A punto de cumplir 61 años-lo hará el próximo 18 de marzo-, Ana Obregón ya no es la estrella que un día fue. Ya no presenta programas, ni parece haber espacio en las portadas de unas revistas que ahora prefieren los posados en la playa de María Patiño. Ya no hay cabida para ella en numerosos eventos de la jet set, como antaño. Pero Anita Obregón, esa que un día posaba como nadie en bikini; esa que desfilaba con siete niños en una serie de televisión; esa que presentaba sin cesar programas de varietés con Ramón García y su capa de año nuevo, no se rinde.
Poco a poco, la actriz, presentadora y bióloga ha querido alimentar polémicas para volver a ser lo que siempre quiso ser: el centro de atención. La primera, el supuesto rebote que se cogió cuando su ex, Alessandro Lequio, no le contó que iba a ser padre otra vez (¡Se entero por las revistas! Qué desfachatez); La segunda, cuando negó un pasado affaire con Bertín Osborne (¿Yo con ese?); Y la tercera, cuando le dio el chungo que la llevó a cancelar una de sus funciones en el teatro de La Latina.
Lequio: “Fue ella quien me liberó de la pensión”
Sofocos. Es el título de la obra que representa, y el que le viene al pelo en los días que corren, porque Anita Obregón cobra, según cuenta la citada publicación, solo 300 euros por función. Una retribución que al mes se le queda en 3.000 euros netos. Mucho, dirán nuestros lectores. Pero poco para ella. Insuficiente para la que un día fue protagonista de nuestros corazones; la misma que un día renegó de Facebook porque a ella no le hacía falta ser el centro; la misma que cobraba cifras millonarias por exclusivas que incluso llegaban a interesar; la misma que peleó como una gata contra Silvia Marsó por quedarse en la ficción de Ana y los siete. Porque Ana era ella, y no había más Anas en el mundo, que ella.
No le ha faltado tiempo, en tal desdén económico, de recordarle a su ex y padre de su hijo que nunca le ha pasado la pensión. Pero Lequio padre también tuvo respuesta para la estrella estrellada, y es que según sus palabras, “fue ella misma quien, en su momento, le liberó de esos pagos”.
Otro error que pudo pasarle factura, como el de su marcha a Estados Unidos. Una marcha que, según ella, era para estar cerca de su hijo Álex, que se matriculó en 2011 en la Universidad de Duke (en Carolina del Norte), quizá para aprender, entre otras cosas, a hablarle a los micrófonos en lugar de morderlos.
Y después de tanta marcha, dime y direte, Ana ha querido volver al candelero español. Ese en el que los errores pesan y en donde ya no se la acepta como antaño; ese en el que ella ha tenido que hacer unas piruetas nunca antes vistas –ni si quiera en la barra de un puticlub, la de Ana y los siete-; ese en el que se ha visto obligada a reconciliarse con su archienemiga, Antonia Del’Atte, para que se vuelva a hablar de ella.
¡Si es que no se puede ser tan buena, Ana! Pero sí tan diva, aunque ahora te salga caro.
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