Las vacaciones crean monstruos. El veraneante medio en lugar de dedicar el asueto al merecido descanso se está conviertiendo en un turista mentiroso compulsivo, un ser diseñado para coleccionar momentos artificiales que poder compartir y enmarcar con likes en sus redes sociales; cuesten lo que cuesten. Estamos coleccionando recuerdos de poliespan para rellenar de aire el diario de nuestro agosto. El verano ya no sirve para recargar las pilas sino tu cuenta de Instagram. Paren, que yo me bajo.
https://twitter.com/PabloMM/status/862032083757273088
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¿Cómo es posible esperar hasta hora y media de cola para hacerse una estúpida fotografía en una roca?
Esto pasa en la 'Pedra do Telegrafo', en Rio de Janeiro; el lugar de la foto trampa más famoso del mundo. Una piedra a menos de metro y medio del suelo que utilizan los turistas para simular ser auténticos escaladores desafiando a la gravedad. Basta bajar el punto de vista sin encuadrar el suelo para tener un bonito fondo que engañará a los que ven luego la foto. Hasta 90 minutos de cola para simular ser un falso hombre araña.
No es el único sitio. El turista infame prefiere hacer cola durante el tiempo que sea necesario para hacerse una foto en el banco más famoso de Galicia para engordar el álbum de lo que nunca pasó antes que fabricar recuerdos auténticos. Lo de sujetar la Torre de Pisa con las manos es un chiste de parvulario comparado con esto. Nos estamos volviendo locos.
Por no hablar de las imprudencias para conseguir ese selfie o foto que aún no ha hecho nadie. No es raro encontrar por estas fechas noticias de trágicos sucesos protagonizados por turistas más irresponsables que intrépidos. Veraneantes que pierden o arriesgan la vida por tener el cromo más valiente en su colección.
What part of "hey lets approach this 200 pound wild bear" sounds smart to you? (Cordova, Alaska) #tourist #stupid #Alaska #Epicfail pic.twitter.com/Oaimr1OF6e
— C.B Pickett (@akgrownredhead) June 30, 2017
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Hace tan solo unos días una mujer de 57 años murió al ser empujada por las turbinas de un avión cerca del aeropuerto internacional Princesa Juliana de St. Martín, en el Caribe. La estúpida tradición turística consiste en aguantar las embestidas de las aeronaves mientras las grabas o haces una foto desde la pequeña cala que cierra el aeropuerto.
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Y es que el turista maleducado y vanidoso puede romper la armonía del entorno. Año tras año la gente invade y se fotografía entre las tortugas de la playa del Ostional en Guanacaste, Costa Rica. Muchas de ellas dan la vuelta y, asustadas, no llegan a poner sus huevos. Eso si, que nadie te quite el maravilloso posado para la historia.
https://twitter.com/JOL_NEWS/status/700355872795467776
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Al turista medio le sobra valor y le falta respeto. Esa cortesía que ha desaparecido de la mochila del osado. Londres ha tenido que sacar avisos para evitar que decenas de turistas se saquen selfies con la Grenfell Tower, su último rascacielos quemado de fondo.
This sign placed under the Westway this morning. Its kind of depressing that this even needs to be said.#Selfies pic.twitter.com/lNOU9SEJxL
— Guy Smallman (@GuySmallman) June 18, 2017
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No es el único lugar que ha sucumbido al Instagram del morbo. Cualquier escenario mediático es susceptible de servir para lustrar mi selfie y ganar seguidores, aunque sea por un incendio o un atentado.
Tourists take a 'selfie' picture during #MayDay rally in #Barcelona, #Spain: @AP pic.twitter.com/npfGnuqUOk
— Arab News (@arabnews) May 2, 2014
https://twitter.com/ScottJonesy/status/883595767931428864
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Al turismo irresponsable le mola también el postureo. Fabricar aventuras para tener algo que contar en Septiembre. Historias no vividas, exageradas o inventadas. Ya no cuela.
Los hay incluso que banalizan millones de muertos para tener su foto divertida. Hacer piruetas con un monumento a las víctimas del Holocausto de fondo puede servir para ganarte unos cuantos likes o para que un artista inmortalice tu tontería para toda la eternidad. Aquí ya hablamos de ello.
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