Ni siquiera tras la muerte de Cayetana de Alba han cesado las polémicas que le acompañaron toda la vida. La duquesa más rebelde que ha conocido España -término para nada real; hubo otras aristócratas mucho más guerreras, aunque Cayetana fuera la más mediática- hizo lo que le salió de la tiara en todo momento, levantando ampollas entre su propia familia, las instituciones más tradicionales del Estado y todo el que se le pusiera por delante, y así ha continuado tras su fallecimiento. Tras poner en jaque a la Familia Real, que tuvo que justificar la criticada ausencia de los reyes eméritos en el primer funeral -se reservaron para la ceremonia madrileña-, y a su círculo de amistades más íntimas, que se vio desplazado en las despedidas por un supuesto enfrentamiento con los hijos de ésta -de Carmen Tello no hubo ni rastro-, ahora le toca a su viudo, Alfonso Díez.
Cayetana quería para su marido una jubilación acomodada, con un pequeño patrimonio inmobiliario y una asignación mensual
El funcionario convertido en duque consorte tuvo que arrodillarse ante la todopoderosa máquina de los Alba antes de casarse con la duquesa. Renunció a todo y se comprometió, vía capitulaciones matrimoniales, a cuidar de ella en caso de enfermedad o minusvalía -y luego todavía nos extrañamos de las exigencias en materia sexual que imponen las estrellas de Hollywood-, y parece que lo hizo con gusto. El problema es que, mientras los deseos de los hijos sí se cumplieron a rajatabla, parece que las últimas voluntades de la duquesa se quedarán en nada. Cayetana quería para su marido una jubilación acomodada, con un pequeño patrimonio inmobiliario -quería dejarle uno de sus pisos, que se unirían a los que ya posee en Sanlúcar de Barrameda y Madrid- y una asignación mensual muy superior a lo que podría acceder como funcionario del Estado. Pero esto no queda reflejado en el testamento de la duquesa.
Apertura del testamento
La apertura del último de los testamentos de Cayetana se produjo unas semanas antes de Navidad y no supuso ninguna sorpresa para los herederos, de acuerdo con La Otra Crónica. El reparto de la herencia quedaba consignado en los términos que para ello prevé el Código Civil, asignando a su marido el usufructo universal sobre un tercio de la herencia -la propiedad pasaría a los hijos, que no podrían privar al viudo del disfrute de los bienes que le correspondan de por vida-. Los hijos de la duquesa, además, podrían optar entre dejar el usufructo de los bienes a Alfonso o capitalizar lo que le corresponda -un tercio de la herencia- y entregárselo en propiedad. Todo esto teniendo en cuenta el reparto que se hizo en vida de la Duquesa de gran parte de sus bienes para que ésta pudiera formalizar su apasionado amor. ¿El resultado? Alfonso se alejaría de los Alba con las cuentas corrientes más saneadas y, posiblemente, con alguna que otra obra de arte debajo del brazo -de las que no estén adscritas a la Fundación Casa de Alba, claro-.
¿Fueron sinceros los besos y abrazos entre hijos y viudo en los funerales?
Pero, ¿cómo casan las capitulaciones matrimoniales con el testamento de la duquesa? ¿Qué prima legalmente, la renuncia a todos sus derechos como duque viudo firmada antes del matrimonio o el testamento de la duquesa? ¿Podría Alfonso levantar el hacha de guerra y tratar de conseguir el acuerdo que le resulte económicamente más rentable? Sin duda, pero no parece que esa sea la intención del funcionario. El marido de la duquesa, ni puso pegas cuando el reparto en vida de la herencia, ni resulta previsible que lo haga ahora. ¿Qué pensarán aquellos que dudaron de sus intenciones como toy boy de la aristócrata con más títulos del país? ¿Se habrán convencido ya de su falta de intenciones o continuarán pensando que aún está a tiempo de jugar una última baza? ¿Fueron sinceros los besos y abrazos entre hijos y viudo en los funerales? ¿Existe el amor detrás de todo esto?
2015, el año de Alfonso Díez
Por el momento, Alfonso ya ha dejado su palacio conyugal, propiedad ahora del nieto de la duquesa, y ha pasado las navidades con sus hermanas, alejado de la familia de Alba -que le invitó a cenar el día de Nochebuena con ellos-, origen y remedio de todos sus quebraderos de cabeza. Este 2015 será el año del duque viudo. El año en que le veremos remodelar su vida de viajes y lujos a una situación más austera dentro del privilegio. El año en que hablaremos de su primer acto como socialité. ¿El año en que le veremos hablando de todo, con cautela y corrección, desde las páginas de la revista ¡Hola!? Pueden estar seguros. Alfonso empezó su andadura como viudo ente rumores infundados que le situaban como amante de la reina Sofía -sin duda, el progreso lógico que seguiría a su romance con la duquesa- y la continuará como uno de los solteros de oro del panorama nacional.
Queda por ver si la alta alcurnia está dispuesta a aceptar a Alfonso entre sus filas.
Tengan claro que, durante los próximos meses, veremos cómo los grandes caballeros de nuestro entorno empiezan a adoptar las maneras curiosas y respetuosas de don Alfonso -su nuevo apodo-, propias de un caballero de otro siglo pero tocadas de las gafas de sol más modernas de la aristocracia española. Un nuevo uniforme de americana, pañuelo y pantalones ajustados se aproxima a la alta sociedad. Lo que ya no sabemos es si esta alta alcurnia está dispuesta a aceptar a Alfonso entre sus filas. ¿Crearán una plataforma de nobles anti-Alfonso como ya hicieron con la actual reina Letizia? ¿Les hará un 'corte de mangas' el nuevo Duque viudo para aliarse con Carmen Lomana? ¿Qué pensará Juan Carlos Monedero de todo esto? Como ven, el 2015 se presenta interesantísimo. Mucho más que la vida sexual de Alberto Isla. Y eso es mucho.
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