Hace unos años, el Viernes negro no era más que un personaje de la novela Robinson Crusoe, eso cambió cuando Estados Unidos creó un evento para ocupar ese mes tonto que tenían antes de Navidad. Así nació el Black Friday, una fecha que, a pesar del nombre, dura entre dos semanas y dos meses. Es uno de esos conceptos que engañan, como Feria de Abril (que se celebra en mayo) o Partido Socialista Obrero Español, que ni enriquece uranio ni socializa los medios de producción.
Cada año más sectores se apuntan a la guerra de las ofertas. Este Black Friday tenemos un 5% de descuento en todas las bolsas mundiales, un 30% menos de disidentes en Corea del Norte y hasta un 50% menos de Navidades con la variante sudafricana. La nueva cepa tiene nombre de hija de Elon Musk (B.1.1.529), pero todavía no le han buscado naming comercial. Yo le pondría variante Omega, por su rollito apocalíptico, pero todo apunta a variante Ni. La cepa sudafricana promete crear todo un apartheid en los bares entre vacunados y no vacunados, esas mentes privilegiadas que tapan la webcam con esparadrapo y te relacionan a Pfizer con la escasez mundial de chips producida por las sequías de Taiwan.
Los antivacunas tienen motivos para creer que nos están envenenando: Pablo Casado se chupó una misa entera en homenaje a Franco sin percartarse del detalle. No lo extrañó el Cara al sol entre el Padre Nuestro y el Santo, Santo porque al fin y al cabo es lo que cantaban en los Maristas de Palencia. Hemos visto anunciar criptomonedas a Iniesta, que cree que Blockchain es un delantero del Aston Villa, y hasta un digital español ha publicado los horarios del Wallmart, que tiene cero tiendas en el país. El mismo James Rhodes, que parecía un tío inteligente antes de vacunarse, ha sido noticia esta semana por decir que no entiende a Bad Bunny. Vamos a ver, James, yo te he escuchado soltar expresiones españolas como ‘cantamañanas’, ‘hacerte el sueco’ o ‘estoy en paro’; tampoco hace falta un B2 de español para entender ‘Dámelo, mami’.
De todo eso se ha hablado esta semana en Twitter, el décimo círculo del infierno de Dante.
Y sigue la fiebre de los NFTs, ya sabéis, esos gifs que cuestan dinero porque son originales y absolutamente distintos al mismo gif que tienes tú en tu ordenador. Ahora es Willyrex, que ha hecho una subasta de sus obras y que se ha mofado de los boomers por no entender su arte. Dentro de 80 años, Willyrex ocupará un espacio en el Prado entre Sorolla y Murillo.
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