El pequeño Seat 600 que impulsó la industrialización en nuestro país debe gran parte de su éxito y mitificación al contexto sociológico donde le tocó vivir, un periodo de post-guerra en el que la motorización empezaba a demandarse. En mayo de 1950 se constituyó la Sociedad Española de Automóviles de Turismos -SEAT-, con una década por delante en la que empezaron a comercializarse los primeros vehículos de producción nacional. Tres años después, en 1953, se lanzaba el 1400, el primer modelo de la marca española. Pero fue el 600, en junio de 1957, el modelo que acabó arraigándose en la historia de decenas de miles de familias durante más de dos décadas, conquistando el asfalto de las carreteras españolas.
Justo ahora, por tanto, se cumplen 60 años del nacimiento de uno de los coches más importantes en la industria española del automóvil, un utilitario que, en su momento, se convirtió en todo un turismo familiar con el que se viajaba a lo largo de toda nuestra geografía a pesar de sus limitaciones de espacio y de velocidad. Porque diseñado para cuatro plazas, con un motor original de apenas 18 CV y con una velocidad máxima que superaba por poco los 100 km/h, el 600 fue adoptado como coche de miles de familias españolas. No era raro ver viajar en su interior a cinco o seis personas cargados de equipaje por dentro y por fuera.
A lo largo de los dieciséis años de comercialización, el 600 se ofreció con cuatro versiones diferentes -N, D, E, D y L-, además de los muchos carrozados hechos a la medida y versiones comerciales que se desarrollaron sobre la base del mítico modelo. En cada una de estas versiones se sucedieron importantes mejoras tanto en su mecánica como de carrocería. Al principio, el sentido de apertura de las puertas era inverso a la marcha, conocidas como “puertas suicidas”, y no cambió hasta 1970 con la llegada del 600 E. Hubo incluso versiones con techo de lona practicable en los 600 N, D y E, de los que pudieron disfrutar muchas familias de clase media. En 1966, se desarrolló el SEAT 800, una versión larga sobre el 600 D, con cuatro puertas y mayor distancia entre ejes.
Desde el primer 600 de 1957, hasta el último 600 L-Especial de 1973, sólo hubo dos mecánicas relevantes: después del primitivo 600 con motor de 633 cm3 de cilindrada de 18 y 21 CV DIN -que se mantuvo en producción durante de seis años-, el núcleo duro lo constituyen las versiones D, E y L-Especial, ya con 767 cm3 y 25 CV DIN -28 CV para el L-Especial-, que ocuparon los diez años finales de la andadura del mito. Asimismo, se sucedieron continuas y progresivas mejoras de fiabilidad, así como mejoras en el habitáculo, como la división del maletero en dos, el sistema de calefacción que tenía la palanca situada bajo el asiento trasero, o las mejoras trascurridas en los materiales utilizados, como por ejemplo en la tapicería del L-Especial.
En cuanto al dinamismo del 600, sin olvidar su longitud de 3,30 metros y la robustez del chasis para soportar el estado de los caminos y carreteras de la época, cabe mencionar que el mítico Seat era un “todo atrás” que debía soportar enormes variaciones de carga, tenía una buena estabilidad, que mejoraba todavía más al sustituir los neumáticos diagonales por unos radiales. La sencillez mecánica y su accesibilidad para realizar las reparaciones, además de la gran cantidad de piezas disponibles, aseguraba larga vida al 600, como demuestran los cientos de modelos que sobreviven hoy día.
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