Hay quien se ha pasado toda una vida dando la imagen de triunfador, pero al final trasciende que tiene muchos problemas. Eso la gente lo ve y supongo que entonces piensa que su vida no es tan desastrosa.
P. Mal de muchos...
R. Pues claro, ésa es una de las claves.
Hay quien se ha pasado toda una vida dando la imagen de triunfador, pero al final trasciende que tiene muchos problemas. Eso la gente lo ve y supongo que entonces piensa que su vida no es tan desastrosa.
P. Rocío Carrasco. Su posición en este tema ha sido diferente a la mayoritaria...
R. Tampoco he dicho nada del otro mundo, pero como era amigo de Antonio David Flores, rápidamente todo el mundo se interesó por mi posición. A ver, es un tema que, objetivamente, no tengo resuelto. A mí no me vale el maniqueísmo que lleva a pensar que unos son buenos y otros malos. Todos tenemos nuestros grises y nuestras sombras; y hay cosas en las que pienso que esta mujer no ha actuado bien; y su pareja, tampoco en otras. Pero aquí lo que se está pasando por alto es que las víctimas de esta historia son los hijos.
P. Pero da que pensar lo que ha ocurrido alrededor de esta historia. La reacción de la opinión pública, de Irene Montero...
R. En la sociedad en general suelen funcionar muy bien el victimismo y el sentimentalismo; y en el momento en que alguien dice ser víctima se despierta el interés de la gente. También despierta su lado irracional y, entonces, se posicionan sobre los asuntos del día a día como los hinchas de un equipo de fútbol. Con la misma visceralidad.
P. ¿No cree que en estos casos la televisión se convierte en un juzgado popular?
R. Pero es que siempre lo ha sido. ¿Quién no juzgó a Urdangarín antes de la condena? La pena del telediario ha existido desde que se encendió el primer televisor. Es un impuesto que paga cualquier persona que sea conocida o reconocida. Pero eso no es exclusivo ni de Telecinco, ni de Rociíto, ni de nadie.
¿Quién no juzgó a Urdangarín antes de la condena? La pena del telediario ha existido desde que se encendió el primer televisor. Es un impuesto que paga cualquier persona que sea conocida o reconocida.
P. Siempre queda comprometida la presunción de inocencia...
R. Pero es que la propia ministra de Igualdad publicó un tuit en el que llamó maltratador a Antonio David, pese a no estar considerado así por la justicia. Con dos cojones ella, ¿eh? Lo peor es que luego se defendió diciendo que puso el tuit antes de informarse sobre el caso. Una ministra, ¿eh?
P. La que pidió una justicia feminista...
R. Después de lo de Juana Rivas. Vamos a ver, las leyes pueden ser más o menos feministas, pero no hay más. Por el sexo no te va a caer una condena o te van a absolver. ¿Qué quiere decir con eso? Es difícil de entender.
P. Cambiemos de tercio. Usted ha llegado a reconocer la adicción a la cocaína. Todo, en un país en el que hay muchos reparos a reconocer las adicciones...
R. A ver, llega un momento en el que a uno le deja de importar lo que los demás piensen. Hubo un momento en el que, por mis hijos, intenté ocultar esa información. Pero ahora son mayores y creo que ya están en condiciones de asumir eso y de aceptarlo. Eso era lo único que me producía cierto pudor. Por lo demás, me importa tres cojones que la gente sepa de mi adicción a la cocaína. No soy el único: hay gente de todos los estamentos que la consume a diario, desde la política hasta en el mundo de la moda. Si todo el mundo fuera sincero, se le daría más normalidad a este problema, pero bueno, entiendo que cada cual gestiona su intimidad como mejor considera.
Me importa tres cojones que la gente sepa de mi adicción a la cocaína. No soy el único: hay gente de todos los estamentos que la consume a diario, desde en la política hasta en el mundo de la moda
P. ¿Qué le ha dado y que le ha quitado la coca?
R. Si te digo la verdad, no lo podrías publicar porque me acusarían de hacer apología de las drogas. ¿Qué me ha quitado? Pues no lo tengo muy claro. Supongo que una parte de mi salud, aunque la verdad es que tengo 64 años y me encuentro de puta madre. Pero bueno, supongo que todo esto lo acabaré pagando, al igual que salir a la calle con un ambiente contaminado. En fin, creo que hay cosas más nocivas con las que nos hemos acostumbrado a vivir.
P. ¿Y qué le ha dado?
R. Si te engancha es por algo. Es porque alcanzas un estado en el que supuestamente tienes más euforia y desinhibición. También despierta los sentidos, aumenta tu agudeza... Yo me he leído libros enteros por la noche y no lo podría haber hecho sin cocaína porque me hubiese quedado dormido en la página 72. Hay veces que no paraba de meterme para acabar determinados libros (ríe). Entiendo que consumir esto o beberte cuatro copas es un derecho que tiene la gente, aunque no se le reconozca.
P. El debate sobre la legalización de las drogas sigue estando rodeado de polémica...
R. Y falta mucha formación en ese terreno. No es algo políticamente correcto y se entiende que las drogas son nocivas. Pero bueno, quizás en lugar de centrar el debate en el daño que hacen en entornos, como los marginales, habría que apuntar hacia el negocio que hacen determinados estamentos con el comercio de determinadas sustancias.
P. Usted es un animal noctámbulo, tal y como ha reconocido en varias ocasiones. ¿Qué se aprecia por la noche y se oculta durante el día?
R. La noche democratiza. Al final, puedes compartir espacio con gente que en tu vida normal no verías nunca. Antes había círculos más cerrados, pero la droga democratizó la noche. Es un hecho incontestable. Hoy te puedes sentar en una mesa a tomar una copa con un butronero, un narcotraficante y un futbolista. Antes, eso no sucedía.
P. Usted fue representante de artistas. ¿Vio muchos juguetes rotos en esa posición?
R. Se ven muchos juguetes rotos en general. El 75% de los jugadores de la NBA a los 5 años de retirarse están arruinados. Entonces, claro, los hay, los he conocido y su historia ha trascendido. También hay quien es un juguete roto y no lo sabe.
P. A los representantes se les suele echar la culpa del declive...
R: Es así y es una gilipollez. Mira, te pongo el ejemplo de Carmen Ordóñez. A mí me medio responsabilizaban de sus problemas y de cómo los había afrontado. Eso era una barbaridad e implicaba no conocer nada del personaje. Ella era incontrolable. Tú le aconsejabas antes de una entrevista, pero luego hacía lo que quería. Con sus adicciones era igual. Ella te decía un día que ingresaba en una clínica por ti, pero luego no cumplía o era un brindis al sol.
No me vale el PSOE de hoy. No me identifico con este Gobierno ni con su gestión ni de lejos.
P. Kiko Matamoros se definía como socialista y republicano. ¿Lo sigue siendo?
R. Como republicano sí; como socialista, también, pero no me vale el PSOE de hoy. No me identifico con este Gobierno ni con su gestión ni de lejos.
P. ¿Qué opina de la actitud de la izquierda española para con los nacionalismos periféricos?
R. La interpretación está clarísima: se acerca para mantenerse en el poder. Pero bueno, eso también lo ha hecho la derecha, ¿eh? Aznar con Pujol sin ir más lejos.
P. ¿Qué opina de los indultos a los organizadores del 1-O?
R. Pues que es un insulto y, claro, estoy en contra, como no puede ser de otra manera.
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