No tenían número ni centralita, simplemente enganchaban los aparatos patentados (que no inventados) en 1876 por Alexander Graham Bell a la inmensa red de alambres que delimitaban las tierras de su propiedad. Con pequeños puentes a las cercas de los vecinos tejían redes independientes de telefonía para comunicarse libremente entre ellos.
Así lo cuenta el historiador Richard F. Steele en An Illustrated History of the Big Bend Country y también el periodista Charley Eckhardt e Inc, el American Bussines Magazine. Los colonos de Texas, Nuevo México, Luisiana, Misisipi y las Great Plaina (Grandes Llanuras) desarrollaron un sistema de nodos y redes telefónicas que anticipaban sutilmente el tejido orgánico de las redes P2P actuales. Y todo al margen de la ley y la industria. El mejor ejemplo de la revolución rural de la asociación cooperativa.
Para ello se aprovecharon de otra ventaja. El popular alambre de espino —o Barbed Wire— era otra patente de la época inventada por Joseph Glidden y que se popularizaría un poco antes que el teléfono de Meucci y Bell, convirtiéndose en un estándar muy barato y exitoso para la contención del ganado. Esta normalización industrial de las alambradas facilitaba la conexión con los vecinos, muchos de los cuáles compartían gastos de instalación al separar fincas colindantes. Así se creaban grandes entramados de cooperativas de alambradas conectadas. Solo hacía falta meterles una tensión eléctrica adecuada.
Una vez conocido el funcionamiento de la telefonía inventada por Antonio Meucci los granjeros de estas cooperativas copiaron el sistema. Inyectando un flujo de corriente en las Barbed Wire de su propiedad generaban un circuito cuyas variaciones de resistencia se transmitían por el mismo. El micrófono de cada terminal era el encargado de modificar esta resistencia y, por lo tanto, la intensidad de la corriente que al final se convertía en sonido en cada altavoz. Para evitar los cortocircuitos y los problemas con la lluvia utilizaban cuellos de botellas de vidrio, mazorcas de maíz o trozos de bota que aislaban los cables de tierra.
Anuncio publicado en un diario local de Indianápolis en 1902:
Línea telefónica de agricultores. Los agricultores de las cercanías de Oaklandon han organizado una compañía de teléfonos y elegido a los siguientes oficiales: Presidente, William Hamilton; secretario, John Sellers; tesorero, Sirus Stoner. Tienen seis millas de la línea completa, y están sirviendo a unas veinte familias. Han hecho conexión con las líneas de la compañía S. Morrison en Oaklandon.
Cuando se liberó la patente de Bell en 1890, se podía comprar un terminal por catálogo en Sears, Roebuck y Montgomery Ward sin necesidad de conectarte a sus redes ni pagar por ellas. El kit costaba 25$ de la época e incluía el terminal y dos baterías de celda seca. Bastaba entonces conectar el teléfono con mordazas metálicas a la alambrada electrificada y a tierra. Para salvar la distancia entre algunas fincas las cooperativas fabricaban cables que pagaban ebtre todos.
Al no haber centralita todos los teléfonos de cada red sonaban al mismo tiempo. Normalmente no había más de 20 o 30 granjeros en cada nodo pero los nodos podían conectarse entre sí con las redes convencionales. Para distinguir a cada receptor los propietarios tenían asignado cada uno un tono largo, dos tonos, un tono corto, etc... de tal forma que sólo descolgaba el interesado.
Por ejemplo. Si sonaba un determinado número de tonos sabías que al descolgar podías oír el boletín de las noticias de la radio que tenía un compañero o te leían los titulares de un periódico del vecino. También te podían anticipar el parte meteorológico que se te avecinaba. No solo eso, los mensajeros a caballo para llamar al médico o a las autoridades en caso de incendio o urgencia desaparecieron con estas redes.
El verdadero problema de esta arcaica red social cooperativa era que, al final, no existía una verdadera privacidad y no sabías si cualquiera de los miembros podía estar escuchando tu conversación con determinado vecino. Los chismes eran 'vox populi' y la red se usaba también para propagar y difundir rumores interesados. Como una comunidad de vecinos con WhatsApp ¿Os suena?
Cuenta la escritora Laura V. Hamner en su "Light 'n Hitch: A Collection of Historical Writing Depicting Life on the High Plains," que el sistema supuso también la emancipación del colectivo de mujeres de las grandes llanuras, al poder mitigar su soledad con las charlas y el apoyo mutuo mientras sus maridos atendían el ganado.
Los colonos que organizaban estas pequeñas redes telefónicas eran grupos de ganaderos aislados de las redes de telefonía principal al sur de Estados Unidos y que no entraban en la infraestructura general porque no interesaban económicamente a los empresarios. Instalar los postes para llegar a las zonas rurales era muy caro y las copperativas aprendieron a autogestionarse. Algunas de sus redes siguieron usándose hasta los años 70 del siglo XX. Un mecanismo de autodefensa de grupos de ciudadanos contra el sistema capitalista que resolvían con ingenio y coordinación las necesidades de conexión de los más desfavorecidos. Esto también nos suena.
La economía colaborativa ha existido siempre, y más en situaciones de necesidad. Para ahorrarse la instalación de las costosas líneas los granjeros usaban su propia infraestructura para asociarse. Pero para no permanecer en grupos aislados algunos granjeros más cerca de las ciudades, a su vez, conectaban estos nodos con centralitas a la red global. Un sistema que puede verse hoy en día en redes privadas convencionales.
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