La maravillosa idea y posterior patente número US 244358 perteneció al arquitecto norteamericano William H. Brown y al dueño de una fundición Benjamin F. Haugh. En 1881 presentaron la idea al público y la vendieron por varios estados a instituciones penitenciarias que no dudaron en financiar su construcción.
La idea era tan sencilla y maravillosa que cautivo a varios gobernadores agobiados por los costes de una industria cada vez más grande y problemática a finales de siglo. Un cilindro dividido en tres plantas con ocho celdas cada una giraba en torno a un eje mediante una manivela que un solo hombre podía manejar sin problemas gracias a un mecanismo de ruedas dentadas que minimizaba el esfuerzo para mover miles de kilos.
Las 8 habitaciones de cada planta compartían entonces una sola puerta de acceso y salida que era controlada por un solo guarda. 24 prisioneros por guarda hacia el ratio muy tentador para amortizar la inversión. Esto y que el diseño hacía imposible que los prisioneros se fugasen lo convertían en la cárcel perfecta.
"Una sola célula, un solo prisionero", este era el lema que usaba William H. Brown para vender su proyecto. El funcionario solo tenía que controlar a un prisionero en cada momento.
Se construyeron prisiones giratorias de dos niveles en Crawfordsville, Indiana; el Estado natal del arquitecto. Más tarde se ampliaría a cilindros con 3 niveles y 24 celdas en Iowa en 1885 y de un solo piso en Gallatin, Missouri, en 1889. Con el tiempo y el éxito del proyecto se construyeron centros en otros 15 estados de todo el Medio Oeste.
El centro de dos niveles en Crawfordsville es el único que se conserva intacto y cuyo mecanismo giratorio sigue en funcionamiento. El conocido Youtuber norteamericano Tom Scott, especialista en vídeos de historia, ciencia y curiosidades ha estado recientemente en la prisión para conocer cómo funcionaba el invento.
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El diseño aclamado y vendido en su día no pasaría hoy la más mínima normativa de seguridad. En primer lugar la de Incendios. El sistema era demasiado lento para permitir una evacuación segura de los 8 presos de cada planta. Al ser el giro manual si el funcionario fallaba los presos no podrían salir en caso de que se declarase un fuego. No solo eso, la falta de ventilación y salida de humos de cada celdas convertiría la prisión en una auténtica ratonera. De hecho, el centro más grande construido, el de tres alturas de Pottawattami, en Iowa, se llamó la "Cárcel de Jaula de ardilla".
Pero lo que hizo que desapareciesen del mapa todas las prisiones giratorias fueron los constantes accidentes y desmembramientos. El fenómeno empezó a observarse en la primera prisión construida, la de Crawfordsville. La mayoría de los presos de la zona eran varones condenados por delitos relacionados con alcohol.
Las celdas eran oscuras y los presos borrachos o medio inconscientes por el hacinamiento se arrimaban a lo que sabían era el único sitio por donde alguna vez se podía salir. Cuando la maquinaria empezaba a moverse sus extremidades quedaban enganchadas entre el cilindro y el forjado fijo de la prisión.
Los accidentes provocaron la inmovilización de los cilindros de mayoría de las cárceles ya en los años 30, pero las prisiones siguieron funcionando con una adaptación hasta los años 70. Unas puertas en cada celda que permitía a los presos salir en caso de urgencia. La última en convertirse en museo fue la cárcel Gallatin, Tennessee en 1975.
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