Medios

Cuando Sánchez dijo a Barceló que ahora... esto es una gripe

Dedicaron la última parte del año a amedrentar a los ciudadanos. A imponer medidas de dudosa eficacia, como los toques de queda, la mascarilla en exteriores o el pasaporte covid.

Dedicaron la última parte del año a amedrentar a los ciudadanos. A imponer medidas de dudosa eficacia, como los toques de queda, la mascarilla en exteriores o el pasaporte covid. Son los mismos que llegaron a plantear la posibilidad de proyectar en España las famosas 'arcas de Noé', que eran grandes instalaciones donde podrían recluirse los infectados de covid-19 que vivieran acompañados. Son los que incitaron a la población a llamar a la policía si su vecino paseaba al perro más veces de lo debido; y los que aconsejan test de antígenos para cada rutina social.

La Navidad la han dedicado a amedrentar. Sería erróneo utilizar otra palabra para definir lo que ha ocurrido. Los españoles han desayunado, almorzado y cenado cada día con informaciones sobre las colas -¡de asintomáticos! en los centros de salud, sobre flurona, sobre deltacron, sobre la cuarta dosis de la vacuna en Israel y sobre las UCIs. Entre medias, representantes ministeriales y presidentes autonómicos aplicando medidas desproporcionadas e inútiles que, por cierto, habrá que ver si se ratifican finalmente en el Parlamento.

Después de dedicar todo tipo de medios para procurar la infelicidad de los ciudadanos, el presidente del Gobierno aparecía este lunes en la Cadena SER para afirmar que este virus habrá que abordarlo a partir de ahora como una gripe. Y ya han surgido artículos en varias cabeceras que respaldan esta tesis. Un nuevo cambio de guion se ha gestado en Moncloa. España entra en una nueva fase. ¿Y qué ha cambiado? ¿A qué hecho concreto y fehaciente se debe este golpe de timón? Nadie lo sabe. Aquí todo mejora o empeora por arte de magia.

Es una política de comunicación que atenta contra la inteligencia y que ha seguido desde el principio una misma lógica: ante la incertidumbre de los Gobiernos central y autonómicos sobre la evolución de la pandemia -que esta vez coincidió con la Navidad-, se ha jugado a confundir para que, en caso de que la situación se desmadrase, pudiera culparse de todo a 'los irresponsables'. Y, claro, los tontos los señalan. Al principio, a los vecinos insolidarios; luego, a los jóvenes del botellón; después, a los antivacunas. Y a los chinos..

La estrategia siempre les ha salido bien: los medios hacen bien su papel de alertar y señalar. ¿Recuerdan aquella conexión de Antonio García Ferreras con la playa de La Barceloneta, que estaba vacía, pero en la que advertía de la presencia de insolidarios que se bañaban en el mar, pese a que estaba prohibido?

No hay esperanza

Escribió Víctor Frankl que el sufrimiento es, a veces, inevitable y que, cuando arrecia, las personas intentan aferrarse al clavo ardiendo. "Cuando hay que enfrentarse a una situación inevitable, inapelable o irrevocable, la vida ofrece la opción de aceptar el valor supremo, el más profundo, y aceptar el sufrimiento”. Para ello -incidió-, es necesario que encuentren sentido al dolor. Es decir, que consideren que sirve para algo.

En El hombre en busca de sentido cita el ejemplo de un médico que acude a la consulta de un psiquiatra -la de Frankl- con una profunda depresión, pues era incapaz de superar la muerte de su mujer. Tras escucharle, el doctor pregunta: ¿ha pensado en cómo se sentiría ella si se hubiera muerto usted? Fue una cuestión sanadora, pues el paciente concluyó que, de alguna forma, la pérdida que él había sufrido también le había ahorrado sufrimiento a su mujer.

La pregunta que se le plantea ahora a los ciudadanos es: ¿para qué sufrimos? ¿las restricciones sirven de algo? ¿hay vida después de la pandemia?

Los desaprensivos que trazan la política de comunicación de los gobiernos dejaron de pensar hace mucho en el sufrimiento de la gente de a pie, a la que no conocen. Con la que no se mezclan

Los desaprensivos que trazan la política de comunicación de los gobiernos -el de aquí y los de otros lugares- dejaron de pensar hace mucho en el sufrimiento de la gente de a pie, a la que no conocen. Con la que no se mezclan. Por eso, han tomado todo tipo de decisiones de espaldas a la realidad; y, por esta razón, no tienen ni el más mínimo reparo en comparar el covid-19 con una gripe común -y ómicron desde luego es similar- después de haber alertado durante toda la Navidad sobre la sexta ola y el espectacular crecimiento de la pandemia. Ferreras no escatimaba en adjetivos. Lo de siempre...

Y todo esto empezó el 24 de febrero de 2020, cuando la OMS difundió una recomendación en la que animaba a los gobernantes de todo el mundo a prepararse para la ejecución de confinamientos y medidas de aislamiento y seguimiento de los infectados. Entonces, los portavoces ministeriales y sus periodistas más próximos -o acríticos- dijeron aquello de que el miedo es más perjudicial que el coronavirus. Y ciertamente, era fácil caer en ese error porque anteriormente hubo alertas sanitarias que se sobredimensionaron -la crisis del ébola-, pero es que estos voceros se emplearon con la soberbia propia de quienes tratan de ocultar una realidad porque, desde el punto de vista demoscópico, no les viene bien.

Desde ese momento, las 'falacias comunicativas' y la propaganda han sido constantes. Pedro Sánchez afirmó el 10 de junio de 2020 que España había vencido al virus; y unas semanas después, cuando la tasa de positividad rebasó la barrera del 10%, las tertulias mañaneras comenzaron a señalar a los borrachos y a los turistas.

La pieza de Illa

Llegó a confinarse Madrid con un porcentaje de infectados que era menor del que se ha alcanzado en todas las comunidades autónomas durante la sexta ola. Todo, porque Salvador Illa debía acudir a las elecciones catalanas con alguna 'cabeza mesetaria' en el zurrón para demostrar de qué lado estaba. Entre medias, se vendieron las vacunas como el Bálsamo de Fierabras, sin tener en cuenta del efecto a largo plazo que ese discurso podría tener. Sobre todo -como ha ocurrido- en caso de que una nueva variante, como es la ómicron, disminuyera su efectividad.

Se ha utilizado la ciencia como excusa para imponer restricciones de todo tipo -que han generado la ruina en muchos casos-, pero se ha gobernado de espaldas al conocimiento cuando los intereses políticos lo aconsejaban. Y los medios, lejos de optar por una postura verosímil y racional, han optado por aterrorizar a la población. También por desinformarla, pues transformar una crisis sanitaria -sobre todo, tras el primer estado de alarma- en los juegos del hambre no es recomendable. Ni ético.

Habría que reclamar explicaciones acerca de quienes en las tribunas parlamentarias o en las mesas de tertulia defendieron la utilidad de el pasaporte covid, las arcas de Noé y demás atentados contra la libertad. Contra esa 'condición' que difícilmente puede garantizar a largo plazo ninguna norma, pues ha de pelearse en el día a día, dado que el poder nunca renuncia a abusar de su posición. Desgraciadamente, nadie pondrá en verdaderos apuros a todos estos irresponsables. Si es que hasta el PP quiere una ley de pandemias. Es todo un enorme desastre.

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