El gobierno ha presentado esta semana su plan España 2050, con el que espera eliminar todos los vuelos nacionales y reducir drásticamente el consumo de carne para esa fecha, es decir, lo que ya hemos conseguido países avanzados como Corea del Norte con 30 años de antelación. Lo ha presentado en mitad de un conflicto diplomático con Marruecos, el primero desde que en 2002 casi llegan a la guerra por un pedrusco lleno de cabras llamado el Islote del Perejil, un guión que no se le hubiera ocurrido a Francisco Ibáñez.
La frontera europea y africana está separada por un pedazo de mar, no muy grande, pero suficiente para que sólo lo pueda cruzar a nado David Meca. Pero a España se le ocurrió en su momento apoderarse de dos pedacitos de tierra en mitad de África porque está en el carácter español complicarse la vida innecesariamente.
El conflicto se inició entre sextos: Mohamed VI abrió la frontera con Ceuta y Felipe VI contestó no parándose en el stand de Marruecos en Fitur a pesar de que había alfombras y teteras a buen precio. Y se puede decir que se ha saldado con una victoria por la mínima, España 2050 - Marruecos 2051. Resulta curioso que los países europeos hayan descuidado la defensa de sus fronteras, cuando los países que ya hemos cumplido los Objetivos 2050, como la República Democrática de Corea, las custodiamos con ametralladoras y alambradas electrificadas para que no se nos cuelen los surcoreanos huyendo del capitalismo.
De Marruecos y de España 2050 se ha hablado en Twitter estos días, especialmente de un gráfico maravilloso del informe que explica cómo el país va a desviarse de un futuro mediocre a uno top.
El otro gran conflicto internacional es el ya clásico palestino-israelí, el David contra Goliath en el que Israel es a la vez David y Goliath. Parece que las hostilidades han cesado y, además, este fin de semana tenemos esa gran cumbre europea de la diplomacia que se celebra cada año, Eurovisión, donde Israel podrá limar asperezas repartiendo puntos para correr un tupido velo sobre los civiles asesinados. Que Israel o Australia participen en Eurovisión es como cuando invitaron a España a una cumbre del G-8 o cuando nombraron ministra a Irene Montero.
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