El joven miembro del Partido Popular en Sant Cugat del Vallés Ignacio Fuentes tuitea a las 4 de la mañana del 11 de agosto: "Gran noche en la disco Carpas Costa Este en Calella de Palafrugell #CostaBrava". Como casi siempre, las respuestas que recibe no son amistosas: "Menudo gay de mierda", dice Jacob Francis en castellano. En catalán responde Anna: "has pagat la entrada amb un sobre... ja saps, això al que esteu acostumats...". Ibai sugiere que el miembro del PP ha esnifado cocaína: "Coño, parece de la buena, ¿a cuanto estaba el gramo?" mientras que Ric incide en la idea de que Fuentes ha tomado drogas: "Jo no sé que s'havia ficat pel nas, però aquests ulls el delaten". Es Twitter, todo vale.
Se trata solamente de un caso escogido entre muchos, seguramente mucho más graves. Twitter da cobijo a todo y a todos, a las cuentas oficiales de famosos (deportistas, actores o músicos), a los perfiles de partidos políticos, asociaciones, fundaciones o empresas, y también permite crear cuentas en las que es imposible identificar quién está detrás. Muchas de las cuentas más famosas del Twitter en español son de este tipo, pues se dedican a compartir chistes, reflexiones filosóficas o comentarios más o menos ingeniosos. Pero otras muchas de estas cuentas se utilizan con fines menos loables: insultar, hacer batalla política, desacreditar al adversario o hacer pública información que le pudiera hacer daño.
En Twitter no existe la censura y abundan los linchamientos ideológicos de todo tipo. Se permiten las cuentas anónimas, refugio para los que buscan generar ruido
Es la vorágine de la red social, una vía de comunicación en la que no existe la censura y donde abundan los linchamientos ideológicos de todo tipo. Muchos han decidido abandonar el barco, y el último caso sonado es el de Salvador Sostres. El escritor catalán, amante de la polémica y que se había encontrado en el ojo del huracán en alguna ocasión (como tras unas desafortunadas declaraciones en las que hablaba de la sexualidad de las niñas), no ha podido resistir sin embargo el linchamiento tuitero tras tener un rifirrafe con una dependienta de la FNAC. El 17 de agosto, Sostres cerraba su cuenta y lo hacía con estas palabras, escritas por cierto en Twitter: "Twitter me ha permitido conocer a 2 personas a las que considero mis amigos, y a una decena larga de lectores valiosos e inteligentes" (...) También a muchos fans, que halagan pero alimentan un ego estéril. (...) De algunos detractores también he aprendido, y vuela para ellos mi más sincero agradecimiento. (...) Pero salvo estas contadas excepciones, Twitter es la patria del tarado, el resentido y el enfermo. (...) Y los debates que se generan suelen ser artificiales y carecen de interés. (...) Para los que tenemos una vida agradable, con amigos inteligentes y buenos restaurantes, Twitter es una absurda y ridícula pérdida de tiempo".
Hace ya algún tiempo, fue David Gistau (periodista de 'El Mundo' posteriormente fichado por 'ABC' el que abandonó Twitter alegando motivos similares.
También fuera de España
Pero no crean que el fenómeno del 'trolleo' en Twitter ocurre tan sólo en España. En otros países, la actitud del tuitero es igual de censurable. Tomemos el ejemplo del artículo escrito este mismo lunes por el articulista Paul Mason en 'The Guardian': "¿Qué abandonaré primero, Twitter o Facebook?". Mason considera que "en estos momentos veo a Twitter depauperado moralmente y estoy considerando seriamente cuánto tiempo me mantendré en él". Asegura que el trolleo ha crecido en los últimos tiempos, y lo define como "completos desconocidos invadiendo tu timeline, anegándolo de obscenidades o -incluso peor- arrogantes instrucciones para que cambies tus ideas y "respetes la libertad de discurso".
El periodista británico Paul Mason cree que debería identificarse a los trolls y mediante listas, bloquearlos de forma masiva para que los usuarios 'normales' puedan seguir usando Twitter
Mason cree que sería un "desastre que Twitter llegara a ser disfuncional", y destaca cómo los trolls con los que él se ha encontrado atacan de forma preferida a las mujeres, tal vez porque "se queman con facilidad y reaccionan. Si no lo hicieran, nadie las provocaría", dice recogiendo las palabras de un tercero. El británico alerta de que muchos usuarios de nivel podrían abandonar la red social, "hartos del sexismo y el uso inadecuado". Por ello propone una solución "radical y colectiva", que se basaría sobre todo en detectar a los trolls e incluirlos en listas de usuarios bloqueados que la gente fuera compartiendo entre sí. Esta sería la manera de que "los nazis online junto con todos los locos pudieran habitar su propia red social hermética, mientras el resto de nosotros sigue dándole el uso que solía darle. "Sólo los usuarios pueden salvar" a Twitter, dice.
Ataque a Almudena Negro
Otro ejemplo de un ataque conjunto de trolls a un tuitero de derechas lo podemos ver en el caso de Almudena Negro, una periodista ligada al grupo Intereconomía que también ha denunciado recientemente el ataque de lo que ha denominado la 'Checa 2.0'. En este artículo, la locutora asegura que "la turba de tontos 2.0 que vegeta escondida detrás de seudónimo, más conocida como Trolls o Trolles, no me perturba lo más mínimo". Negro escribe que "la semana pasada decenas de ellos, en lo que se suponía sería un linchamiento 2.0, me dedicaron todo tipo de insultos en Twitter (...) La tarde y la noche, que por la mañana duermen la mona, fue toledana. Pero retrató a la perfección el estado moral en que se encuentra la extrema, o no tanto, izquierda. El 80% de los insultos lo fueron de corte sexista. De esos irreproducibles y que destilan un machismo que la izquierda dice despreciar y denuncia siempre que venga del PP, pero cuyos seguidores más radicales practican con fruición, afición y convicción". En este punto, Negro coincide plenamente con Paul Mason.
Los casos son múltiples, aunque los trolls relacionados con la izquierda parecen haber tomado ventaja en los últimos tiempos, también hay muchos casos de trolleo de derechas, como los muy recientes hechos a UGT de Castilla-La Mancha con motivo de la muerte de Rosalía Mera.
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