TV3 se ha especializado en saltarse a la torera el principio de causalidad. Se explaya en las consecuencias, pero no explica el contexto de lo que ocurre estos días en Cataluña, en un constante ejercicio de cinismo que ayuda a mantener a los prosélitos del procés en su sueño hipnótico. Quien sintonizara este canal el domingo y observara su noticiario vespertino podría llegar a pensar que Carles Puigdemont es algo así como el protagonista de El Proceso, de Kafka. Hace unas horas iba a bordo de un vehículo en una autopista alemana y fue detenido y encarcelado, por alguna razón por aclarar. Ésta es una forma de manipulación muy habitual en esta televisión que tiene un claro objetivo: inculcar a los catalanes la idea de que un Estado les persigue.
Desde el pasado 1 de octubre, los periodistas de TV3 se han esforzado de forma concienzuda por exculpar a los líderes del proceso soberanista. La última (o penúltima) muestra al respecto se ha visto este domingo por la noche, cuando uno de sus reporteros, en Neumünsten, sugería a los espectadores que Puigdemont iba a dormir en la cárcel porque no había espacio en comisaría. Y por si alguien no se creyera la monserga, añadía: aquí sólo hay presos con penas de menos de 3 años. Es una prisión soft.
El equipo dirigido por Vicent Sanchís -el biógrafo de Lluís Prenafeta- bombardea los hogares catalanes día y noche con medidas verdades. Nadie niega la calidad de sus emisiones ni su admirable facilidad para desplegar a su equipo siempre que es necesario. Pero sus noticiarios describen la realidad de forma incompleta. Y en sus omisiones se encuentra su sesgo. Básicamente, porque esto provoca la sensación en el espectador de que los jueces españoles actúan con arbitrariedad y de que el Estado tiene una especial inquina hacia los catalanes, en general, y hacia el exGovern, en particular.
El telediario de este domingo por la noche es un perfecto ejemplo de este fenómeno: ha dedicado muchos minutos a hablar de la detención de Puigdemont a describir la respuesta ciudadana, pero ha pasado de puntillas sobre el historial de presuntos delitos del líder independentista. En este sentido, ha sido muy significativa la cronología que ha emitido sobre sus andanzas, que comenzaba el 30 de octubre. ¿Por qué no el día de la Declaración Unilateral de Independencia? ¿O el del referéndum del 1-O? ¿O el de la declaración de desconexión de noviembre de 2015?
Una televisión sin 155
Intervenir TV3 y Catalunya Ràdio hubiera sido complicado, en cuanto a que sus redacciones son un perfecto ejemplo del 'entrismo', esa táctica de origen trotskista por la que sus prosélitos se adherían a organizaciones no alineadas con el fin de orientarlas hacia la revolución. Los independentistas han ganado poco a poco terreno en la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) hasta haber convertido sus centros de trabajo en poco menos que en incorregibles, pues los dominan con gran claridad. En estas condiciones, las órdenes no son necesarias para prestar apoyo a Puigdemont y compañía.
La historia que han contado los partidos es que el PSOE puso como condición para apoyar la aplicación del artículo 155 que estos medios de comunicación siguieran volando libres y el PP aceptó. Eso ha provocado que el principal altavoz de los independentistas mantenga su actitud hostil hacia las Instituciones españolas en un momento especialmente delicado.
Resulta aberrante escuchar a los reporteros enumerar con todo lujo de detalle las soflamas que se habla de “presos políticos”, de “justicia injusta” o del “president Puigdemont”. También lo es observar las infografías en las que se remarca el número de heridos por las protestas de los Comités de Defensa de la República, mientras se omite hablar de las consecuencias de sus actos vandálicos. O ver cómo empresarios como Toni Soler (Polonia) se llevan una morterada de dinero público por sembrar de forma continua el odio entre Cataluña y el resto de España.
Habrá sangre
Jair Domínguez, colaborador de TV3 -y quien en 2012 apareció en el Canal 33 realizando prácticas de tiro con una fotografía de Juan Carlos I-, aseguraba hace unas horas en las redes sociales que “la república no se construye con lacitos y manifiestos, sino con sangre y fuego”. Y añadía: “Habrá muertos. Habrá muertos y será terrible porque, en el fondo, no nos gusta la violencia”. El representante de ERC, Jordi Soler, decía este domingo en los micrófonos de TV3 que lo que ocurre desde hace unas semanas es “una persecución contra el pueblo de Cataluña y toda la democracia”.
El día que el Parlament declaró la independencia de esta región, una contertulia afirmó que a Cataluña le iría mejor fuera de la Unión Europea, en cuanto a que su sistema es neoliberal y, por lo tanto, injusto. Una reportera de TV3 describía este domingo el sentimiento anti-europeísta de algunos manifestantes, dado que a Puigdemont lo han detenido los alemanes.
Es un desafío constante a la lógica y al sentido común. Es un esperpento absoluto que se fraguó en los altos despachos de los partidos independentistas y que ha incendiado las calles. Con la inestimable ayuda de la televisión autonómica.
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