El 21 de diciembre de 2017, un usuario llamado David Smith pedía a Elon Musk que comprase Twitter después de que Elon hubiese tuiteado que le encantaba la red social. Ahí empezó a fraguarse uno hito que iba a cambiar el rumbo de este siglo. Musk compró Twitter por dos motivos. Uno comercial: aspiraba a crear una especie de app total que se utilice como red social, mensajería instantánea y red de pagos, al estilo de algunas aplicaciones chinas como WeChat. La ‘chinificación’ de Twitter ya es evidente por ejemplo en la tira de reels en los que los ‘influemierders’ compiten por conseguir nuestra atención durante diez segundos, al estilo TikTok.
El segundo motivo era ambición de poder. Twitter era el medio de comunicación más importante del mundo, más influyente que cualquier televisión o periódico. Jack Dorsey (el antiguo CEO de Twitter) y Mark Zuckerberg estaban convirtiendo a Facebook y Twitter en máquinas propagandísticas progresistas bajo la excusa de combatir las fake news. Habían contratado miles de moderadores para borrar bulos y mensajes de odio. El problema es que ellos decidían qué era un bulo y un mensaje de odio.
Musk se tomó la compra de Twitter como una batalla por la libertad de expresión y ahora mensajes filonazis campan abiertamente en su red. Musk es multimillonario y un visionario pero también un ser humano, y como todos los seres humanos no es más que los traumas que arrastra. El suyo es haber roto la relación con su hijo Xabier, que de adolescente empezó a hormonarse y ahora es una chica trans llamada Vivian. El magnate acusa al virus woke de haber adoctrinado y destruido a su hijo. Ahí Musk padre, empezó a transicional de progresista que apoyaba públicamente a los demócratas a derechista que aporta 45 millones de dólares mensuales a la campaña de Trump.
Trump ha vuelto a Twitter, del que fue baneado en 2021 por incitar a la violencia en esa época en la que Twitter actuaba como la Santa Inquisición. El martes fue entrevistado por Musk en un Space (una charla de audio). Una entrevista que fue un masaje con final feliz. El ex-presidente no dijo nada nuevo, pero sí presumió de tener a 60 millones de personas escuchando, cuando el contador que aparece en la aplicación sólo mostraba 2 millones.
La compra de Twitter ha normalizado mensajes que hace unos años eran motivo de cárcel y ha movido a la derecha la ventana de Overton, ese espacio que decide qué ideas políticas son aceptables socialmente y cuales no. Hoy quería empezar con esta reflexión: la compra de Twitter va a ser el hito político que cambie el rumbo de esta década. Pero esta sección va también de memes y esta semana han arrasado los de la viruela del mono.
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