Mémesis

De cómo España llegó a tener 50 provincias

  • Un paseo por la historia de la organización territorial y política de nuestro territorio

La Península Ibérica tiene un pasado interesante plagado de gentes y culturas que han ido dejando su legado con el paso de los siglos. Es difícil determinar un punto de partida, pero quizá antes del Imperio Romano no hubo ninguna organización territorial real. Sí, hubo celtas, íberos, vascones e incluso cartagineses, pero aquello eran más tribus más o menos relacionadas culturalmente que una organización real del territorio.

Hace unos 2000 años llegaron los romanos y organizaron nuestra querida y amada Península Ibérica ¿Y por qué organizar el territorio? Por mantener el control y, por ende, poder cobrar los tributos. La organización de la Península Ibérica durante el tiempo de los romanos fue básica (primero en tres provincias y luego en cinco), pero bastante estable. Después, con la caída del Imperio Romano durante la época de las  Grandes Migraciones (sí, me he negado a volver a utilizar Invasiones Bárbaras como término principal), la Península Ibérica cayó bajo diferentes controles, perdiéndose casi por completo una organización territorial estable.

Mapa físico de España (1823). Sin fronteras, sin divisiones. Fuente: Wikipedia.

 

Primero los visigodos con un simulacro las provincias romanas llamándolas ducados, luego los musulmanes establecieron las coras. Poco después aparecieron los diferentes reinos cristianos (al norte) y reinos taifas (al sur). Y, finalmente, los reinos cristianos conquistaron la Península Ibérica finalizando en 1492 con la expulsión de los últimos musulmanes. Y sí, conquistaron, porque nunca había sido suyo antes (el término reconquista es otro que me he negado a volver a utilizar).

Y entonces, más o menos con la llegada al poder de Carlos I, es cuando podemos empezar a hablar de España (aunque más para el resto de Europa que para los habitantes de Aragón, Castilla y Navarra).

Aragón, Castilla y Navarra (Siglo XVI)

Con tanto trasiego de pueblos invadiendo la Península Ibérica durante prácticamente un milenio, poco se puede esperar de la organización territorial de partida.  Lejos quedaban los tiempos donde los romanos tenían un control más o menos real del conjunto del territorio. Lo que quedaba en el siglo XVI era más bien un grupo de ciudades con poder sobre unas tierras más o menos grandes que tenían representación en las cortes.

Lamentablemente no nos queda mucha información detallada de cuál era el poder de cada una de estas ciudades antes del 1590 (esto se lo podemos agradecer a los franceses y a la invasión napoleónica), pero por suerte se conserva el censo de Tomás González Hernández, gracias al cual podemos disfrutar del siguiente mapa.

 La Península Ibérica en 1590). Fuente: Wikipedia.

 

De este mapa se pueden sacar bastantes cosas interesantes, pero sin duda lo más llamativo es la locura de enclaves que poblaban la geografía española de la época. El Condado de Treviño (que ya pertenecía por aquel entonces a la provincia de Burgos) no era más que uno de los cientos de enclaves provinciales que existían. Ni siquiera era el más grande o el más el más llamativo.

La segunda gran apreciación es la importancia de las coronas y los reinos en el siglo posterior a la aparición de España. Castilla era Castilla, Navarra era Navarra y Aragón era Aragón. La organización territorial de la Corona de Aragón y del Reino de Navarra era algo más práctica, pero también es cierto que no ha llegado a nuestros días el nivel de detalle del Censo de González Hernández.

La tercera cuestión que no se puede pasar por alto es el poder de la actual Castilla y León. De las 18 provincias de la Corona de Castilla, la mitad estaban en la actual Castilla y León. Especialmente remarcable era el poder de Salamanca, que controlaba todo el territorio de Extremadura y de Zamora, que controlaba todo el territorio de Galicia.

La última cosa recalcable es la Provincia de Toro: Se trata de la única provincia histórica que no consiguió mantenerse como provincia hasta la actualidad. Por aquel entonces prácticamente la totalidad de la actual provincia de Palencia pertenecía a este actual pueblo zamorano de conocido vino.

En resumen, España en aquel momento se dividía en la Corona de Castilla (Zamora, León, Valladolid, Burgos, Soria, Toro, Salamanca, Ávila, Segovia, Guadalajara, Madrid, Toledo, Cuenca, Sevilla, Córdoba, Jaén, Granada y Murcia), el Reino de Navarra, la Corona de Aragón (Reino de Mallorca, Reino de Aragón, Reino de Valencia y Principado de Cataluña) y las tres provincias vascas (Vizcaya, Guipúzcoa, Álava).

En 1590 sólo existían 21 de las 50 provincias que existen en la actualidad. Aún quedaba un largo camino por delante.

 

Las Nuevas Provincias (Siglo XVII)

En los años posteriores, otras ciudades fueron ganando representación en las cortes castellanas. Aunque se trató de un proceso extremadamente lento. La primera de todas fue Santiago de Compostela, que ganó el derecho a voto en nombre de toda Galicia (y la escisión de Zamora) en 1623. Un derecho por el que llevaban luchando desde el año 1528 y que finalmente únicamente consiguieron a base de un buen puñado de dinero.

 Mapa de las provincias de Palencia y Toro, 1785) Fuente: Biblioteca digital Castilla y León.

 

A continuación, en 1653, Extremadura siguió el mismo camino que Galicia. Todas las ciudades importantes de Extremadura unieron fuerza (y dinero) para conseguir el voto en las cortes de Trujillo y su consecuente escisión de Salamanca. Palencia haría lo propio tres años más tarde, en 1656, separándose de la provincia de Toro.

La Mancha fue la última provincia en conseguir su independencia en el siglo XVII, gracias al voto en las cortes de Almagro, en el año 1691. En este caso no fue tanto las ganas de independencia de Almagro y del resto de La Mancha, sino la consideración del régimen absolutista de la necesidad imperiosa de que Toledo fuera una provincia pequeña.

Mapa de la Provincia de La Mancha, 1765). Fuente: Wikipedia.

 

Pese a los continuos cambios, el conjunto de España (que así es como se nos reconocía en Europa) seguía siendo algo extremadamente complejo: La Corona de Aragón seguía con su organización territorial al margen de Castilla, el Reino de Navarra seguía siendo un reino cuasi-independiente y las provincias vascas tenían ya los privilegios de recaudar sus propios impuestos.

Las Intendencias (1718)

Con la llegada del siglo XVIII y de los Borbones, todo cambio. Felipe V, aprovechando su victoria en la Guerra de Sucesión, impuso el centralismo en el conjunto de España. El nuevo rey declaró los Decretos de Nueva Planta, con los que (resumiendo muy mucho) decidió aplicar el derecho de conquista en la Corona de Aragón y suprimir automáticamente toda la autonomía de cada uno de sus reinos, pasando cada uno a estar bajo el control de un capitán general.

Y así fue como por primera vez en la historia España, España tenía una cierta unidad real de forma interna y no sólo de cara al exterior como había sucedido en los dos siglos anteriores. Era el momento de aprovechar para organizar de forma adecuada el territorio y por ello aparecieron las intendencias en 1718.

Mapa de España en 1788 por Tomás López). Fuente: MontesToledo.

 

En el sentido organizativo del estado, las intendencias supusieron un buen avance, por la mejora en la recaudación de impuestos. Pero si lo miramos desde un punto de vista meramente territorial, se trataba simplemente de reutilizar las antiguas provincias de la Corona de Castilla y los corregimientos de la Corona de Aragón y pasar a denominarlas intendencias. Cada una de estas intendencias tendría un intendente elegido por el rey que estaría encargado de recaudar los impuestos. Por supuesto, las provincias vascas y Navarra se quedaron al margen.

La única intendencia creada por Felipe V inexistente anteriormente fue la Intendencia / Provincia de Canarias. De este modo Canarias dejó de ser considerado un territorio colonial para pasar a ser una provincia más de pleno derecho dentro del Reino de España.

Mapa de las Islas Canarias, 1746). Fuente: Congreso.es.

En los años posteriores, los intendentes aparecerían y desaparecerían de forma intermitente, y las intendencias (o provincias, dependiendo del momento adecuado) fueron escindiéndose con la aparición de las pequeñas intendencias de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía. La desorganización territorial de España parecía no tener una solución.

El Plan Soler (1799)

A finales del siglo XVIII todo empezó a racionalizarse. El primero en alzar la voz y ser, relativamente, escuchado fue el Conde de Floridablanca hacia el año 1785. De forma inteligente propuso dividir España en unidades territoriales que tuvieran un terreno, una riqueza y una población similar, respetando en la medida de lo posible la unidad histórica de cada localidad de España.

Sobre el papel fue una idea revolucionaria, pero en una España aún bajo el yugo del Antiguo Régimen no tenía cabida ese tipo de racionalismo. Los cambios fueron mucho más lentos, pero poco a poco España iba tomando forma.

Mapa del Plan Soler, 1799). Fuente: atlasdemurcia.com.

 

La propuesta de Soler fue sencilla e igualmente necesaria. España necesitaba deshacerse de las grandes provincias que aún quedaban y crear provincias costeras para facilitar la recaudación de impuestos. Y precisamente en esos consistió el Plan Soler. En 1799 se crearon seis nuevas provincias: Oviedo (escindida de León), Santander (de Burgos), Alicante (de Valencia), Cartagena (de Murcia), Málaga (de Granada) y Cádiz (de Sevilla).

Además de las nuevas provincias, el Plan Soler fue el primero en comenzar la reestructuración de provincias, viéndose principalmente aceptadas las provincias con mayor número de enclaves (las correspondientes a la actual Castilla y León). Además, la ejecución de este plan vio la desaparición de la primera provincia histórica: La provincia de Toro.

Con este último cambio, la desorganización territorial del Antiguo régimen toca su fin. La llegada del siglo XIX llevó a España la verdadera reorganización de España, la locura absoluta.

Las Prefacturas (1810)

Con la invasión de Francia durante la Guerra de la Independencia y el mandato de José Bonaparte, la organización territorial francesa en forma de prefacturas intentó ponerse en marcha. En 1810 se propuso la división de España en 38 prefacturas que tenían el objetivo de sustituir las provincias tal y como se conocían.

En la línea de lo que se hizo en Francia (y se ha mantenido hasta nuestros días), las prefacturas pretendían no sólo dividir de forma eficiente el territorio, si no también elegir nombres de accidentes geográficos para cada una de las prefacturas que minimizasen los sentimientos regionalistas favoreciendo el centralismo.

 Las prefacturas napoleónicas de España). Fuente: Wikipedia.

 

A causa de la Guerra en la que se vio inmersa España, las prefacturas no llegaron a ser efectivas. Al menos no en todo el territorio, ya que Cataluña fue anexionada durante un año a Francia y sus cuatro prefacturas (Bocas del Ebro, Montserrat, Segre y Ter). Pero con la expulsión de los franceses en 1814, las prefacturas llegaron a su fin.

La división provincial definitiva (1833)

Mientras gran parte de España estaba ocupada expulsando a los franceses, en Cádiz las cortes y la Primera Constitución Española también pusieron sobre la mesa de forma formal la necesidad de una reorganización territorial de España.

Las propuestas fueron múltiples, empezando por la que ya había propuesto Floridablanca en 1785 (con 32 provincias) y con una primera propuesta de Felipe Bauzá (con 36 provincias principales y 7 provincias secundarias). Pero por circunstancias varias, ninguna de estas dos propuestas se llevaron a cabo, dejando España con la misma desorganización hasta 1822.

Entonces, la llegada del trienio liberal puso en vigor durante unos meses la primera verdadera organización del territorio en provincias con cierto sentido y cierto pragmatismo.

 España durante el Trienio Liberal). Fuente: reinolvidado.

 

En esta ocasión España se dividió en 52 provincias, una división territorial casi idéntica a la que ha llegado hasta nuestros días. Por primera vez Galicia, Extremadura, Cataluña, Valencia y Aragón se dividían en provincias equiparables a las provincias castellanas. También aparecieron por primera en la historia de España las provincias de Ciudad Real, Albacete, Logroño, Huelva, Córdoba, Jaén y Almería.

Sólo hubo tres provincias que tuvieron poco futuro más allá. Se trata de las efímeras provincias de Calatayud (parte de la actual Zaragoza), Villafranca del Bierzo (parte del actual León) y Játiva (parte de las actuales Valencia y Alicante).

Además, pese a la similitud con la actual distribución territorial, había algunas provincias que aún tenían un nombre muy distinto del que tienen en la actualidad, como es el caso de la Provincia de Chinchilla (actual provincia de Albacete), la Provincia de Cartagena (erróneamente etiquetada en el mapa y actual provincia de Murcia) o la Provincia de Vigo (actual provincia de Pontevedra).

Terminado el Trienio Liberal, el Antiguo Régimen recuperó el poder volviendo a la distribución territorial de Soler, aunque duraría poco. Por real decreto, en 1833 la organización territorial cambió de nuevo siguiendo las recomendaciones de Javier de Burgos. En líneas generales se recuperó el plan del Trienio Liberal con la eliminación de las provincias de Calatayud, Játiva y Villafranca del Bierzo.

La división territorial definitiva de 1833). Fuente: Ayto Durcal.

La actualidad

Desde aquel 1833, España ha vivido pocos cambios provinciales más. Algunas de las provincias definidas en aquel año han cambiado de nombre, como es el caso de las provincias de Logroño (a La Rioja en 1980), Santander (a Cantabria en 1982), Oviedo (a Asturias en 1983) y las provincias catalanas (en 1992), gallegas (en 1998) y vascas (en 2011).

Otras muchas provincias han visto modificadas sus fronteras levemente como Valencia, Alicante, Albacete y Murcia (1836); Toledo y Madrid (1842); Guipúzcoa (1845); Ciudad Real y Albacete (1846); Cuenca y Albacete (1851); y Burgos y Palencia (1973),

El único cambio remarcable tuvo lugar en las Islas Canarias. Después de casi dos siglos de disputas entre Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria por la capitalidad de las islas, en 1927 (durante la dictadura de Primo de Rivera) Las Palmas de Gran Canaria se escindió de Santa Cruz de Tenerife formando una nueva provincia.

 Banco dedicado a la Provincia de Canarias, en Sevilla). Fuente: Wikipedia.

 

Con todo esto, únicamente nos queda por mencionar aquel territorio de España que no está organizado en provincias. Lo primero que nos viene a la mente son las ciudades autónomas de Ceuta y de Melilla. La primera se escindió de Cádiz en el año 1925, la segunda se escindió de Málaga en 1995. Ambas ciudades alcanzaron la condición de ciudad autónoma en el año 1995.

Pero España aún tiene territorio más allá de las 50 provincias y las dos ciudades autónomas. Se trata de los particulares casos de las tres Islas Alhucemas, las tres Islas Chafarinas y el Peñón de Vélez la Gomera.  Todo este territorio, carente de población y español por puras cuestiones estratégicas se considera plazas de soberanía de España, pero no se incluyen dentro de ninguna administración provincial.

Y con esto, se termina esta resumida historia territorial de España. Bueno, más bien únicamente el tema de las provincias. Dejaremos para otro día otras complicaciones territoriales como los enclaves, las comunidades autónomas o las antiguas colonias.

Miguel García Álvarez @milhaud

Me gustan los mapas y me gusta intentar entender el mundo en el que vivo. Tengo opiniones y estoy dispuesto a cambiarlas cuando me (de)muestran que estoy equivocado. ¡Ah! y también tengo un blog llamado Recuerdos de Pandora.

    

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