Mémesis

Hay que ponerle cámaras al Nord Stream 3

El sabotaje de los gaseoductos del Báltico ha resucitado las conspiraciones más disparatadas de la Guerra Fría. El repaso semanal a Twitter

Donetsk, Luganks, Zaporiya y Jersón han celebrado referéndums de anexión a Rusia vigilados por observadores internacionales llegados de todas las partes del mundo: desde Moscú hasta Pyongyang y Caracas. En Donetsk ha ganado el SÍ por un 99,23%, un éxito arrollador que occidente no ha querido reconocer porque sólo le gustan las elecciones cuando las ganan ellos. La de Donetsk es ya una de las victorias más holgadas de la historia, a sólo cuatro puntos del 103% que sacamos el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte en las parlamentarias de 2013.

Aunque arrase en las urnas, a Putin le acusan de todo, hasta de sabotear sus propios gaseoductos en esa especie de partida de Cluedo submarino que se ha iniciado con las explosiones de los Nord Streams. Hay quien acusa a los rusos, que en principio no tendrían razones para sabotear su propia infraescructura. Nadie se pega un tiro en el pie, excepto Froilán. Otros culpan a los americanos en lo que sería un ataque sucio de falsa bandera que podría iniciar una guerra mundial y además agrede a sus propios aliados, es decir, el clásico estilo de los americanos. A mí sólo se me ocurre alguien que tenga motivos para vengarse de los europeos y que podría sabotear dos gaseoductos submarinos a 88 metros de profundidad en cuestión de minutos: la Sirenita negra de Disney, pero todavía no ha reivindicado el ataque.

Según los alemanes, los gaseoductos han quedado inutilizados. Si se restablecieses las relaciones en el futuro habría que construir un Nord Stream 3 al gusto de Rusia. Un tubo submarino que transportase petróleo en vez de gas y que diese una vuelta innecesaria por el Báltico para pasar cerca de la casa en Estocolmo de Greta Thunberg. Un oleoducto que la gente llamaría ‘El Chapaputin’.

Con la II Guerra Fría a flor de piel, Trump se ha ofrecido para mediar entre Biden y Putin en la única red social de la que no le han echado, la suya propia. Hay indicios de que Trump lleva semanas intentando comunicarse con el mundo desde su destierro digital. Un algoritmo de Google detectó un mensaje en el chat de Maduritas Calientes de Terra que cuadraba gramáticalmente con el estilo del ex presidente. Esta semana en Twitter se ha hablado de gaseoductos y de los italianos, que han demostrado en las urnas no ser tan reaccionarios como los pintaban eligiendo primera ministra a la única mujer que se presentaba. El premio a la teoría más original del ascenso de la extrema derecha es para Pedro Vallín por “La culpa es de Sorrentino”. 

En crónica rosa hemos tenido dos rupturas: la de Risto Mejide y Laura Escanes y la de Tamara Falcó con su novio después de que lo pillasen besándose con otra en un vídeo de Instagram. La frase de Tamara “Me da igual que haya sido un nanosegundo en el metaverso” ha arrasado en Twitter.

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