Motor

Diez Jimny y un desafío: cinco días por el desierto cruzando Marruecos

El nuevo Jimny ha despertado desde su llegada mucha expectación, tanta que su lista de espera es interminable. Para comprobar sus límites, hemos recorrido con diez unidades y durante cinco días la dureza del desierto marroquí. Diez horas diarias de conducción y más de 10.000 kilómetros poniéndolos a prueba en arena, piedras y barro. El resultado… un solo pinchazo como única incidencia.

La llegada al mercado de la nueva generación del pequeño Jimny ha supuesto para Suzuki un éxito quizás no inesperado, pero que sí ha desbordado las mejores expectativas de la marca, incluido el mercado español, en el que todas las unidades previstas para su comercialización tienen ya dueño y la lista para hacerse con este pequeño todo terreno implica una reserva de mil euros y esperar con paciencia la llegada de más unidades de un fábrica, la de Japón, a plena producción.

Para conocer a fondo los secretos que han llevado al Jimny a generar estas expectativas, nos hemos desplazado al desierto marroquí, a sus míticas dunas y a las montañas del Atlas para ponerlo a prueba en las más duras condiciones. Diez unidades completamente de serie, ruedas incluidas, han sido protagonistas de esta Jimny Desert Experience en el que el pequeño todo terreno de Suzuki se ha enfrentado a las condiciones más severas a las que puede enfrentarse un modelo de serie, sin preparación alguna.

Camino del Valle del Dades.

La salida de este desafío comenzaba en la localidad de Ouarzazate, desde donde la caravana Jimny inicia los primeros kilómetros ya sobre pistas de tierra y piedras en las que sometemos a las primeras torturas al pequeño todo terreno japonés. Atravesamos en Valle del Dades bordeando el sur del Atlas por paisajes increíbles. Casi 170 kilómetros la mayoría sin pisar asfalto para un primera jornada que nos lleva hasta la localidad de Boulmane Dades y en la que sufrimos la primera y única incidencia, un pinchazo a las primeras de cambio que nos hacía pensar en complicadas jornadas, pero que a la postre resultó ser la única incidencia entre los diez Jimny. Sin duda, una grata sorpresa que nos permitió disfrutar cada jornada sin paradas técnicas que ralentizaran la marcha. 

Un pinchazo fue el único incidente mecánico sufrido en cinco días.

El tramo final por asfalto nos deja claro que el Jimny está hecho sobre todo para el campo. En carretera mejora mucho las prestaciones del modelo anterior, pero sigue siendo un auténtico y verdadero todo terreno. La dirección cuenta con mucha desmultiplicación y requiere estar muy pendiente del volante cuando llegan las curvas. Balancea en ellas más que en cualquier SUV, aunque resulta suficientemente confortable en su amortiguación como para poder viajar con ciertas garantías, con un motor que, aunque algo ruidoso por encima de los 120 km/h, sí permite al menos moverte sin problemas a ritmos incluso algo por encima, aunque no más allá de los 130 km/h de marcador.

El segundo día el recorrido no lleva hacia el Atlas, por pistas empedradas, casi trialeras a ratos, por unos paisajes increíbles subiendo hasta los 2.800 metros de altitud. El Jimny, con sus reductoras, sube con enorme facilidad entre piedras y no da síntomas de sufrir en ningún momento de la dureza del recorrido. Los kilómetros de suceden por un terreno muy irregular pero avanzamos sin problemas. El descenso es aún más sencillo y finalizamos tras más de cinco horas en una carretera asfaltada que nos llevaría a hacer noche próximos al desierto de arena.

LLegan las dunas

La tercera jornada fue quizás el plato fuerte de esta ruta que nos llevaba a las dunas de Merzouga, un paisaje sin duda sorprendente en el que el Jimny nos permitió disfrutar de una conducción muy diferente, una experiencia que resulta de lo más gratificante. Para abordarlas, resulta imprescindible bajar considerablemente las presiones de los neumáticos para evitar quedarnos enterrados en la arena permitiendo una mayor capacidad de tracción. Eso, y una dosis de cierta velocidad para "surfear" por la arena sobre todo al subirlas. Otra buena dosis de control sobre el acelerador que, gracias además al liviano peso del Jimny, hace todo más fácil. 

Dunas de arena en Merzouga.

Tras una completísima jornada sobre dunas, con casi 70 kilómetros de recorrido y muchas horas al volante, finalizamos durmiendo en medio de las dunas, en un campamento a base de jaimas en las que descubrimos lo que significa una tormenta de arena. En cuestión de minutos, la plácida noche se transformaba en casi una pesadilla, aunque en poco más de una hora recuperábamos la normalidad. 

Tras una noche tranquila en pleno desierto, una larga jornada nos esperaba por delante al día siguiente, atravesando largas llanuras de arena por las que discurría el Rally Dakar original y lagos secos que no parecían terminar nunca. Más de 300 kilómetros y diez horas de conducción y el Jimny sigue sin quejarse del trato recibido. Para completar la jornada, las intensas lluvias caídas en las zonas montañosas hacían llegar caudalosos ríos de agua que anegaban carreteras cortando el tráfico... excepto para el pequeño Suzuki.

Una última y tranquila jornada nos llevaba de vuelta al punto de origen, Ouarzazate, por el terreno menos amable para el Jimny, el asfalto. No es un todo terreno para largos viajes por asfalto, excepto si al final del mismo tenemos un premio en forma de ruta como la vivida por territorio marroquí.

Todos los Jimnys finalizaron sin un sólo problema mecánico.

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