Marcela Topor, -Mars para los amigos-, tiene 39 años, y según la describen sus más allegados es una mujer dulce, positiva, alegre y trabajadora. La discreción es otro de sus fuertes, ha optado por un papel menos visible que su predecesora, Helena Rakosnik, mujer del expresident Artur Mas. Desde el beso que le plantó Topor a su marido, Carles Puigdemont, en la boca en el Parlament tras ser investido, no se la ha vuelto a ver con él acompañándole en ningún acto. Es la primera dama ausente.
La mujer de Carles es una mujer atractiva, de proporcionada figura y largas piernas, parte del cuerpo de la que le gusta presumir en sus programas y antes, cuando iba en moto con Puigdemont, -Puigdi para los amigos- y las lucía llevando vestidos y faldas, como recuerdan algunos de sus vecinos.
Marcela vivió bajo una dictadura en Rumania
La periodista nació en Iasi, en el nordeste de Rumania, muy próxima a la frontera con Moldavia. Vivió durante más de once años bajo la dictadura de Nicolae Ceausescu, padeciendo las calamidades del régimen comunista, como hacer colas de horas y días para tener acceso a los alimentos que proporcionaban los establecimientos oficiales.
Llama la atención que una persona que ha nacido y vivido en Rumania más de 20 años, tenga tan arraigado y haya interiorizado tan a fondo el sentimiento independentista catalán desde hace años, antes del procès, algo que se desprende también en sus entrevistas en televisión y artículos.
“Prefiero estar fuera de la Unión Europea que pertenecer a España”
En la primera entrevista que concedió hace años a ‘Presència’, ya señaló que tenía claro que “Cataluña y España son dos realidades diferentes”, desde un viaje que hizo a París con Carles al poco de ser novios. Un hombre les preguntó que de dónde eran y les comenzó a hablar de España. Sin embargo, Carles “le explicó que Cataluña no es España, que se habla catalán, que… A medida que uno se interesa por Cataluña, le queda claro que es una realidad con personalidad propia”, indicó Marcela.
Hace un tiempo, Mars decidió borrar y cerrar sus cuentas en redes sociales. En su antigua cuenta de Twitter, @mars_girona, creada en 2013, ya no hay fotos, ni mensajes, cuando antes se podía leer la frase: “Prefiero estar fuera de la Unión Europea que pertenecer a España”.
Desde mayo de 2017, usa otra cuenta, que suele usar sólo para compartir publicaciones relacionadas con el trabajo y los programas que presenta. Sin embargo, su última publicación, del pasado 2 de octubre, es más personal: ha compartido la canción que la artista Björk ha dedicado a Cataluña que lleva el título ‘Declare Independence’, un tema que hizo en 2008 para las Islas Faroe y Greenland.
Su historia de amor fue un flechazo
Marcela Topor es periodista y licenciada en Filología inglesa por la Universidad de Bucarest. La primera vez que pisó España fue por su faceta como actriz. La gira teatral de su grupo, Ludic Theatre, la llevó a viajar en 1998 de Rumanía a Girona, donde se celebraba la primera edición del Festival Internacional de Teatro Amateur El Pati, y representaron ‘El Rey está muerto’, de Eugène Ionesco. Aquí es donde conoce a Carles Puigdemont, cuando él era periodista, -aunque nunca hizo la carrera-, y ejercía de director de la Casa de la Cultura de Girona.
Se podría decir que lo suyo fue un flechazo. Mientras estuvo en Girona, quedaron algunas veces a tomar algo en compañía de terceras personas y cuando ella regresó a Rumania, siguieron manteniendo el contacto vía telefónica y por carta. Rápidamente la relación se consolida y siempre que podían se reencontraban en diferentes ciudades de Europa, como en París. Puigdemont también viajó hasta Iasi para verla y conocer su país y cultura.
Marcela apenas ha hablado de su marido y las escasas veces que lo ha hecho, siempre han sido buenas palabas, evidentemente. “Es una persona muy inteligente, muy sensible y tiene muchos talentos”, señaló en una ocasión.
A los dos años de conocerse, se casaron por partida doble
En 1999, la Generalitat le encarga a Carles que impulse la Agencia catalana de Noticies. Por su parte, Marcela, ya instalada en Cataluña, se dedica a trabajar haciendo traducciones, -ya que tenía como idiomas el rumano, el francés y el inglés-, al no poder trabajar en un medio local por no saber catalán. Aprendió esta lengua antes que el castellano.
Dos años después de conocerse, en el año 2000, cuando ella se graduó en la Universidad, se casaron y por partida doble. La primera en Roses, con una celebración laica e íntima oficializada por el entonces alcalde de la ciudad Carles Pàramo, y la segunda, en la ciudad natal de ella, por el rito ortodoxo, en el monasterio de Maramures.
'Catalonia Today' recibió medio millón de euros de subvenciones
En 2004, Carles impulsó e ideó junto al corresponsal de ‘The Times’ en Barcelona, Stephen Burgen, un medio catalán en inglés, Catalonia Today, -en digital y en papel-, destinado a los extranjeros que viven en Cataluña. Éste recibió casi medio millón de euros en subvenciones de 2004 a 2010. En él comienza a trabajar como directora y editora su mujer.
En 2014, Marcela comienza a trabajar también para El Punt-Avui, grupo nacionalista subvencionado, cuando éste se hizo con las licencias de la televisión de Canal Catalá. En él conduce un programa para enseñar inglés y además el programa ‘Catalan Connections’, en el que hace entrevistas en inglés a extranjeros residentes en Cataluña. Es un programa que tiene poca audiencia, 0,1%. Cuando se convirtió en primera dama de Cataluña hace casi dos años, algunos dudaron de si dejaría el trabajo, pero no fue así y sigue presentándolo.
Criticado por utilizar a sus dos hijas en la campaña separatista
El matrimonio tiene dos hijas, Magalí, de 10 años y María, de 8. “Me gustan los nombres de mujer que empiezan por Ma”, desveló en alguna ocasión Puigdi. Sus hijas se convirtieron en protagonistas indirectas en los medios a finales de septiembre cuando su padre hizo que el colegio público en el que estudian, Escola Verd, enviara un comunicado titulado ‘Democracia’, en el que condenaba la represión del “Estado”, daba la estrecha relación del presidente con la dirección del centro. Carles recibió muchas críticas por utilizar a sus hijas menores para su procès independentista.
El colegio se encuentra en Girona, al igual que la casa en la que viven. La familia renunció a la residencia oficial de la Casa dels Canonges, situada junto al palacio de la Generalitat, a pesar de que vivieron hace años en Barcelona. La decisión vino motivada sobre todo por sus hijas y porque a su mujer no le gusta mucho Barcelona y su ambiente. “Decir que esto [la presidencia] no es un revuelo para la familia, sería mentir. Pero todos somos conscientes de que hay que hacer lo que haga falta para sacar adelante el país”, señaló Carles en una entrevista para el medio en el que trabaja su mujer.
Su crisis de pareja antes de ser presidente
Meses antes de ser elegido presidente, el matrimonio pasó por una crisis, trataron de renovar su vida y pusieron a la venta su casa, a un precio de 700.000 euros, más del doble del precio por la que la adquirió, según publicó ‘El Español. Sin embargo, su nuevo cargo, les truncó los planes.
A pesar de vivir en Girona y de que ‘la oficina’ de Puigdemont está en Barcelona, éste trata de dormir siempre en su casa. No tiene impedimento en hacer más de 100 kilómetros a diario. Tratan de llevar una vida familiar con total normalidad.
Viven en un chalet valorado en 280.000 que trataron de vender por 700.000 euros
La familia vive en un estupendo chalet con jardín situado en una zona tranquila y elitista, en la urbanización Zona Alta, cerca del campo de golf. La casa, que adquirió en 2003, está valorada en 280.000 euros y hace un año, aún le quedaba por pagar 123.000 euros de la hipoteca. Los vecinos están encantados con ellos, ya que el hecho de tener más seguridad, por los escoltas, les da más tranquilidad.
En este chalet vivieron de 2003 hasta el 2007, momento en el que es elegido candidato de CiU a la alcaldía de Gerona y tiene que buscarse un piso céntrico en la ciudad. Mientras, decidieron alquilar la casa a turistas y familias, durante unos nueve años, hasta 2016. Sus últimos inquilinos fueron un equipo de ciclistas profesionales, que lo utilizaron como residencia deportiva. Marcela era la que se encargaba de gestionar el alquiler.
La afición a la brujería de Mars y Puigdi
Entre las aficiones de Marcela están el teatro, su pasión por viajar y la brujería, algo que le viene de Rumania. “Es una especie de maga”, han llegado a declarar sus amigos más cercanos. Suele recurrir habitualmente al mundo de los espíritus, del que es una fiel creyente desde pequeña.
Marcela proviene de una familia humilde, al igual que Carles, nacido en Amer, un pueblo de Girona, procede de una familia de pasteleros y es el segundo de ocho hermanos, mientras que el padre de Mars es artesano maderero.
La familia de ella es de religión ortodoxa y fue educada en las tradiciones más ancestrales de Rumania, participando activamente en estos ritos y cree en el poder de los amuletos. No hay más que recordar que Carles se hizo con la Generalitat con el Gallo de Horezu en el bolsillo, una mítica cerámica rumana, de la región de Bucoviona, que otorga buena suerte.
La mujer de Carles es profética y predice el futuro en función de la naturaleza. Auguró a su entorno más cercano que su marido llegaría a lo más alto de la política catalana antes de que esto sucediera. Su marido también comparte con ella estas creencias. Su pasión por lo espiritual viene de antes de conocerla. Según relataron compañeros de colegio de Carles a ‘La Razón’, le gustaba vestirse de nigromante y leer libros de magia.
La pareja suele viajar varias veces al año a la región de Bucovina, una de las partes más recónditas de Transilvania, conocida por sus monasterios ortodoxos declarados Patrimonio de la Humanidad. Aquí es donde pasaron su luna de miel tras casarse en Rumania y el lugar al que llevaron en 2015 a uno de sus amigos íntimos, Joan Laporta.
Carles, dispuesto a ir a prisión y ella, a aceparlo
Marcela siempre se muestra optimista. Hace un año, la pareja abordó en una entrevista la posibilidad de que Carles fuera detenido por impulsar el proceso catalán de independencia. “Estoy dispuesto a ir a la cárcel. Sería una barbaridad democrática inexplicable pero no voy a renunciar a mi compromiso con los ciudadanos”, señaló el presidente de Cataluña a ‘Vanity Fair’. Cuando le preguntaron si tenía legitimidad política y legal de convocar la consulta, declaró: “Sí, en democracia las leyes no las hacen los tribunales, sino los parlamentos”.
En diciembre de 2016, Marcela hablaba también de este tema en la única entrevista que ha concedido como primera dama a Pilar Rahola, amiga del matrimonio, por sus veraneos en Cadaqués. La mujer del presidente señalaba al respecto: “No pienso en eso. Soy de ver el vaso medio lleno” y añadía: “Estamos preparados para todo. Me adaptaré, como he hecho hasta ahora a la decisión de Carles”.
Las manías nacionalistas de Carles
Carles tenía claro su propósito desde el momento en el que ocupó el puesto de presidente de Cataluña. Su sentimiento independentista le venía desde pequeño. Durante años viajó con un falso DNI catalán y cuando se alojaba en hoteles, procuraba registrarse por la noche porque en los turnos nocturnos solía trabajar gente inmigrante, que acababa de llegar o tenía poco dominio del inglés o francés. Así podía colar el carné y les decía que era “from Catalonia”, según explicó él en 2016.
También tenía otras ‘manías’, como pasar por los peajes, donde las señalizaciones venían sólo en catalán o cuando tenía que volar con destino Madrid, en vez ir por el puente aéreo, cogía vuelos internacionales, -aunque fueran más caros y se perdiera más tiempo- con escalas en Bruselas, por ejemplo, para entrar por la puerta de vuelos internacionales, tal y como se recoge en el libro ‘Puigdemont, el president @Krls’.
La familia de extrema derecha de Puigdemont
Ideología que contrasta con la de otros miembros de su familia. Su abuelo Francisco, el fundador de la Pastelería Puigdemont en 1927, abandonó a su familia durante dos años, durante la Guerra Civil Española, porque no quería servir a las filas republicanas, ya que Amer era republicano en esa época. Huyó a Ubrique, Cádiz, y después trabajó como cocinero en el penal de Burgos. En 1940 regresó vestido de falangista.
El bisabuelo de Puigdemont, José Oliveras, era un hombre de misa diaria, ejerció como alcalde de Amer de 1910 a 1911 y fue distinguido como Caballero de España tras ser apresado por el Frente Popular. El primo de su abuelo, fue jefe de Falange de Amer.
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