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'Saber y Ganar'; y la diferencia entre dejar hacer y meter mano

La inercia apuntala la rutina. Ahí comienzan a morir las pasiones. Eso sí, a veces la inercia es necesaria para reforzar los cimientos de algo. Dejar trabajar a los expertos

La inercia apuntala la rutina. Ahí comienzan a morir las pasiones. Eso sí, a veces la inercia es necesaria para reforzar los cimientos de algo. Dejar trabajar a los expertos sin someterles a tus manías o a tus intereses personales suele llevar a obtener buenos resultados. El edificio de Radiotelevisión Española se incendió hace varios años y, mientras las llamas avanzaban a lo largo de todas sus dependencias, hubo un espacio, estanco, al que no le afectó el fuego. Fue Saber y ganar.

El programa de preguntas y respuestas cumplió 25 años el pasado 17 de febrero y eso merece una reflexión. Porque su prestigio ha aumentado durante todo este tiempo y su audiencia se ha mantenido fiel. En el mundo de las interferencias, la ostentación, la búsqueda del titular llamativo y la atracción por el petardeo y la superficialidad, todavía hay espacio para Saber y ganar, que no hace ruido, está lleno de contenido y su guion está escrito en tono amable. Es un desafío que se desarrolla entre buenas palabras. Con la proverbial simpatía de su presentador, Jordi Hurtado.

Recordar 1997 resulta doloroso llegados a este punto. Ya no en lo personal, donde se acumulan pérdidas, arrugas y degeneración de los tendones. También sucede en lo social. Porque España no es un país mejor ahora que entonces. El optimismo se ha esfumado, el consenso de convivencia que acompañó al retorno de la democracia voló en mil pedazos hace algunos años y las instituciones se desgastaron. Tampoco es un lugar más divertido. La depresión económica ha hecho mella; y las pequeñas-grandes dictaduras morales de los lobbies sociales dominantes han tenido un efecto destructor sobre la alegría.

Mientras tanto, Jordi Hurtado ha seguido, cada tarde, en su reducto, en su cueva, haciendo sus preguntas y apelando a la calculadora humana.

La buena salud de 'Saber y ganar'

Belén Esteban vivía en Telecinco su auge y caída entre gritos, conflictos emocionales y eructos. En paralelo, a la misma hora, en La 2 se hablaba de cine, de literatura, de filosofía y de viajes. Y así sigue, ya sin la voz del entrañable Juanjo Cardenal, compañero de sobremesas y testigo de siestas. Pero el concurso continúa. Jorge Javier Vázquez era un grumete televisivo cuando empezó este programa y ahora, cuando el presentador de Sálvame enfila su decadencia, Saber y Ganar se mantiene fuerte. Como el primer día. Como quien se cuida y llega con plena salud a la senectud.

Alrededor del plató de Sant Cugat del Vallés donde se realiza el programa, se ejercía la política y se imponían decisiones de algunos ‘iluminados’ que parecían emplearse para la competencia. Algunos, incluso, terminaron en despachos de las televisiones privadas. Desde que Jordi Hurtado formuló su primera pregunta, ha pasado por la corporación José Antonio Sánchez, Leopoldo González-Echenique, Rosa María Mateo, José Manuel Pérez Tornero… ¿Alguno ha logrado frenar la decadencia de RTVE? En absoluto. Todo lo contrario.

Es curioso porque Isabel Raventós, que tiene relación profesional con Sergi Schaaff, el creador del programa, y ha compartido proyectos con el mismo, fue una de las favoritas para ganar el concurso que se convocó para elegir al presidente de la corporación. Alguno pudo pensar: si su perfil es técnico, tiene experiencia en el trato con grandes productoras, conoce a los héroes y a los villanos del sector; y le anteceden éxitos duraderos, podía ser una buena capitana para la televisión pública. No fue así. Alguien –y él lo sabe bien- se cargó su candidatura. El resultado de todo eso se puede apreciar al observar el 4,6% de audiencia del programa de María Casado. O la mala imagen pública que produjo el Benidorm Fest.

Si no se toca... funciona

Quizás Saber y Ganar sea el oasis imperecedero e incorruptible en el que España debió quedarse hasta fortalecer sus pilares. O hasta construirlos, pues ni siquiera es seguro que los haya. Quizás la televisión pública debió aplicar en todas sus parcelas el mimo y la paciencia por la que destacan los creadores de este programa, que ha evolucionado poco. Lo justo, al igual que todo lo artesano. Y todo lo que no se deja llevar por la tentación de la novedad y el avance, pues muchas veces no deben ser prioritarios.

Saber y Ganar es la mercería de toda la vida que cerró con la jubilación de su dueña. Con un escaparate de decoración inmutable y un catálogo de productos que no varió en exceso. Con una ambición que no fue excesiva. Que fue la justa y necesaria para pasar los días sin dificultad. Sin duda, a veces es mejor no arriesgar para conseguir hacer historia. Es lo que ha logrado este programa mientras una parte del país era destrozada por quienes hablaban de entrar en la Champions League económica, en el centro de decisiones de Europa y en la vanguardia de los derechos y libertades. Todo falso.

Chapó por ese espíritu y por ese espíritu tranquilo que los tontos pueden confundir con el conformismo, pero que no tiene nada de eso. Recemos porque nadie meta la zarpa en el programa. Difícil será. 

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