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La historia de amor entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa, en cuatro claves

Resultan una pareja tan sorprendente que pocos lo esperaban antes de la portada de ¡Hola! de este miércoles: la ‘entrañable amistad’ entre Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler tiene todos los ingredientes para convertirse en la historia de amor del año, y motivos no faltan. Analizamos las claves que explican su incipiente relación.

 El anuncio

Nada es casual en la portada de ¡Hola! de este miércoles: Vargas Llosa y Preysler ya se habían dejado ver en actos públicos promocionales (la famosa cena en el Reino Unido organizada por Porcelanosa), pero no ha sido hasta su aparición en el BOE del cuore que la prensa se ha fijado en ellos. Una vez conocido el romance, hay medios que se apuntan al carro del “yo lo sabía”, pero determinados detalles en el reportaje de la revista del saludo indican que, como mínimo, ha habido una connivencia entre la revista y los protagonistas de la historia (al menos, una de ellas). Isabel Preysler es asídua de esa portada y la revista es su medio de cabecera, donde no se publica nada que pueda afectar a su imagen, por lo que no resulta imaginable que hayan podido avanzar una noticia de tal calado sin la aquiescencia de la ‘reina de corazones’. Además, su hija Ana, fruto de su matrimonio con Miguel Boyer, protagoniza un reportaje que se anuncia en el faldón de la portada, justo debajo de la noticia del romance de su madre: demasiada casualidad.

La soledad

Tanto Vargas Llosa como Preysler pasaban los días en soledad hasta que profundizaron en aquella vieja amistad que se había podido ver en momentos anteriores, como el propio funeral de Miguel Boyer, fallecido el pasado mes de septiembre. Desde entonces, Preysler (casada y divorciada anteriormente en dos ocasiones) ha tratado de recomponer su vida al lado de su familia y de sus amigos. De hecho, hace poco regresó de un viaje a Marruecos en compañía de Elena Benarroch en el que las dos amigas trataron de desconectar: “Pasábamos el día del albornoz al bañador, del bañador al camisón y del camisón al bañador y ya está”, explicaba entonces a Marabilias la peletera. Vargas Llosa, por su parte, está separado desde febrero de su segunda esposa, Patricia Llosa. Su ausencia en el estreno de Los cuentos de la peste, con Aitana Sánchez Gijón, fue la señal definitiva de que la pareja se estaba rompiendo. Ella fue su fiel compañera durante más de cincuenta años a pesar de las infidelidades del escritor, que llegó a propinar un puñetazo a Gabriel García Márquez cuando, en los años 70, aconsejó a Patricia que rompiera su relación con el peruano. Patricia y Mario, que son primos, se habían encontrado en París en los años 60 cuando él vivía en la capital francesa con su primera esposa, Julia Urquidi, que era tía de Patricia, y se casaron en Lima en 1966.

La familia

No parece que Vargas Llosa vaya a tener el apoyo de los suyos en esta aventura. Poco después de conocerse la noticia, la todavía esposa del Nobel hizo público un comunicado en el que manifestaba que tanto ella como sus hijos están “sorprendidos y muy apenados” por las imágenes aparecidas en ¡Hola! De hecho, Patricia difundía la nota a través de la cuenta en Twitter de Morgana, una de las hijas en común de la pareja, por lo que parece que en esta ‘guerra’ ya empiezan a formarse distintos bandos. En el texto se explicaba que hace tan solo una semana todos los Vargas-Llosa habían estado “en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados y la entrega del doctorado de la Universidad de Princeton”.

El morbo político

Más allá del amor, la unión de Vargas Llosa y Preysler tiene un indudable atractivo por la carga ideológica de los dos personajes. El escritor es uno de los principales iconos del liberalismo latinoamericano, del que ha sido bandera durante décadas, llegando a presentarse a las elecciones en su país natal en los años 90. Sus obras de ficción literaria se complementan con trabajos de ensayo y múltiples artículos sobre política que publica desde hace años a través de las páginas del diario madrileño El País. La figura de Isabel, por su parte, adquirió un cariz político a partir de su unión con Miguel Boyer en una boda que removió los cimientos del PSOE a mediados de los años 80, en plena cumbre del poder socialista, aunque las posteriores evoluciones ideológicas del primer ministro de Economía de Felipe González situaron a la pareja en un ámbito más ambiguo, sobre todo a raíz del caso Ibercorp (en el que los dos estuvieron imputados junto al ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio) y del apoyo de Boyer a José María Aznar y su acercamiento a la Faes.

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