En España no tenemos 'star system'. Al menos no como se concibe en otros países. Y el poco que tenemos, lo dejamos morir en el olvido o lo convertimos en motivo de burla y escarnio público. Los famosos españoles son aburridos. Echamos en falta personalidades ácidas, ingeniosas, que no se contenten con respuestas vacías en los photocalls y posados sin gracia en las revistas. Tan sólo hay que echar un vistazo a Hollywood para ver como se esfuerzan sus celebrities, como se implican y el show que organizan a la mínima de cambio. Mientras allí podemos ver a una Jennifer Lawrence -dense cuenta que no escarbo en el pasado, sino simplemente me quedo en la actualidad- gastándole bromas a sus colegas de profesión, aquí nos conformamos con Clara Lago poniendo cara de chica responsable. Nos lo tenemos ganado.
Ahora, en famosos instantáneos, flores de un día y demás personalidades que nadie sabe de dónde han salido nos llevamos la palma. Somos especialistas en crear celebrities de la nada, en darle protagonismo a quien nos proporciona dos minutos de diversión, sin plantearnos si hemos hecho bien. Y claro, luego nos pasa como con Cristina Pedroche. La reportera madrileña viene de la escuela de Patricia Conde. Chicas monas, que aceptan su papel de payasas sexies y que se sienten cómodas representándolo -nadie lo ha hecho mejor que Patricia en Sé lo que hicisteis...-, sin darse cuenta -o dándose mucha- que todo el alboroto y la algarabía viene de hombres ávidos de carne en prime time. ¿Cómo explican, si no, el baile sensual que se marcó la reportera en el estreno de Viernes al show? El público quiere a Cristina Pedroche, pero si puede ser desnuda, mejor.
Es sexy y divertida, ¿pero necesaria en televisión?
Personalmente, no entiendo el concepto 'Cristina Pedroche'. Entiendo que debo estar equivocado, viendo el éxito que arrastra la reportera y el millón y medio de seguidores que acumula en Twitter. Posiblemente, ellos tengan razón y yo no. Pero aun así, no lo acabo de entender. Como si de un acto de fe se tratase, sintonizo Zapeando, el programa que presenta Frank Blanco en La Sexta y donde la reportera es colaboradora. Comprendo el formato de programa -desde que Mediaset prohibió reproducir el contenido de sus programas, estos espacios se han quedado ligeramente cojos-, aplaudo el ingenio de los contertulios, me rindo a los pies de Ana Morgade y, entonces, una Cristina Pedroche atropellada trata de arrancarnos una carcajada a base de sustos, muecas, escotes y minifaldas. ¿Es esto lo que estábamos buscando?
Nos hemos pasado media vida criticando la aparente simplicidad de Ana Obregón. Nos hemos reído cada vez que enarbolaba la bandera de la biología y lucía pierna con un vestido de lentejuela y apertura lateral. Y ahora, mientras la creadora de Ana y los 7 dice tener muchos proyectos en Estados Unidos, sus hijas putativas se convierten en estrellas en nuestro país. Dentro de poco las veremos inaugurando el verano con un posado en Ibiza, rescatando de nuevo el uso del corsé y presentando una nueva versión del mítico ¿Qué apostamos? Ese es el nivel al que nos vemos abocados, y no sólo es que no nos disgusta, sino que estamos encantados con ello. Queremos más Cristina Pedroche. La queremos presentando el telediario, conduciendo los magazines de la mañana y anunciando el sorteo de la Bono Loto. Y si puede ser en bikini y con una serpiente al cuello, mucho mejor.
Y con esto no piensen que no nos cae bien Cristina Pedroche. No la conocemos y estamos seguros de que debe ser un encanto en persona. Ahora, de ahí a entender su papel en televisión hay un trecho. ¿Tendremos que soportar esta cantera durante mucho tiempo? Tengan claro que lo sexy y divertido vende, así que nos queda sufrimiento para rato.
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