La final de la octava edición de Masterchef volvió a arrasar en audiencia y relevancia. Pese al paso del tiempo, el público le sigue encantando este programa que se emite en Televisión Española. El formato funciona cada vez mejor y la cadena pública va a seguir explotándolo hasta la extenuación. Ni siquiera un reality de Telecinco puede con el talent show de los fogones. Estos son algunos de los motivos por los que sigue ganando adeptos.
Identificación y aprendizaje. Otros programas que buscan descubrir el talento entre los aficionados también entretienen, pero no consiguen tanto éxito como Masterchef. La clave está en que la cocina es un terreno que pisamos todos y, de alguna manera, al ver cocinar nos identificamos y, sobre todo, aprendemos cosas que pueden servirnos. Es, en suma, un formato más instructivo para el espectador que ver cantar, bailar o hacer reformas a aprendices de esas materias.
El jurado. La terna de cocineros que juzga a los aspirantes está en la historia reciente de la televisión. No importa si al espectador le caen mejor o peor, porque Jordi Cruz, Samantha Vallejo y Pepe Rodríguez interpretan sus respectivos papeles -que tienen mucho de sí mismos- con gracia y sin aspavientos. Son ya iconos televisivos. Cuando se conoció la marcha de la presentadora de las primeras ediciones, Eva González, había que buscar a alguien que la sustituyera, pero el programa acertó al apostar por los propios cocineros.
No es sencillo seleccionar los mejores momentos, conseguir la sensación de ritmo e hilvanar todo con un hilo conductor. Y los hacedores del concurso de TVE consiguen todo eso
La postproducción. Todo el mundo sabe que Masterchef es un programa grabado. Pero a nadie le importa. Es obvio que el público sabe que en un formato así el directo es imposible. Ahí entra en juego la habilidad, en este caso enorme, de quienes producen el programa a partir de la grabación. No es sencillo seleccionar los mejores momentos, conseguir la sensación de ritmo e hilvanar todo con un hilo conductor. Y los hacedores del concurso de TVE consiguen todo eso.
El casting. Las posibilidades de este programa de gastronomía no se agotan porque hay muchos aspirantes a cocineros sueltos. Pero lo difícil es acertar al elegir quiénes concursan en sus fogones. El equilibro es complicado porque en Masterchef pueden caer en la tentación de buscar a aspirantes que destaquen más por su singularidad o sus malos modales que por sus habilidades cocinando. Este año, sin ir más lejos, se cometió un error lamentable al seleccionar a Saray, que dinamitó el programa cuando estaba dentro y lo intentó dinamitar también desde fuera, ya que este lunes anunció en sus redes sociales el resultado del concurso antes de que se emitiera el último programa. Pero, en general, los concursantes elegidos responden a las expectativas.
De repente los jueces expulsan a más de un concursante, invierten las reglas para designar al eliminado o modifican las pruebas de forma inesperada. Lejos de ahuyentar al público, esas zancadillas a los concursantes funcionan
Sorpresas. Pese a que ya se han emitido ocho ediciones de Masterchef, así como unas cuantas de las versiones Júnior o Celebrity, este concurso sigue sorprendiendo. De repente los jueces expulsan a más de un concursante, invierten las reglas para designar al eliminado o modifican las pruebas de forma inesperada. Lejos de ahuyentar al público, esas zancadillas a los concursantes, aunque sean arbitrarias, generan más controversia y, con ello, más audiencia. Porque, por encima de todo, incluso de momentos desagradables, abunda la sensación de que es una competición sana y divertida, que es lo que debe ser un concurso para triunfar.
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