Es jueves y comienza El Intermedio' en La Sexta. Su presentador, 'el gran Wyoming', aparece en escena para contar la anécdota de unos botánicos soviéticos que murieron de hambre en plena Segunda Guerra Mundial, porque consideraron que el banco de semillas y frutas que custodiaban, en Leningrado, sería fundamental para evitar hambrunas entre la población tras el conflicto.
A continuación, aparece la imagen del cantautor canadiense Neil Young, quien amenazaba hace unos días a la plataforma Spotify con retirar sus canciones si no accedía a eliminar un podcast antivacunas. “Esto va sobre sacrificios”, decía Wyoming. “Los valores no alimentan, pero hay que mantenerse firme en la defensa de unos principios sólidos”. Palabra del Señor, te rogamos, óyenos.
Algo pasa con el popular presentador de televisión que cada vez tiene menos capacidad para enganchar a la audiencia. Quizás es por el desgaste de su programa, que lleva desde 2006 en antena. O quizás porque el magacín de Pablo Motos es más variado y tiene un presupuesto mayor. O quizás porque el humor sesgado que practica el showman madrileño es menos efectivo cuando gobierna la izquierda y la mayoría de los ataques siguen dirigiéndose hacia la derecha.
Todo hay que decirlo: la verdad es que en el Partido Popular se lo ponen fácil a los sátiros. De hecho, el programa de Wyoming mostraba el pasado jueves unas imágenes de Pablo Casado en las que hablaba del dato del paro. Lo hacía delante de algunas decenas de ovejas y, mientras reflexionaba sobre macroeconomía, se escuchaba de fondo un balido con un nivel de decibelios muy similar al de la voz del político. Es muy difícil que las cotas de vergüenza ajena se incrementen por encima de lo que se ha apreciado estos días durante la campaña por ganar el voto del campo castellano. Wyoming tiene un filón ahí..., pero ni aun así mejora la audiencia.
La audiencia de Wyoming
Según los datos de Kantar Media, El Intermedio registró durante 2017 una cuota de pantalla de 10,1 puntos, con 1.873.000 espectadores de media en sus 153 emisiones. Ese año, La Sexta logró un share de 6,7 puntos, por lo que se puede decir que Wyoming superaba con creces los resultados globales del canal donde trabaja.
En 2021, el seguimiento medio de su programa fue del 8,2% y de 1.331.000 televidentes, mientras que el general de La Sexta, del 6,4%. Hace cinco años, El Intermedio mejoraba en 3,4 puntos el resultado de la segunda cadena de Atresmedia. Actualmente, en 1,8%.
En otras palabras: todavía está por encima de la media, pero destaca mucho menos. Y, por el camino, se ha dejado 540.000 espectadores. Un 33% del total. No es moco de pavo. En esta estadística, por cierto, no figuran las repeticiones habituales de Semana Santa, verano y Navidad, cuya audiencia no es mayor que la de los programas 'de estreno'.
El Intermedio y Roures
Este programa de Atresmedia y Globomedia (Jaume Roures) no ha variado mucho su fórmula durante los últimos años. El presentador comenta con un toque ácido las noticias del día, mientras se intercalan vídeos con gags y se despliegan las intervenciones de colaboradores habituales, como Dani Mateo.
Los objetivos de sus misiles siempre son los mismos; y la moralina con la que Wyoming aliña algunas de sus intervenciones ya resulta repetitiva. Se puede decir que no se ha preocupado en exceso por evolucionar la fórmula, por lo que suena como de 'primer curso de izquierdas'. Proletariado de 0 a 3 años.
Tampoco parece que le importe mantener esa actitud tan habitual en algunos humoristas, que es la de alternar los chistes con las soflamas. Por eso, Wyoming hacía un llamamiento al diálogo entre los políticos en el citado programa. Todo, para pedir la aprobación de la reforma laboral. "Es la primera en democracia que no recorta derechos, sino que los amplía", afirmaba.
Estamos ante lo de siempre: cuando se expresan con el contrario -y están en su derecho-, utilizan fuego a discreción, pero, cuando se trata de hablar del 'propio', el 'simpático' o el 'convenido', son respetuosos y tratan de pastorear a la audiencia hacia esa opción.
Tampoco conviene verter todas las culpas sobre este programa, pues, ciertamente, la televisión atraviesa una crisis de audiencia importante. La mayor en las últimas tres décadas. Los 206 minutos por persona y día de consumo lineal dejan claro que los ciudadanos, cada vez más, optan por las nuevas formas de consumo audiovisual, como las Netflix, Amazon Prime Video o HBO.
Pero también es cierto que cuando una fórmula no se renueva, y cuando ofrece una ración de política similar a la de los programas que se han emitido desde las 8 de la mañana, es normal que cause cada vez más rechazo en la audiencia. Y, claro, cuando gobierna la izquierda y el discurso sigue igual, pese a que la sátira siempre se ha caracterizado por golpear al poder, se pierde credibilidad y, como ocurre en este caso, gracia.
Sólo cabe esperar que si algún día su pagador decide innovar en esa franja de programación y retirar El Intermedio, la reacción de quienes lo hacen no sea igual que la de aquellos que la emprendieron contra la censura en Movistar Plus cuando prescindió de Andreu Buenafuente. Aquella situación la retrataron casi como una caza a los humoristas de izquierdas por parte de los directivos de Telefónica. El otro día, se anunciaba la contratación de Dani Rovira por la plataforma. Sus voces no se han escuchado. No se cansan de equivocarse.
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