Estaban los periódicos de medio mundo empeñados en averiguar la influencia que tuvieron las noticias sensacionalistas -o inventadas- en la victoria de Donald Trump, cuando apareció en la prensa española una historia que, por lacrimógena y (aparentemente) desgarradora, conmovió a algunos influyentes periodistas y a una buena parte de los lectores. Es la relacionada con la desventura de la niña Nadia, enferma de tricotiodistrofia, un mal que sufren tan sólo unas cuantas decenas de menores en el mundo y que provoca que quienes lo padecen tengan achaques propios de un octogenario. Quien se ocupó de relatar la vida de Nadia fue su padre, Fernando Blanco, que aderezó la realidad con una buena dosis de imaginación y efectos especiales. Convirtió el drama en tragedia y exageró los hechos hasta extremos ridículos, lo que le salió rentable, pues en pocos días consiguió recaudar 153.000 euros.
La historia de esta niña de 11 años no es nueva, puesto el tal Fernando Blanco ya la contó en las televisiones hace un tiempo. Pero hace unos días volvió a la palestra cuando el periodista Pedro Simón le dedicó un reportaje en El Mundo en el que relataba la complicada existencia de Nadia y los grandes esfuerzos de sus progenitores para evitar un fatal desenlace.
“Ésta es una historia exagerada y hermosa. Porque esta es una historia de un amor desesperado”, afirmaba el texto, en el que se incidía en que la familia había gastado hasta ese momento 2,1 millones de euros en el tratamiento de la menor, que había implicado visitas al Centro de Investigación Aeroespacial de Houston o -agárrese al asiento- un viaje a Afganistán para, entre disparos, bombas y emboscadas, encontrar a un prestigioso genetista que estaba escondido en una cueva.
Destrozado, pero con un incontenible afán por salvar la vida de su hija, el padre aseguraba en el texto que había renunciado a tratarse el cáncer de páncreas -con metástasis en el hígado- que supuestamente padece. “No puede permitirse un día en la cama sin recaudar dinero para una hija a la que le falta tiempo”, añadía el periodista.
Ana Pastor, Jordi Évole, Ana Rosa Quintana o Belén Esteban expresaron su conmoción por la historia de Nadia y su padre.
El relato detallaba una vida tan penosa que rápidamente hizo saltar los resortes de varios periodistas y productores de televisión, que no dudaron en contactar con Fernando Blanco para proponerle aparecer en sus medios de comunicación. Durante los últimos días, la niña y su progenitor han aparecido en programas como el de Ana Rosa Quintana o en Más Vale Tarde, en La Sexta. Después de cada intervención, Twitter ardía y una buena parte de sus miembros -muy dados a apoyar la causas perdidas, lo sean o no- pedían soluciones para la familia o incluso colaboraban en la colecta.
“¿Hasta dónde llegarías tú si fuera tu hija?”, escribía en Twitter esta semana la periodista Ana Pastor. “Nadia, 11 años pero un cuerpo de 80. Su padre, con cáncer terminal, no se trata para seguir recaudando dinero”, explicaba Jordi Évole en su cuenta personal. Incluso Belén Esteban, 'La Esteban', animaba a sus seguidores a aportar unos euros para ayudar a salvar a menor enferma. La sociedad había vuelto a responder.
Los españoles se habían rascado el bolsillo para intentar que aumentara la esperanza de vida de una pobre niña que había recorrido medio mundo para intentar curarse. Sus padres, incluso, habían tenido que vender sus pisos en Madrid, Mallorca y Valladolid; su Porsche amarillo y “todos los objetos de su casa” para pagar el tratamiento. Una auténtica desgracia.
Nada es lo que parece
Este viernes, la unidad de investigación de El País reveló que una buena parte de lo que había contado Fernando Blanco no se ajustaba a la verdad. Lo hizo en una noticia muy similar -sospechosamente similar- a la que publicó Hipertextual el pasado 30 de noviembre, que venía a decir que ni la enfermedad de la muchacha es tan grave, ni el padre ha sido diagnosticado de cáncer en Barcelona, ni los 'prestigiosos genetistas' de los que hablaba existen. Que su viaje a Afganistán parecía ser una fantasía oriental y que en Houston no hay un cirujano vivo que recuerde haber operado a Nadia. Y, para más inri, que la sofisticada “manipulación genética prohibida” a la que se sometió a la niña en 2013, consistente en horadar su cráneo para 'resetear' su cerebro, es algo más propio de Robocop que de la vida real.
Visto el amplio catálogo de embustes que, supuestamente, ha contado, Pedro Simón, en un ejercicio de honestidad, ha pedido disculpas este sábado a sus lectores. “Yo decidí contar su historia al igual que -antes o después- lo hicieron todas las televisiones nacionales, la inmensa mayoría de los periódicos -incluidos los que ahora cuestionan la totalidad del relato-, las webs de información general y hasta varios medios de titularidad extranjera, entre ellos la BBC”, expone. Y añade: “Mis padres me enseñaron dos cosas que hay que decir: gracias y perdón. Yo quiero darle las gracias a mi periódico por dejarme publicar estas líneas. Y también pedirle perdón a los lectores de El Mundo y a los compañeros por un error impropio de alguien que lleva ejerciendo la profesión 25 años”.
En estos tiempos, en los que los medios de comunicación viven esclavos de la inmediatez y, en muchos casos, parecen obsesionados por ofrecer información al peso, ningún periodista está libre de ser víctima de una intoxicación o de publicar 'mercancía averiada'. Máxime en este tipo de historias “de interés humano”, con las que a una buena parte de los informadores les cuesta mantener las distancias y, entonces, bajan la guardia.
Lo cierto es que cada día son decenas de afectados por alguna circunstancia, amantes de las causas perdidas o pícaros con afán recaudatorio los que apelan a la generosidad de los internautas y les piden colaboración. Páginas como Change.org se mantienen con una buena salud gracias a esa forma de solidaridad. Los usuarios se registran, aportan sus datos y apoyan una determinada campaña y la empresa, llegado el momento, vende sus datos a terceras empresas para hacer caja. Cada dirección de correo cuesta 1,5 euros; y cada número de teléfono, 6 euros, según se explica en esta noticia.
El papel de la prensa
Otras veces, son los propios 'lobbies del buenismo' los que enarbolan el pabellón de la ética y las buenas formas; e inician defensas de causas que, disfrazadas de justas e impregnadas de sensiblería, alcanzan la categoría de verdad absoluta tarde o temprano, para alegría de quienes obtienen réditos de ello. Entonces, los medios de comunicación las incluyen en su agenda y se hacen eco de ellas casi a diario. Los guardianes de la dictadura de lo políticamente correcto y las redes sociales se encargan, mientras tanto, de orillar a quienes desconfían de los pilares sobre los que se asienta esa nueva verdad.
Todo este proceso, muy habitual, hace más daño a la sociedad que la historia falseada de Nadia, sea cual sea el fin que persigue el padre. Más incluso que las noticias impregnadas de la tan cacareada post-verdad. Pero resultan menos chocantes y están mucho mejor cocinadas.
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