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ZP a tus zapatos

Nos había prometido dedicarse a contar nubes pero cuando todavía resuenan los ecos de su gestión, para algunos la peor de los últimos presidentes del Gobierno incluido Carlos Arias Navarro, nos presenta un libro de memorias desmemoriadas bajo el comercial título ‘El Dilema, 600 días de vértigo’

En un salón del Círculo de Bellas Artes de Madrid donde había más exministros y periodistas que público, un valiente llegó a gritar al final del acto “Zapatero presidente”, lo que no provocó un efecto dominó pero sí un prolongado aplauso. José Luis Rodríguez Zapatero, optimista antropológico, desnudó su corazón para explicarnos cómo hemos llegado hasta esta crisis.

Zapatero afirmó que hizo todo lo que pudo por la economía española con una caja de herramientas con limitaciones.

Como forma de agradecer que llegara a La Moncloa (hay quien afirma que la foto de las Azores permitió a ZP, un candidato de transición del PSOE, llegar a presidir el Gobierno), fue Tony Blair el que introdujo su obra. Tony, por momentos tan cómico como Mister Bean, dejó claro que el libro no lo había leído, pues no hizo referencias al mismo. Habló de que los líderes tienen que tomar decisiones complicadas por el cargo que ocupan. Algunas de ellas que van en contra de su electorado -los recortes se llevan muy mal en la izquierda- y alertó del peligro de que Europa se quede atrás en el avance mundial. Sobre la crisis, apuntó que tenía asesores igual de listos: que unos apostaban por los recortes y los otros por seguir estimulando la economía. 

Por su parte Zapatero, ahora que trabaja una mezcla entre victimismo y arrepentimiento, afirmó que hizo todo lo que pudo por la economía española con una caja de herramientas con limitaciones, es decir, que ni se puede devaluar ni se cuenta con un prestamista de última instancia en Europa, al menos antes. Asumió toda la responsabilidad de los fallos, para eso él era el presidente, desmintiendo lo que dice su admirado Obama: al reconocer fallos cometes dos errores; uno cuando lo haces y otro cuando lo asumes. 

Decisiones difíciles
El libro arranca con su comparecencia en el Congreso de los Diputados, el 12 de mayo de 2010, en la que anunció sus primeras medidas de recorte pero que eran imprescindibles para España. Afirmó que podía haber dimitido y convocado elecciones pero optó por tomar decisiones, algo que le puso a los españoles en contra, supongo yo que por la falta de costumbre que tenía el inquilino de La Moncloa. ZP compara aquellos días con el ataque a Pearl Harbour, pues los mismos que financiaban alegremente al Viejo Continente estrangularon el flujo financiero en 24 horas, pero el presidente socialista apostó por no recortar en desempleo, educación, sanidad y los pilares del Estado de bienestar. La supresión del cheque bebé fue lo que más le dolió, anota en su obra.

Dijo que no utilizó la palabra crisis para no alarmar.

En toda esta tormenta perfecta, en vez de tener un Consejo Europeo fuerte con un líder como Blair, británico europeísta, se optó por Van Rompuy, que reflejaba la poca capacidad que tiene la UE cada vez que pintan bastos. Al final, cada país trata de escapar por donde puede bajo el poco edificante ejemplo de Francia y Alemania que siempre se colocan en un plano de superioridad. Eso sin olvidar que en 2009 nadie, según él, advertía de la crisis, la más grave del siglo XX y que ha ido mudando de financiera a deuda hasta llegar a estructural, pues no se sabía si se llevaría por delante la propia Europa. La oposición no fue ejemplar en España, viene a decir soterradamente Zapatero, que denuncia que hay que cambiar las reglas del juego del mundo occidental pues los políticos están en manos de los banqueros.

Dijo no usar la palabra crisis para no alarmar y que el BCE debe ser independiente pero no indiferente a lo que ocurre. Por último afirmó que lo más desgarrador fueron las cifras de paro y que trató de cambiar el modelo productivo del ladrillo pero que es muy difícil. Quiso despedirse con una frase de Churchill, “soy optimista no parece ser útil ser otra cosa”, tratando de animar a los españoles ahora que desde el Consejo de Estado José Luis nos vigila.

Las ‘vices’ y otros invitados

Entre el público estaban en primera fila sus dos vicepresidentas, María Teresa Fernández de la Vega Elena Salgado, a las que agradeció su entrega. De Solbes ni mención. José Bono sigue sorprendiendo porque tiene ya un pelazo que parece el penacho de un centurión romano, mientras gente como Cipriá Ciscar demuestran que en política si estás calladito puede haber hueco para uno siempre. Pude ver en platea a Bernardino León José Enrique Serrano, dos de los hombres que en Moncloa susurraban a Zapatero, y a Inmaculada Rodríguez Piñero en un palco, pues a medio acto se marcó un mutis por el foro. 

Jordi Sevilla sigue buscando al expresidente para recetarle las famosas dos tardes de economía.

Tomás Gómez, que tiene que ser el muerto en el entierro, protagonizó un seguimiento masivo de las cámaras de televisión para finalmente no decir nada, que es su especialidad. A Fernando López Aguilar, como llegó tarde, le tocó un asiento esquinado mientras que Marcelino Iglesias aclaraba a la gente que para frío el que hace en Aragón. Ramón Jáuregui, José Montilla y la nueva estrella emergente Eduardo Madina limitaron su estancia en el recinto lo estrictamente necesario para hacer constar que estuvieron y que quieren primarias. 
Para consuelo de Alfredo Pérez Rubalcaba, ZP le hizo un par de mimos desde el escenario. Jordi Sevilla sigue buscando al expresidente para recetarle las famosas dos tardes de economía, que leyendo lo que ha escrito sigue sin tenerlas interiorizadas. 

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