Alba es una joven educadora infantil que vive en Valencia y que el pasado 29 de febrero denunció en Twitter el acoso en Whatsapp de un repartidor de MRW:
@MRW_clientes deberiais hacer una mejor selección de trabajadores, que luego pasa esto. Mi privacidad dónde está? pic.twitter.com/DaMCfmF1S7
— Albatar (@albatardellum) February 29, 2016
De alguna u otra forma (no legal) el empleado de la compañía de mensajería había utilizado su teléfono para intentar establecer una conversación no solicitada. Utilizando una posición de autoridad que como poco incomoda a su víctima y que es un delito específico en el artículo 172 del Código Penal.
El repartidor, un hombre absolutamente desconocido, conoce tu dirección y probablemente tus horarios, sabe tu teléfono, te ha visto la cara e intenta aprovechar información confidencial para su disfrute. No hay ninguna excusa en el mundo para justificar este comportamiento. Ni siquiera si es amable o decoroso. Alba no tiene por qué saberlo. No tiene por qué aguantarlo.
A pesar de ello muchos de los comentarios al tweet y su posterior publicación en Facebook fueron demenciales. Justificando la acción o disculpando el acoso. Lo peor del maremoto es el agua y toda la mierda que mueve...
La sosa es ella por no tomarse el robo de datos personales —y su posterior utilización por parte de un desconocido— con sentido del humor. O la estrecha. ¿Por qué no dejar al chaval que pesque tranquilo?¿Acaso no lo hace en la discoteca?
O la víctima es el repartidor. El pobre puede perder su puesto de trabajo por una tontería así. Quizás tenga familia e hijos que mantener y le jodas la vida. La otra vida, familia o miedos de Alba nos importan un carajo.
También hay mujeres que disculpan al agresor. Esa parte del machismo condescendiente que da argumentos y alimenta la misma mano que luego le da golpes. “A mi me pasó, eres débil por no aprender a evitarlo”.
Es el machismo enquistado, donde el hombre puede permitirse ‘ciertas licencias’ para cortejar a su víctima que debe asumir su papel y disculpar cualquier atisbo de soberbia sexista.
El problema que no ven muchos es la doble posición de autoridad. El repartidor te conoce y sabe todos los datos de la mujer acosada… y eso le coloca en una posición de ventaja ante una posible denuncia o reproche. El miedo, como siempre, como arma para defender su cobardía.
Hemos intentado hablar con MRW para conocer su versión del incidente y saber qué tipo de medidas han tomado con su empleado pero han declinado la invitación, y han contestado después de la publicación de este artículo.
Nos comentan que el caso depende de una franquicia y que tienen que investigar y averiguar lo que ha pasado antes de tomar ninguna medida. Hay un contrato de confidencialidad y secreto profesional con los franquiciados que deben de cumplir todos sus empleados. Si todo depende de la palabra de Alba y del mensajero, es probable que no pase absolutamente nada. Y ese es el gran problema. Pensar que aquí solo hay un delito contra la Ley de Protección de Datos.
@MRW_clientes Se acaba de poner en contacto conmigo para ofrecerme protección , pedirme disculpas y van a tomar medidas. De algo ha servido.
— Albatar (@albatardellum) March 1, 2016
Todo esto no es la primera vez que ocurre. La nuevas redes sociales y WhatsApp facilitan este tipo de comportamientos porque favorecen el anonimato del acosador que aprovecha el disfraz de un avatar para intentar ejercer una posición dominante.
Hablamos con Arikel, @sicksaddaria en Twitter. Hace un año tuvo una experiencia similar. Desde entonces, nos confiesa, cierra con doble llave la puerta de su casa. Eso, probablemente, no lo sepa su ‘ingenuo’ acosador. Ese que se divertía usando datos confidenciales para intentar ofrecer ‘sus servicios’... y lo que salga. Repugnante.
@albatardellum me pasó lo mismo con un repartidor hace un año justo y se la inseguridad y lo mal que se pasa, ánimo! pic.twitter.com/gRhb4vfiag
— Arikel (@sicksaddaria) February 29, 2016
Ella no tuvo tanta suerte como Alba, los hechos ocurrieron después de la fiesta de Reyes de 2015. Fueron varios los repartidores que sirvieron a su casa distintos envíos durante esas fechas y no fue capaz de identificar al que luego le puso el mensaje y poder así denunciar su comportamiento a la compañía correspondiente:
“Si hubiese sabido quién era fijo, hubiese reclamado, pero no me la quería jugar después del susto y sabiendo que todas tenían mis datos” nos cuenta Arikel.
No hace falta ir muy lejos para encontrar decenas de casos como estos. En aplicaciones de compraventa o de juegos en la red, donde hay posibilidad de chatear entre vendedor, comprador o jugadores, se producen constantemente.
Se empieza intentando ligar…
Atención a la conversación de wallapop donde me interesé por unos pufs. La gente no pierde tiempo! Al ataqueeeel! pic.twitter.com/Z9A3EDYE6E
— lalupa (@MrsLalupa) November 20, 2015
Consejo: nunca agradezcas un cumplido en juegos del móvil xq te puede pasar esto #acoso #TeHuelenLasManosASoledad pic.twitter.com/93UflUQhYq
— Noelia Ƹ̵̡Ӝ̵̨̄Ʒ (@NoeLIAkeyring) November 9, 2013
...y como no suele funcionar muchas veces se acaban las tibiezas.
Zasca sin florituras
(imagen cedida por MARINA MUÑOZ).
Para más Wallapuff visita https://t.co/LoDSEwUwMZ pic.twitter.com/GR1YoXClQn— Wallapuff (@Wallapuff) February 29, 2016
Otras veces, tras publicar tu número por una buena causa, no recibes más que mensajes de acoso y derribo (con contenido pornográfico).
https://twitter.com/Brigitte_ayw/status/702173933928378368
Muchas de estas situaciones no llegan a la categoría de acoso pero ponen los cimientos para dejar a sus víctimas en una situación de vulnerabilidad que les obliga, muchas veces, a borrar sus cuentas por asco/miedo; limitando su presencia en redes sociales y coartando su libertad.
Quizás si todo esto te parecen meras anécdotas de barra de bar o discoteca es porque también formas parte del problema.
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