Mi hijo no tiene todavía ni móvil ni Internet, es un peligro.
—¿Y qué hace cuando se aburre?
—Ver la tele.
Así responden un padre tipo sometido a la nueva ciberfobia, un miedo irracional a todo lo que huela a redes. El padre que prefiere el lavado de cerebro de la metralleta publicitaria de ClanTV a tener el control de lo que su hijo mira. El que entrega a su hijo de 5 años el mando de una programación con 200 canales imposibles y le prohíbe usar la tablet por el miedo al sexting.
—¿Qué es el sexting?
—Ni idea, pero suena fatal para mi hijo —diría el mismo.
Pero es que de este pánico no se salvan ni los que van de expertos. "Dar a un niño un móvil es como darles un gramo de cocaína" dice el director de una clínica londinense donde la gente paga por curar sus dependencias. Como si el móvil fuese algo nocivo en sí mismo. Son los mismos que hablan de la adicción a Internet pero no de adicción a la información o a los libros. Los que hablan de alienación por los videojuegos, por el Rol o por las redes sociales. La excusa de la adicción a las innovaciones no es más que una respuesta refleja al miedo por no comprenderlas. Nadie habla de adicción al fútbol, al skate o a la peonza. Y cuando salieron todos hablaron mal de la telefonía móvil, los SMS o el WhatsApp.
La excusa de la adicción a las innovaciones no es más que una respuesta refleja al miedo por no comprenderlas
No dejar a tu hijo acceder a Internet por miedo al acoso o al abuso es como no dejarle comer por miedo a que se envenene o engorde. El truco para disfrutarlos también es el mismo, controlar y educar en el uso de Internet o la comida. El problema fundamental del rechazo de estos padres es confundir adicción con mal uso.
Según el Instituto Nacional de Estadística el 98% de los adolescentes de 16 a 24 años han usado Internet alguna vez en los últimos tres meses. No hay datos para los menores de 16 pero sí uno revelador. Sus padres, los comprendidos entre 45 y 54 años, bajan el porcentaje al 84% y sus abuelos, hasta casi el 30%.
La decisión de cómo, cuándo y porqué deben usar Internet los menores de 16 se deja en manos del colectivo que menos usa el medio y peor conoce sus mecanismos de seguridad
Es decir, la decisión de cómo, cuándo y porqué deben usar Internet los menores de 16 se deja en manos del colectivo que menos usa el medio y que, con toda seguridad, conozca peor todos sus mecanismos de control para adaptación de los usuarios más pequeños. La responsabilidad del mal uso es siempre de los padres, no de ellos.
Mi hijo de 8 tiene móvil (de segunda mano y sin tarjeta SIM) desde los 6 años. Ahora está empezando a ver contenidos de la red. Cuando algún padre de compañero se ha enterado me lo ha reprochado como si llevase un Kalashnikov. Es evidente que existe un rechazo al acceso infantil a la Red. Miedo a una adicción que no es más que una pereza paterna por controlar lo que puede o no hacer su hijo con una herramienta de conocimiento.
No dejar a tu hijo acceder a Internet por miedo al acoso o al abuso es como no dejarle comer por miedo a que se envenene o engorde
Pero el móvil de mi hijo está a prueba de la KGB. Solo podemos acceder él y yo por huella dactilar. Está limitado el tiempo de uso y las aplicaciones instaladas, capado el navegador y la Play Store, control parental en Youtube (YouTubeKids) y yo puedo ver constantemente y desde cualquier dispositivo el historial de acceso a todo lo que ha visto. El móvil de mi hijo es casi un ladrillo pero también un instrumento muy práctico de auto aprendizaje. Solo puede usar 4 aplicaciones, debe gestionarse él solo el tiempo de uso máximo (2 horas al día), preguntar y pedir lo que puede instalar, se apaga automáticamente a las 22 horas y sabe que yo estoy al tanto de todo lo que haga. Solo puede usarlo cuando estamos cerca. Un infierno para él, un descanso para nosotros.
El tiempo que tu hijo está con el móvil importa un carajo comparado con lo que pueda hacer con él
Pero todo esto no es suficiente. Configurar y olvidar es de irresponsables. Y el tiempo que tu hijo está con el móvil importa un carajo comparado con lo que pueda hacer con él. El esfuerzo paterno supone también una inversión constante en el control y evaluación de los imprevistos, en mirar y sondear los contenidos que absorbe tu hijo, en jugar y comentar con él. Hay que pasar por el infierno de escrutar y filtrar a los youtubers que sigue para evitar que se despierte a las 3 de la mañana a buscar fantasmas en casa, los juegos que utiliza, el tiempo que dedica a cada cosa,... y los imprevistos.
Cuando su hermana tenía 10 y con una configuración similar cometí el error de abrirle una cuenta de Gmail para uso exclusivo de familiares y amigos, configurando una libreta de direcciones controlada. Un día llegó un email de su tía sin asunto, con una url y ella pinchó. A ella no le paso nada pero con el gesto mandó a todos sus contactos un vídeo porno. Al día siguiente me llamaron del colegio. Culpable.
Del error aprendimos mucho, pero no dimos marcha atrás. Los imprevistos son parte del proceso de adaptación al medio y diría que hasta imprescindibles. De igual forma que en su clase hay alumnos que van a otros ritmos, incluso que retardan al grupo, su concurso es imprescindible en la formación porque así va ser luego la sociedad que se van a encontrar ahí fuera. Llena de piedras. Internet es un arquetipo de la sociedad, una mina de diamante con infiltraciones de gas explosivo. Para acceder a las joyas hay que esquivar el gas con cuidado y nunca nos privamos del diamante por miedo a las explosiones. Aprender a usar la red implica enseñarles a detectar los contenidos explosivos.
Los nativos digitales no existen. Los niños aprenden por prueba y error y por echarle horas a la tablet u ordenador. Y en este mecanismo de autoaprendizaje no están los controles necesarios para filtrar lo que no pueden ver o hacer debido a su inmadurez. La tutela es imprescindible. Si enseñas a tus hijos a intuir donde está el contenido inapropiado o que no todo lo que hay en Internet es cierto solo lo tendrás que hacerlo un par de veces y modelarás en él una actitud crítica y previsora.
El error del padre ciberfobo que prohíbe siempre las redes a su niño es doble: impedir acceso al conocimiento para mejorar su desarrollo social y educativo y no implicarse en el filtro pedagógico de lo que su niño puede aprender del a red. La experiencia debe ser siempre conjunta.
Dejad que vuestros hijos se acerquen a Internet y acompañarles en ese maravilloso viaje.
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