-Esa soy yo. Decían 'a por la madre porque la niña está muerta', hasta que me dieron la vuelta y se dieron cuenta de que estaba viva.
-Lo increíble es que no os desangrarais.
-Porque se quemó. Las heridas se cauterizaron. (...) Salimos sin piernas pero vivas.
Así contaba Irene Villa a una estupefacta Samanta Villar su experiencia en el atentado de ETA de 1991 que a punto estuvo de matarlas a ella y a su madre, María Jesús González. Las palabras se entrelazaban con las terribles imágenes de aquel suceso que todavía hoy, casi treinta años después, cuesta digerir. Imágenes que, junto al testimonio estremecedor de la víctima, pudieron verse el pasado martes por la noche en el programa Samanta y la vida de que se emite en Cuatro.
Después de un largo viaje en coche, de escuchar a los familiares de Irene y de algunos otros encuentros, Samanta entrevistaba a Manuel Montaño, el fotógrafo que primero inmortalizó aquella escena dantesca provocada por los terroristas. En el archivo de ABC el propio periodista mostraba las crudas fotografías que tomó, contaba su experiencia y se emocionaba. Incluso, después Irene y Manuel se desplazaban juntos al lugar del atentado y reconstruían lo vivido.
La participación de esta conocida víctima de ETA en 'Samanta y la vida de' merece la pena por la fuerza de lo que dice y por cómo lo dice. Una historia de superación que eriza la piel, hiela el corazón y destierra el odio
Este programa es la prueba de que en la televisión a veces se emiten auténticas joyas que pasan inadvertidas. La participación de esta conocida víctima de ETA en Samanta y la vida de merece la pena por la fuerza de lo que dice y por cómo lo dice. Una historia de superación que eriza la piel, hiela el corazón y destierra el odio. Una muestra perfecta de lo que pasó y que se antoja necesaria justo ahora, cuando, a raíz del estreno de Patria, tanto se habla de la memoria sobre el terrorismo y tanto se confunden los términos sobre qué fue la banda de las tres siglas.
Esta entrega del espacio de Cuatro debería emitirse en todos los colegios. Para que los más jóvenes tengan conciencia de qué ocurrió. Para que vean con sus propios ojos la cara del horror. Y, sobre todo, para que el célebre relato sobre ETA no aparezca en televisión sólo como parte de una suerte de moda derivada del citado estreno de una serie que se antoja de éxito.
Se necesitan historias como la de Irene Villa, amén de no poca pedagogía y de más ficciones como 'Patria', para luchar contra la desmemoria
Se necesitan historias como la de Irene Villa, amén de no poca pedagogía y de más ficciones como Patria, para luchar contra la desmemoria. Ya contábamos aquí hace un tiempo que en la serie de Jon Sistiaga sobre la historia de la banda terrorista había un capítulo donde un grupo de universitarios mostraban su total desconocimiento sobre quién fue Miguel Ángel Blanco. Eso lo dice todo.
Por cierto, los medidores de audiencia estiman que vieron a Irene Villa y a su familia un total de 652.000 espectadores que corresponden a un 4,9% de share. A esa hora, los españoles preferían Masterchef Celebrity, con 2,5 millones de espectadores y un 21,8% de cuota de pantalla. Ese mismo día, por la tarde, vieron Sálvame 1,8 millones de ciudadanos (15,9%). Pues eso.
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