Seis veces duquesa, diecinueve veces marquesa, veinte condesa, vizcondesa, condesa-duquesa y catorce veces grande de España. Cabeza visible de una de las principales casas españolas. Madre de seis hijos, flamante esposa y habitual de las crónicas de sociedad desde antes incluso que éstas existieran. Cayetana de Alba ha llevado sobre sus hombros el peso de la nobleza española. A golpe de melena encrespada y paso de flamenco ha sabido acercar la alta cuna a la sociedad, haciendo olvidar que con el valor de sus propiedades España podría salir de la crisis, pero ¿qué pasará sin la duquesa? ¿Dónde acabará el título de Alba? ¿Quién saldrá a las puertas del Palacio de Liria acompañada de Carmen Tello?
Puede que los propios nobles, las familias bien, quieran que la casa de Alba pase a un segundo plano, que vuelva a la tranquilidad de sus palacios y deje de protagonizar tantas noticias, pero los humanos -los que no podemos entrar a caballo en la Catedral de Sevilla- echaremos mucho de menos las excentricidades y la mano férrea de la duquesa. Por caprichos del destino -y de la genética-, el encargado de capitanear la familia será Carlos, el primogénito, un hombre recto y serio, divorciado de Matilde Solís y al que, desde luego, no imaginamos bailando en la puerta de ninguna catedral. Junto a él, Alfonso y Fernando, segundo y cuarto respectivamente, se encargarán de controlar las finanzas de la Fundación Casa de Alba, mientras Cayetano y Eugenia se repartirán la vertiente social de la familia. Vamos, como hasta ahora. ¿Y Jacobo? Pues Jacobo seguirá a lo suyo. También como hasta ahora...
La nueva generación
Como verán, el panorama es desolador. Pero no sufran, no está todo perdido. Una nueva hornada de Fitz-James Stuart/Martínez de Irujo está acaparando la atención de los medios. Los nietos de la duquesa, los nietísimos -que ya va siendo hora de quitarle el privilegio del -ísimo a los descendientes de la familia Franco- vienen pisando fuerte y están eclipsando a sus padres a un ritmo vertiginoso. Frutos de matrimonios muy variados -y todos fallidos-, los nuevos descendientes de la familia Alba poco tienen en común. Unos han decidido seguir con la seriedad de sus progenitores, relacionándose con familias bien, celebrando matrimonios bien y teniendo hijos bien. Otros se han lanzado de cabeza al arte, el folclore y la filantropía. Y los últimos son tan pequeños que sus caras todavía permanecen pixeladas y, claro, así no podemos adivinar hacia donde tirarán.
Fernando es el favorito, el primogénito, el futuro duque de Alba y el único nieto que aparece en el testamento de la duquesa.
Entre los nueve hay tres nombres que brillan con luz propia: Fernando, Jacobo y Brianda -a los que, seguramente, se les unirá Cayetana, hija de Eugenia, en cuanto cumpla la mayoría de edad-. Fernando es el favorito, el primogénito, el futuro duque de Alba y el único de los nietos que aparece en el testamento de la duquesa. A él le dejó el palacio de Dueñas por su pasión por Sevilla, por la Semana Santa y por la Cofradía del Cristo de los Gitanos. Es joven, alto, guapo, rico, culto y está soltero. Tomen nota. Jacobo es otro cantar. Hijo del conde de Siruela, es rebelde como su padre, aficionado al arte como su padre y lleva el pelo largo como su padre. Junto con su mujer, Asela, dirige la galería de arte Espacio Valverde y pasea su lujo bohemio por donde haga falta. Y, por último, Brianda, hermana de Jacobo. ¿Quién no conoce a Brianda? DJ, ilustradora, diseñadora, imprescindible en todas las fiestas, creadora de su propia marca de ropa, modelo, fotógrafa, vamos, uno de los pocos ejemplares patrios de eso que ahora ha decidido llamarse it girl.
Ellos son los encargados de continuar con la estirpe de la Casa de Alba. Ellos son los que pasearán por los jardines del palacio de Dueñas, los que posarán junto al árbol de Navidad, los que acudirán a las inauguraciones de las exposiciones en memoria de su abuela, los que se pondrán el mundo por montera y las pulseritas en los tobillos, los que saldrán en bikini en las playas de Ibiza, los que se fotografiarán con Tom Cruise en la promoción de sus próximas películas, los que servirán platos en el Rastrillo Nuevo Futuro, en definitiva, la esperanza blanca de la nobleza española. ¿Estarán a la altura? ¿Sabrán ganarse el cariño de los plebeyos? ¿Quedará nobleza para cuando asuman sus títulos nobiliarios?
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