Antes de nada, no se lleven las manos a la cabeza. La distancia física y la tendencia a engrandecer todo lo que viene de países o capitales a las que otorgamos cierto prestigio nos impulsa a pensar que lo nuestro es peor, pero no siempre es así. ¿Qué diferencia hay entre Kim Kardashian y Belén Esteban? Pues una cuenta corriente más abultada y una melena menos rubia -en otro momento hubiésemos dicho que un trasero menos contundente, pero ahora ya ni eso-. Ambas socialités han labrado su vida gracias a un encuentro sexual -una en la intimidad de Ambiciones y otra en una cama que vimos todos gracias a una oportuna filtración-. A partir de ese momento, todo han sido apariciones televisivas, programas propios, reportajes, sesiones de fotos y posados con poca ropa, una para Playgirl y otra para Interviú. Entonces, ¿por qué nos parece lógico que Kim acuda a la semana de la moda de Nueva York y nos escandalizamos por la presencia de la Esteban en la de Madrid?
Posiblemente, Belén Esteban acabe comprando más ropa de David Delfín -el diseñador que la invitó a su desfile- que la mayor parte de las blogueras de moda que acuden a cubrir el evento. Posiblemente, Belén Esteban ha conseguido posicionar en el mapa de la actualidad un desfile que podría haber pasado desapercibido entre otras propuestas, como la de Duyos y sus bailarinas, que han acaparado más atención de los medios. Probablemente, Belén Esteban ha contribuido a acercar el trabajo del diseñador a un público hasta el momento desconocido.
¿Esto se traducirá en ventas? Seguramente no, pero permanecer en un triste segundo plano tampoco es una opción y menos en el sistema actual de desfiles, donde las gradas se llenan de famosos, amigos y conocidos, en lugar de potenciales clientes, distribuidores y cazatalentos internacionales. Así no hay forma de levantar el negocio.
La semana de la moda es más espectáculo que otra cosa
Pero no se solivianten, a la semana de la moda madrileña puede ir cualquier persona. No crean que es un mundo exclusivo, donde las invitaciones circulan bajo mano y los asientos disponibles se cubren con personalidades influyentes en el sector. Nada de eso. Sorteos, regalos, peticiones a través de Facebook, todo vale con tal de sentirse arropado y copar el front row de celebrities que atraigan la mirada de las cámaras. No importa si nunca han sido clientes, o si nunca lo van a ser, el negocio en Madrid no está presente. Como tampoco lo está el soporte para los jóvenes diseñadores. Tan solo tienen que echar cuenta de los profesionales que han saltado de 'El Ego', la pasarela de nuevos creadores, a la sección oficial, y ya les aseguramos que les sobrarán dedos en las dos manos -y aún en ese caso, deberían pensar también en el apoyo que han tenido detrás para dar este paso-. Si no apostamos por lo nuestro, ¿quién lo va a hacer?
La moda, quieran algunos o no quieran, se ha convertido en un espectáculo que necesita de su pequeño hueco de presencia mediática en una sociedad saturada de información. La moda, igual que muchas otras disciplinas, sufre las exigencias que provocan las redes sociales, donde la inmediatez es mucho más importante que el contenido. La moda, por muy paradójico que resulte, ha terminado asociada a apellidos que no tienen nada que ver con la industria.
Para el gran público, Paula Echevarría es moda, Sara Carbonero es moda y, desde luego, Belén Esteban puede ser moda. ¿Qué las diferencia a unas y a otras? ¿Estilo propio? Ninguna tiene, o al menos, sus estilistas no nos dejan verlo. ¿Conocimiento del negocio? No más allá de acudir a una tienda u otra. ¿Pasión por la moda? ¡Qué fácil es justificarlo todo con los sentimientos! ¿Ven como la princesa del pueblo puede convertirse en la próxima Naty Abascal? Denle tiempo, una revista y cuatro nociones de combinar colores y estará preparada. Y eso, señores, es España.
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