Las decisiones de las grandes marcas son, en algunos casos, inescrutables. No sólo consiguen despistarnos -extremo de lo más positivo, si tenemos en cuenta que consiguen que hablemos de ello-, sino que confunden de tal forma a los potenciales compradores de sus productos que acaban forzando el efecto contrario. El lujo es el lujo y la exclusividad es la exclusividad, por mucho que los directivos se empeñen en colocar a estrellas en ciernes como cabezas de cartel de sus campañas publicitarias. ¿Qué necesidad tiene una señora pudiente de ver a Kim Kardashian en las marquesinas de las paradas de autobús cuando lo que quiere es que su marca de confianza -en la que invierte miles de euros- la trate tan bien como siempre? Esas campañas están pensadas para nosotros, los pobres mortales que nunca pisaremos uno de sus establecimientos y que nos contentamos con opinar sobre lo que nunca tocaremos. Así de triste es la vida.
Los postadolescentes a lo Justin Bieber siguen tirando del buen hacer de sus pobres padres para vestir a la última.
El último en unirse a este club de modelos a los que seguir ha sido Justin Bieber. El cantante se ha prestado para convertirse en imagen de la línea de ropa interior de Calvin Klein, en un intento de rescatar aquel aire de gamberrismo que ya inauguró Mark Wahlberg cuando todavía era conocido como Marky Mark. Debe ser que la marca de calzoncillos aspiracionales está harta de confiar en estrellas del fútbol para convencer a sus compradores y prefiere dar un giro hacia audiencias más jóvenes. No en vano, el poder adquisitivo que los que pueden identificarse con David Beckham o Cristiano Ronaldo ha caído en picado, mientras que los postadolescentes a lo Justin Bieber siguen tirando del buen hacer de sus pobres padres para vestir a la última. Posiblemente no les interese lo más mínimo la música del cantante, pero sí sus salidas de tono, su lanzar huevos a la casa del vecino y sus borracheras con profesionales del sexo. El gamberrismo ha vuelto.
Believe it. @justinbieber + @LaraStone for Calvin Klein. #mycalvins #JustinWereReady pic.twitter.com/sByVx2EggG
— calvinklein (@CalvinKlein) January 6, 2015
Gimnasio… y retoque digital
Además, a Bieber le viene como anillo al dedo. Ya hemos comentado decenas de veces la obsesión que tiene con lucir cuerpo y convertirse en lo que él cree que es un hombre hecho y derecho. Si hasta ahora le habíamos visto levantarse la camiseta en cualquier ocasión y con cualquier excusa, por fin ha encontrado la reafirmación de su hombría. '¡Soy imagen de Calvin Klein!', suponemos que gritará a partir de ahora. Y para estar a la altura, se ha machacado en el gimnasio -y ha abusado bien del retoque digital-, se ha creado unos brazos más grandes que su propia cabeza y se ha tatuado todo lo tatuable, que así uno parece más malote -pobre, el día que se dé cuenta que ponerse ropa tres tallas más grande no le convierte en un rapero del Bronx...-. ¿Servirá para vender calzoncillos? Por el momento, ya es trending topic mundial en Twitter y todos -servidor incluido- estamos hablando de ello. Objetivo conseguido.
Si CK lo consiguió con Mark Wahlberg, ¿por qué con Justin no? ¿Acaso es menos malote?
Ahora, imaginamos hordas de jovencitos corriendo a sus grandes almacenes para comprarse los calzoncillos de Justin, creyendo que así se convertirán en las próximas estrellas de la música, que ganarán millones y que se podrán permitir el lujo de dejar a Selena Gomez. Esa es la fantasía que deben transmitir las campañas publicitarias, sí, aunque consigan espantar a otros muchos clientes potenciales. Ahí ya entra la decisión de la marca y sus previsiones económicas. Total, si con Marky Mark consiguieron ser la marca de ropa interior masculina, ¿por qué con Justin no? ¿Acaso es menos malote? ¿Acaso no canta igual? ¿Acaso no tiene los mismos músculos? Que no se confíe mucho, que en seis meses le ha quitado el puesto Nick Jonas...
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