Somos un país que, bueno..., sobrevive. Nos propusimos elegir al representante español para Eurovisión 2022 y organizamos tres galas que han costado 3,2 millones de euros. Cada espectador se identificó con una participante. Esto iba de música en principio, pero resulta que Rigoberta Bandini cantaba sobre el feminismo y las Tanxugueiras, en gallego. Entonces, se desató entre los tertulianos y polemistas habituales una confrontación que no ha acabado bien.
Irene Montero expresó su predilección por Rigoberta Bandini, que honraba en su canción a su madre, a la menstruación y a la anatomía de las mujeres. Pablo Casado, respondió. Entonces, ya estaba claro que aquí se iba a volver a reproducir el debate de las 'dos Españas'. Una vez más.
"No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas", cantaba Rigoberta, mientras anunciaba sus intenciones para el festival europeo de la canción en caso de que fuera la elegida: "En Benidorm, hemos tenido en el decorado una teta de 5 metros. ¡En Eurovisión haremos una de 25!". Y los fanáticos del público -que estaban con ella, en buena parte-, aplaudían.
Ella y las gallegas eran las favoritas, pero finalmente se impuso Chanel, a la que no respaldaba el feminismo morado porque su letra no encajaba exactamente con su programa político. “Si tengo un problema, no es monetary / Yo vuelvo loquito a todos los daddies / Yo siempre primera, nunca secondary / Apenas hago doom, doom / Con mi boom, boom / Y le tengo dando zoom, zoom”. Los tres primeros versos -cuéntense- son endecasílabos.
Máximo Huerta, máximo entusiasmo
Es sabido que el certamen lo organizó RTVE y que la final se emitió este sábado. La presentó Máximo Huerta, que estuvo sobreactuado, en un papel difícil de entender, como de hombre permanentemente sorprendido por lo que observaba. Le secundó Alaska, que fue una especie de 'madre' de las criaturas que tenía alrededor, quienes parecían celebrar el octavo o el noveno cumpleaños de alguna de ellas.
La tercera presentadora era Inés Hernand, quien aprovechó su primera intervención ante los españoles para subrayar que esa misma noche le habían metido en el grupo de WhatsApp de los artistas. "El primer mensaje son corazoncitos". El segundo, besos. Y todos aplaudían y chillaban de emoción.
Lo mejor del concurso llegó a su finalización, cuando los seguidores de Rigoberta Bandini y de las Tanxugueiras se percataron de que la democracia no funciona; sobre todo, cuando pierde las elecciones quien más me gusta a mí.
Los organizadores del certamen idearon un sistema de voto que, ciertamente, era rocambolesco. Había un jurado de especialistas -habían traído a un tipo de Islandia, ojo- que hacía las veces de 'poder Ejecutivo', pues eran unos pocos miembros con capacidad para 'decretar' e imponer su opinión. Después, había un "voto demoscópico" que estaba compuesto por 350 personas que representaban "todos los estratos de la sociedad española". El eurofan madrileño, el abuelo de la provincia de Valladolid, el agricultor canario...
El público también podía votar y dio su apoyo mayoritario a las Tanxugueiras, pero no ganaron porque el jurado profesional no lo quiso. Digamos que el poder ejecutivo impuso su criterio frente a las asambleas populares y al legislativo. Y ahí se apagó la alegría del pobre Máximo Huerta (fue muy evidente), al que no le han salido muy bien las cosas últimamente...
Ideología hasta en la sopa
Pero bueno, si impregnamos el Benidorm Fest de un barniz político, se puede decir que Chanel es la representante de la España constitucional. De la que vivía bien durante la burbuja inmobiliaria sin hacerse demasiadas preguntas. La del PP y el PSOE. La que se subió al carro del 'electro-latino' porque sonaba bien y lo bailaba en los bares de noche pachangueros y en las verbenas populares. La España de David Civera, Andy y Lucas, Camela, Los Manolos, Juan Magán, Estopa y Operación Triunfo. El valor artístico no importa más que divertirse o que bailar en el chiringuito playero.
Esa España está -por fortuna- muy alejada del elitismo tuitero de los tertulianos de la televisión. De Pablo Simón o Xabier Fortes indignados porque no ha ganado su opción. O de todos aquellos "intelectuales" plomizos que aprovechan cualquier evento para vender su Biblia ideológica. Pedro Sánchez en Sálvame; Irene Montero con Carlota Corredera, Rociíto o Rigoberta. O los Bob Pop de turno. Los que declaran la "alerta antifascista" cuando algo no les encaja, como hizo Pablo Iglesias tras las elecciones andaluzas. Son lo mismo. Reivindicación sin descanso. Soporíferos.
Chanel es la España que conocimos, que era más sencilla y estaba menos contaminada por el politiqueo barato y los intelectuales de mesa de tertulia y perfil insoportable en las redes sociales. Chanel es el vivo ejemplo de que el pueblo ya no aguanta a esta gente tan pesada.
Y bueno..., a fin de cuentas, tampoco hay mucha diferencia entre el "mamá mamá mamá mamá" de Rigoberta y el "dum, dum, dum, dum" de la ganadora. Por si alguien se quisiera consolar.
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