El 11 de marzo de 2015, el director de El País pronunció un discurso ante sus periodistas en el que aseguró lo siguiente: “el papel es como la heroína: nos encanta, pero nos mata”. Más allá del chascarrillo y del estupor que ocasionó esta afirmación entre los más veteranos del rotativo de Prisa, las palabras de Antonio Caño suponían el reconocimiento de una verdad que los editores de los medios de comunicación se empeñaron en negar durante años, amparándose en la influencia de la que gozan sus empresas entre la opinión pública: que la prensa escrita es víctima de una enfermedad degenerativa que adquirió con la aparición de internet y para la que no se ha hallado cura. Sólo en los últimos cinco años, las cuatro principales cabeceras generalistas han perdido 103,32 millones de euros y su tirada se ha reducido en 521.453 ejemplares diarios.
A estas alturas del siglo XXI, con la prensa en papel en una incuestionable decadencia y con un largo historial de batallas perdidas con los diarios digitales -que, en algunos casos, ya tienen la misma capacidad de condicionar la agenda política y económica que la prensa escrita-, resulta llamativo escuchar el discurso anacrónico de ejecutivos como Juan Luis Cebrián, que no niegan la fuerza de internet y la oportunidad de negocio que supone para sus compañías, pero que observan con suspicacia y altivez a los periódicos que son nativos de la Red y no necesitan de la imprenta para difundir sus noticias.
En septiembre de 2015, durante un coloquio en el Hay Festival, Cebrián denunció que estos nuevos periódicos "no tengan respeto por la comprobación de fuentes" y, por tanto, atesoren menos credibilidad que las cabeceras tradicionales. Unos meses después, a las revelaciones que realizaron varios medios de comunicación sobre su vínculo indirecto con los Papeles de Panamá, las calificó como una campaña contra el Grupo Prisa. Como una "revolucioncita" contra un tótem del periodismo a quien, curiosamente, los filtradores de la información del despacho de Mossack Fonseca no eligieron para difundir estos documentos.
Es innegable que los periódicos tradicionales han realizado importantes esfuerzos durante los últimos años para tratar de adaptarse a los nuevos tiempos, condicionados -para bien y para mal- por internet, ese gigante intangible. De hecho, las dos cabeceras más leídas online son El Mundo y El País. Ahora bien, también es irrebatible que actualmente compiten con nuevos periódicos con una capacidad de influencia creciente y una audiencia consolidada, lo que, sin duda, ha contribuido a agravar la crisis del papel.
Según la estimación de la empresa i2P, entre todos los periódicos impresos se repartirán este año un total de 618,2 millones de euros, lo que supone 1,4 más que en 2015, pero 1.170 menos que en 2006. Ese año, las empresas digitales del sector de la información ingresaron 212,8 millones de euros. En 2016, obtendrán 477,7 millones. El negocio de internet crece y el del papel merma.
En los últimos cinco años, las cuatro grandes cabeceras generalistas han declarado pérdidas de más de 100 millones de euros.
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