The Walking Dead va por su décima temporada. Con 17 años de emisión, la apocalíptica serie de zombis de AMC parecía envejecer bastante mal, con un par de temporadas soporíferas donde los caminantes casi desaparecieron para centrarse en las idas y venidas entre los pocos supervivientes a la plaga. Pero en esta edición la cosa se está volviendo a poner entretenida. Nada mejor que ver en estos tiempos luctuosos de coronavirus. Pero en España la audiencia prefiere Supervivientes 2020.
Al menos metafóricamente hablando existen evidentes analogías entre los muertos vivientes de la serie creada por Robert Kirkman y la realidad que nos está tocando vivir a cuenta del nuevo patógeno que ha cambiado nuestras vidas. Ya saben, el virus que empieza a propagarse entre la humanidad, con sus miles de seres infectados, su consiguiente pánico desatado entre quienes todavía no han sido contagiados y con su canesú.
El principal protagonista, en la serie y en la cruda realidad actual, es el miedo. Qué poderoso es y a qué velocidad se extiende, ¿verdad? Dicen que solo hay que temer al propio miedo, pero también dicen que este sentimiento es libre. Hasta los que al principio nos tomábamos el coronavirus con cierta guasa hemos pasado a estar acojonados, porque al miedo propio hay que sumar el miedo de los que te rodean. No hay escapatoria y hay que asumirlo.
Ninguna otra serie reflexiona mejor sobre el miedo del ser humano, sobre cómo nos paraliza y enloquece, sí, pero también sobre cómo nos empuja a cambiar y a mejorar, que 'The Walking Dead'"
Ninguna otra serie que un servidor conozca reflexiona mejor sobre el miedo del ser humano, sobre cómo nos paraliza y enloquece, sí, pero también sobre cómo nos empuja a cambiar y a mejorar, que The Walking Dead. Resultaría lógico que en esta época de epidemia sombría los españoles la vieran masivamente para pensar un poco en qué nos está pasando o, incluso, para prepararse para lo peor.
Sin embargo, lo que el público ve en España es Supervivientes: tierra de nadie. Los datos son esclarecedores. Como cada año, el reality de Mediaset está arrasando. Fue lo más visto este martes, con un 23% de share. Millones de personas quieren ver las luchas entre los concursantes que detalla con tanto tino Juan Rodríguez en este periódico.
¿Por qué la gente prefiere a los supervivientes de Mediaset y no a los zombis? No es por ese argumento elitista que dice que ese programa solo lo ven personas poco formadas, porque el público inteligente no se dedica cada noche a repasar películas de Tarkovski y Bergman. Tampoco es que los famosos que participan -¿quiénes son esas personas este año?- sean idolatrados por la audiencia. No es nada eso, es por comodidad.
Ambos productos, el uno mediante ese artefacto llamado "telerrealidad" y el otro desde la pura ficción, buscan entretenernos por la noche, cuando nos sentamos en el sofá a sumergirnos en otros mundos y a escapar del que vivimos. Ambos nos divierten al tiempo que nos retratan porque nos reconocemos en parte de lo que vemos. Ambos consiguen la célebre suspensión de la incredulidad por parte de los espectadores. Ambos son dos espejos. Pero resulta más cómodo mirar las frivolidades de esos famosos de saldo que observar el reflejo áspero de una sociedad amenazada por su propia infección.
O, lo que es lo mismo, preferimos Supervivientes por puro miedo.
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