¿Quién le iba a decir a Fran Rivera que acabaría repitiendo los mismos patrones que Belén Esteban? El torero, tan poco amigo del entorno Sálvame y de todo lo que tenga que ver con la crónica social -excepto para posar en ¡Hola! cuando así lo considera oportuno-, ha terminado viviendo en carne propia el drama que protagonizó la de San Blas cuando el Defensor del menor de la Comunidad de Madrid puso la atención sobre la exposición que hacía la colaboradora de su hija Andrea. No quedó entonces nadie que no hablase de la pobre Andreíta, como tampoco ha quedado nadie ahora que no se pronuncie sobre el 'affaire Rivera'.
Rápidamente, la plana mayor del toreo se ha lanzado a defender la posición de Rivera, compartiendo en redes sociales fotografías de ellos mismos toreando con sus retoños. Como si hacer algo extensivo fuese motivo para darlo por normal. Como si un piloto de Fórmula 1 justificase la presencia de un niño dentro de su coche en plena competición con imágenes de otros niños dentro de otros coches. Deberían ser conscientes los toreros, tan aficionados a decir orgullosos que se juegan la vida en cada corrida, que un animal no deja de ser eso, un animal, y puede descontrolarse en cualquier momento. ¿Acaso nunca han sufrido un percance cuando no lo esperaban?
“Olvida el torero como la colaboradora, que el interés de los menores debe de estar por encima del de sus padres”
La defensa de Fran Rivera ante este inesperado revuelo ha sido tan endeble como la que esgrimió Belén Esteban durante su propio 'via crucis'. 'Mi hija no está mejor en ningún sitio que en los brazos de su padre' podría ser el nuevo 'mi hija es mía y hablo de ella cuando quiero'. Dos forma diferentes de acabar en el mismo planteamiento. Olvida el torero, como olvidó la colaboradora, que el interés de los menores debería estar por encima de lo que sus padres quieran o dejen de querer. Claro que ha habido toreros con sus hijos en el ruedo antes, como ha habido famosos hablando de sus retoños, pero eso no significa que esté bien, como tampoco supone que siempre esté mal. Por supuesto que su padre no ha quiero ponerla en riesgo. ¿Acaso alguien lo duda?
Cuestión distinta es que la aparición del Defensor del menor, sea de una comunidad o de otra, en asuntos como éste resulte también sorprendente. Asistimos diariamente a decenas de situaciones gravísimas que afectan a menores y no percibimos tanto interés por parte de la institución como en los asuntos que afectan a famosos. ¿De verdad es necesario que Fran Rivera termine declarando ante la Fiscalía? ¿Hubiese actuado de la misma forma el Defensor si la fotografía hubiese pasado más desapercibida? ¿Por qué no lo hizo cuando los demás toreros también torearon con sus respectivos hijos? Al final, parece que la cultura viral en la que vivimos acaba colándose incluso donde no esperábamos.
Todo hace prever que el caso Rivera terminará archivado como el caso Andreíta. Una anécdota de la que nadie se acordará pasados unos pocos meses. ¿Aprovechará su padre para hacer un posado con entrevista cuando todo el revuelo judicial termine? Si algo hemos aprendido de los famosos es que de un mal trago siempre consigue sacarse algo positivo. Fran reapareció después de su último y grave accidente y puede volver a hacerlo después de este periplo. Lo comprobaremos en los próximos meses. Ay, los Rivera, nunca descansan.
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