El día que murió Rita Barberá, María Casado (La Mañana de La 1) estuvo acompañada en su mesa de tertulia por Esther Jaén, Fernando Ónega, Cristina López Schlichting, un psicólogo y uno de esos médicos omnipresentes en las mañanas televisivas. Y allí se formó una comedia de figurón. Mientras los tres periodistas se afanaron en criticar la “cacería” de la que fue víctima la exalcaldesa durante varios meses, el doctor intentó demostrar, ayudado de un corazón de plástico, cómo el estrés es el desencadenante de una parte de los infartos. El experto en salud mental, sentado a su derecha, llegó incluso a cuestionar que el fallecimiento se produjera por causas naturales: "Muchas de estas personas no resisten estas situaciones y se quitan de en medio”, afirmó. Para completar el cuadro, el realizador dio paso a un vídeo en el que se informaba de que unos científicos finlandeses han descubierto recientemente que el pesimismo predispone a sufrir problemas cardíacos. Todo un esperpento.
La televisión pública, que el día de las últimas elecciones generales obtuvo una pobre audiencia del 10,3%, y que el sábado que tuvo lugar en Ferraz la pasión y muerte de Pedro Sánchez ni siquiera ofreció un programa especial, volvió a fallar. Una vez más, no estuvo a la altura de lo que se espera de un medio de comunicación que tiene encomendado un servicio público. El miércoles, estuvo en su mano centrar el debate en los pros y los contras de las políticas de Rita Barberá, en la corrupción y en esa tendencia de las redes sociales a arremeter con una fuerza desproporcionada contra los personajes públicos. Pero los colaboradores de La Mañana prefirieron escenificar una comedia de mal gusto. Un culebrón en directo que se movió entre lo estrafalario y lo chabacano.
El episodio sucedido ese día en La 1 no puede calificarse como un hecho aislado, pues ocurre de forma habitual en la televisión española. Se puede ver casi a diario. En algún momento de la pasada legislatura, los responsables de las cadenas privadas descubrieron que las tertulias les procuraban buenos resultados de audiencia y volvieron a otorgarles un importante protagonismo en sus parrillas. Eso sí, aderezándolos con un toque de polémica que, sea o no excesivo o justificable, en este medio de comunicación siempre ayuda a redondear al alza el share.
Rafael Hernando acusó el jueves a estos medios de comunicación de haber hecho de Rita Barberá un "pim pam pum al que golpear de forma permanente". Señaló a Cuatro y La Sexta, quienes ofrecen algunas de las tertulias más vistas. “Ha sido vilmente linchada" en el final de sus días "desde el punto de vista mediático y también político". "Lo que pido es que pueda servir para algo su muerte, y que entre todos reflexionemos sobre cómo se utiliza por parte de algunos los medios de comunicación", afirmó, en una entrevista concedida a Radio Nacional de España.
Y añadió: “Es muy difícil ser capaz de resistir mentalmente y fríamente el acoso mediático de televisiones" que, según ha dicho, se colocan "debajo de tu casa", "linchan por cualquier cosa" e "insultan" y "desacreditan" de forma permanente en lo personal, político e institucional.
El gran favor del PSOE
Sus palabras recordaron a las publicadas por Mariano Rajoy a mediados de 2014, cuando lamentó, en un acto público, que las cadenas privadas martillearan con los casos de corrupción que afectan a su partido día sí, día también. O a las que pronunció unos meses antes Cristóbal Montoro en el Parlamento, donde se refirió a Atresmedia y a Mediaset como “los amiguitos” del PSOE, un partido al que –estimó- deben estar bien agradecidas por haberles regalado, en 2010, la publicidad que hasta entonces emitía Televisión Española.
Resulta curioso, visto este profundo malestar, que el Gobierno concediera a estos grupos, en octubre de 2015, dos nuevas licencias para emitir en alta definición en la TDT. Curioso o contradictorio, según se mire.
Del formato, el tono, el contenido y los contertulios (a veces, figurantes) de estos debates es obvio que se pueden criticar varios aspectos. Y las empresas que los programas no son, ni mucho menos, modelos de pureza y buenas formas. De hecho, algunas son catedráticas en grosería y ordinariez; e importadoras de la más vulgar telebasura. Ahora bien, las palabras de Hernando resultan excesivas y ya han sido muchas las voces que las han calificado como un intento por parte del PP de ocultar el vacío al que una buena parte de sus dirigentes sometieron a Barberá durante sus últimos meses de vida. Motivado, por cierto, por su relación con la corrupción de la formación en Valencia, aireada y analizada al detalle por la prensa, como no podía ser de otra forma.
La Asociación de la Prensa de Madrid ha recordado en un comunicado que, si una información es veraz, es de interés general y está debidamente contrastada, en ningún caso se debe ocultar a los ciudadanos.
La Asociación de la Prensa de Madrid ha dejado clara este viernes su postura al respecto, con un comunicado en el que ha respondido a Hernando y a otros dirigentes del PP: “La APM recuerda que si una información es veraz, es de interés general y está debidamente contrastada, en ningún caso se debe ocultar a los ciudadanos, máxime cuando se trate de asuntos que afectan a personajes públicos”.
Y concluye: “las personas que tienen funciones en la vida pública tienen el derecho a la protección de su vida privada, salvo en los casos en que ello pueda tener incidencias sobre la vida pública. Sólo la defensa del interés público justifica las intromisiones o indagaciones sobre la vida privada de una persona sin su previo consentimiento”.
Celia y los 'tuiteros'
Si Hernando señaló a los medios de comunicación, Celia Villalobos fijó su mirada en las redes sociales. "¿Hay alguien en Twitter que esté diciendo eso (que era inocente)?, ¿Presunción de inocencia, por favor? ¡Si la habéis condenado a muerte!". Si yo lo estaba con el asunto del Candy Crush, que era una tontería, imagínate cómo estaba ella", manifestó, en el programa ‘Espejo Público’.
De los defectos de estas gigantescas plataformas de comunicación ya se ha hablado por activa y por pasiva. Sirva como ejemplo el caso de esos jóvenes visionarios que ‘se forraron’ durante los meses previos a las elecciones de Estados Unidos, mediante la creación de noticias falsas que los votantes conservadores compartían de forma compulsiva con sus amigos de Facebook. O los autos de fe a los que son sometidos los usuarios que se atreven a sobrepasar las líneas rojas que determinan los 'popes' de lo políticamente correcto, bien alimentados por determinados grupos de presión.
Pero lo cierto es que actualmente son un arma informativa muy poderosa y una fuente de la que los periodistas beben y, a la vez, son esclavos. De hecho, quizá convendría abrir el debate acerca de quiénes acaparan actualmente una mayor influencia: si los periódicos más vendidos (con el descrédito que arrastran) o las redes sociales (pese a sus múltiples fallos).
Quizá convendría abrir el debate acerca de quiénes acaparan actualmente una mayor influencia: si los periódicos más vendidos o las redes sociales.
Culpar a Twitter de la caída en desgracia de Barberá y de su posterior depresión supone obviar muchos detalles. Es observar la realidad con una visión de túnel a la que se le escapan los escándalos que rodeaban a la fallecida, su propia personalidad y el trato que recibió de determinadas personas que le rodeaban. Equivale a situarla como la víctima de una conspiración injustificable. Una de esas conspiraciones, por cierto, de las que los dirigentes del PSOE de principios de la década de 1990 aseguraban ser víctimas cada vez que algún juez o periodista destapaba alguno de sus pufos.
Por eso, la cortina de humo extendida por Hernando es fácil de detectar. Una más para la amplia colección que ‘atesora’ este país.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación