Para ser un sex symbol hace falta algo más que tener un cuerpo de escándalo. El sexappeal es tanto físico como actitud, algo que muchos famosos parece que olvidaron hace mucho. Uno no puede pretender acaparar todos los papeles de galán -o lo que se entienda por ello en el Hollywood actual- mientras proyecta una imagen dejada y muy poco glamurosa en sus salidas privadas. Esto ya no es como en la edad de oro, cuando los estudios cuidaban hasta la saciedad a sus estrellas e impedían que fuesen fotografiados en momentos poco convenientes -que también los tenían-.
Ahora el argh está a pie de calle y puede acabar con la carrera de cualquiera. Si no, que se lo digan a Antonio Banderas.
El actor está como vaca sin cencerro desde que se separó de Melanie Griffith. Ahora, en lugar de centrarse en su carrera como actor y director, ha decidido relajarse aprendiendo a tricotar. La excusa es que quiere formarse como diseñador de moda -como si a una celebrity le hiciese falta algún tipo de curso- y se ha matriculado en la escuela Central Saint Martins de Londres. Ahora cualquier hijo de vecino -de vecino con posibles, se entiende- puede compartir pupitre con la estrella de El zorro.
Y tan contento está Banderas que no duda en compartir imágenes de su aprendizaje en las redes sociales. Pero ¿de verdad es necesario? ¿Qué beneficios tiene para su carrera el verle tricotando como un loco? ¿Cree que esta 'cercanía' gustará a las fans? Pues posiblemente a un sector, pero su nivel de sexappeal ha caído en picado. Antonio, queremos verte a torso descubierto, no tejiendo bufandas.
Lo peor es que el pobre no es el único al que se le ha ido la mano. Tal vez los asesores deberían ponerse un poco más firmes con sus clientes si lo que quieren es continuar cobrando. Y tampoco parece tan complicado. Solo hay que disuadirles de esas malas ideas que tan a menudo se les agolpan en la cabeza. Aquí unos ejemplos que podríamos haber evitado sin demasiado problema:
Iker Casillas anunciando anticaspa
La vida profesional de un deportista es relativamente corta. Sus años de máximo esplendor terminan enseguida y hay que buscar otra forma de mantener el alto nivel de ingresos. Sin problema, para esto está la publicidad. Ahora, ¿es necesario anunciarlo todo?
Si algo no queríamos ver es a Iker Casillas rascándose la cabeza por culpa de la caspa. Puede que sea una buena marca, que esté bien remunerado, pero nuestro interés en su imagen cae en picado en cuanto le vemos sacar el champú anticaspas. Y con Rafa Nadal, tres cuartos de lo mismo. ¿Seguros, Rafa, seguros? No hacía falta.
Cristiano Ronaldo cantando cual grillo
Si la vida te ha concedido el don de chutar un balón con precisión y ganar millones con ello, da gracias y no quieras abusar. A Cristiano Ronaldo no le pareció mal ponerse a cantar y que las cámaras y los micrófonos captaran el momento. Igual es que, como su hermana también canta, pensó que él podía haber heredado el mismo talento.
Y no, nada que ver -y eso que Katia Aveiro tampoco es que sea un portento-. Cristiano canta peor que un grillo y nos lo tuvimos que comer. ¿No hubiese sido fácil haberlo evitado? Ahora imaginamos que la pobre Irina Shayk tuvo que aguantar aquello y entendemos que se saliera por piernas. Madre mía.
Tom Cruise volviéndose loco en 'Oprah'
¿Quién no recuerda el numerito que montó Tom Cruise subiéndose al sofá del programa de Oprah Winfrey? Aquello consiguió que los productores le cerraran las puertas y que los fans comenzaran a verle de otra forma -si es que todavía quedaba alguien que le miraba bien-.
Las imágenes reales no fueron tal y como la recordamos, ya que Cruise sí se subió al sofá pero no se puso a gritar como un loco que amaba a Katie Holmes, pero eso es lo de menos. La cuestión es que después del incidente lo que menos nos apetece es compartir ni un café con él. ¿Y si se sube a la silla?
Jonathan Rhys Meyers bebiendo en la calle
Pocos actores nos gustan tanto como Jonathan Rhys Meyers, tanto a nivel personal como profesional. Pero la imagen que tanto le había costado cultivar de gran actor británico -como los de antes, esos trabajadores incansables- se quedó en nada en cuanto se le fue la mano con el alcohol.
Rhys Meyers ha pasado por innumerables clínicas de desintoxicación pero le ha servido de poco. Hace escasos meses le veíamos visiblemente desmejorado bebiendo justo en la puerta del establecimiento donde acababa de comprar una botella de vodka. Menos mal que parece que ha vuelto a coger las riendas de su vida, que si no...
Robert Pattinson con la melena sin lavar
Ya sabemos que ducharse cuando hace frío da mucha pereza, pero de ahí a acudir a estrenos y rodajes sin pasarse ni un agua hay un paso. A Robert Pattinson le cuesta mucho mantener una higiene respetable.
Parece difícil de creer a estas alturas, pero es así. Sus compañeros de rodaje se han quejado en múltiples ocasiones del mal olor del actor, pero es que no nos hacía ni falta. Bastaba con verle. ¿Cuántos días puede aguantar un ser humano sin lavarse el pelo antes de que le detenga el departamento de salud pública? Robert seguro que los ha sobrepasado.
Johnny Depp con cara de señora
El drama ya está aquí. La última aparición de Johnny Depp en el Festival de Venecia ha hecho que salten todas las alarmas. ¿Pero qué ha pasado? El actor ha dejado atrás su cara habitual para ir convirtiéndose en otra persona -y una no demasiado atractiva-. Será la edad, será la felicidad después de la boda, o las tapitas y las cervecitas del verano, pero Johnny luce unas redondeces un tanto sospechosas. ¿Unos retoques que todavía no se han acoplado bien? ¿El inevitable paso del tiempo? No lo sabemos, pero esperamos que sea algo temporal.
John Travolta luciendo peluca
Que John Travolta hace mucho que dejó de ser un sex symbol es un hecho. De aquel jovencito delgado y atractivo no queda prácticamente nada, pero el actor debería ir asumiendo su edad y resignarse al paso del tiempo. ¿Dónde vas con esa peluca, amigo mío? John se ha quedado calvo.
No pasa nada. Nos ocurre a casi todos. Antes de tratar de ocultarlo con tretas sin sentido, más vale rendirse a la evidencia y enarbolar la bandera de 'los calvos son sexies'. Nos evitaría muchos momentos de ridículos -como el de hacerse selfies a las cuatro de la madrugada en el gimnasio sin peluca- y sería mucho más honesto. Le animamos a ello.
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