Semana tras semana nos encontramos en el quiosco con periodistas ocupando las portadas de las revistas del corazón. Profesionales acostumbrados a preguntar y contrastar informaciones que abandonan su puesto para transformarse en el centro de la noticia. Conocemos su gustos, sus miedos, con quién pasan las vacaciones, si están casados o solteros o si prefieren quedarse los fines de semana en casa o son de los que les gusta cerrar las discotecas. Vemos como lejos de quedarse en una simple firma sin rostro -¿alguien ajeno a la profesión se fijaba en quién firmaba los reportajes hace cosa de pocos años?-, pasan a ocupar una posición privilegiada. Es la catarsis del nuevo periodismo, o de la nueva forma de entender los medios. Los periodistas son las estrellas, son los personajes, son, en definitiva, los nuevos famosos.
María Patiño en la playa o Ana Rosa hablando de Màxim
Esta misma semana María Patiño era la elegida por Diez Minutos para protagonizar su portada con motivo de las vacaciones que estaba disfrutando, la pasada le tocó a Mila Ximénez y su línea de cremas, aquí mismo tuvimos a Ana Rosa Quintana opinando sobre la marcha de Màxim Huerta, que, a su vez, también fue portada y fichaje de la revista Lecturas.
Mercedes Milà, Chelo García-Cortés, Ana Pastor, Helena Resano, Sara Carbonero, Susana Griso, todas han pasado por las revistas para contar aspectos cotidianos de su vida y dejarnos claro que, pese a aparecer en televisión, son personas, como si alguien lo hubiese dudado en algún momento. Y no crean que esto solo pasa con los que vemos en la pantalla. Los periodistas de medios escritos, los columnistas y los analistas se han convertido en las estrellas de twitter, rivalizando en seguidores con Kiko Rivera, Chabelita o cualquier cantante salido de Operación triunfo.
Podría pensar que son los nuevos tiempos, el cambio de rumbo a que ha obligado internet, donde nos importa menos lo que se cuenta que quién lo está contando -el exceso de información ha hecho que, por una parte, olvidemos todo a un ritmo vertiginoso, y por otra, que busquemos una fuente fiable, una voz a la que dar credibilidad para no perdernos entre miles de opiniones diversas-. Pero esto tampoco es tan nuevo. Siempre hemos tenido periodistas estrellas, profesionales que han jugado entre el rigor y el personaje con cierta maestría -María Teresa Campos lleva décadas conduciendo programas y hablando de su propia vida y de Ana Rosa Quintana lo sabemos prácticamente todo-, lo único que ahora, como todo, se ha democratizado. Y Mediaset ha tenido mucho que ver en eso.
Telecinco convierte a los periodistas en personajes
Telecinco ha conseguido que sus propios trabajadores sean los que rellenen la parrilla y creen contenidos. Un giro magnífico que ha relegado a los famosos de profesión a un segundo plano -¿a quién le interesa Isabel Preysler cuando puede ver llorar a Lydia Lozano o una portada de Mila Ximenez en Semana?-. Los espectadores se han enganchado a este reality en vivo y en directo de tal forma que ya no les importa lo que ocurre en el show business. Y el plan es tan perfecto que el resto de cadenas han adoptado el modelo con mayor o menor presencia. ¿Supone esto el fin de las celebrities? Ni mucho menos. Los famosos están más de moda que nunca. La sociedad ha percibido que las únicas formas de superar la crisis es entrando en política o convirtiéndose en un personaje popular. De ahí que tengamos el mercado saturadísimo de aspirantes a celebrities, bloguers con ganas de que alguien les fiche como estilista o sí, de periodistas más interesados en despuntar como estrellas que en informar correctamente.
Más preocupante resulta que este fenómeno acabe por fagocitar a los propios periodistas. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que fuesen los que se dedican a la crónica social los que acabaran saliendo a la palestra, pero, ¿qué va a pasar ahora? Se ha terminado esa mirada condescendiente y paternalista hacia los llamados 'periodistas del corazón'. Ya no hay nadie a salvo del baile de egos y vanidades -¿qué diferencia hay entre Sálvame Deluxe o La Sexta Noche? Formatos clónicos destinados, supuestamente, a dos públicos diferentes-. Los fichajes miran sin mucho disimulo a la presencia e influencia en redes sociales, a la capacidad de atraer visitas y a las revueltas virtuales que pueda gestionar cada uno. Y parece que, por el momento, no hemos tocado techo.
¿Se saturará el mercado de periodistas-estrella y volverá a la normalidad o es un camino que ya no tiene retorno? ¿Era esto de lo que hablaban cuando se referían al nuevo periodismo? ¿Acabaremos todos pasando por la portada de Hola en el futuro? Total, si ya hemos visto a un premio Nobel inaugurando una tienda de cerámica en Nueva York, ¿quién nos dice que no todo es posible?
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