Beatriz, Carmen, Ana, Sofía, María, quién sabe quién será el nombre de la próxima. Sabemos, eso sí, que ahora mismo hay una mujer temblando de miedo, sin fuerza para denunciar los malos tratos que recibe por parte de un hombre maltratador, violento, agresivo, un hombre que en su día la quiso pero que confundió el amor con posesión y convirtió una relación de pareja en un calvario. Aunque esta mujer que está temblando de miedo denuncie a su agresor no se salva de poder ser asesinada, así lo dicen unos datos espeluznantes. Detrás de los números, hay vidas truncadas, no sólo las de estas mil mujeres que han sido asesinadas por la llamada violencia machista en los últimos 16 años, sino mil familias afectadas, padres que se quedan sin su hija, hijos e hijas que se quedan sin su mamá. Un horror que desde hace 16 años ha dejado de ser silenciado, desde que tenemos registro del número de muertes. Pero la visibilidad no es suficiente, es un paso, pero hacen falta muchos más para conseguir una sociedad igualitaria, comprometida en valores, una sociedad no violenta.
Mirar hacia otro lado es de cobardes; dar el paso para explicar un calvario requiere una valentía y un apoyo social e institucional que debe mejorar con urgencia
Nosotras les damos la vida y ellos nos la acaban quitando. ¿ nos está pasando, qué estamos dejando de lado para tener la sociedad que tenemos? ¿Dónde está la educación necesaria para evitar la violencia? Está claro que empieza en casa, se va forjando en los parques y acaba en la escuela. No al revés. ¿Qué le pasa a esa mujer que permite el horror sin pedir ayuda?; ¿qué pasa cuando pide ayuda y aún así es asesinada?; ¿y qué vida ha tenido su asesino para acabar cometiendo un crimen?
Mirar hacia otro lado es de cobardes, dar el paso para explicar un calvario requiere una valentía y un apoyo social e institucional que debe mejorar con urgencia. Nos hacemos falta, nosotras somos las primeras que no podemos mirar hacia otro lado, no cabe la sumisión, hace falta gritar, hasta que no nos quede voz, que nadie es superior a nadie, que nadie sobra en esta sociedad cada vez más crispada, más estresada, menos humana. Somos responsables de educar a nuestros hijos en el respeto al otro, independientemente de su sexo o condición social. Educación y respeto para evitar sufrimiento y muerte. Son pocos los años desde que el Gobierno ha adquirido el compromiso de acabar con esta lacra social, y quizás deberíamos empezar por mejorar la sociedad del bienestar, por conciliar nuestras vidas laborales y familiares, por tener una vivienda digna y un trabajo digno como consta en la Constitución de la que tantos se llenan la boca. Queda mucho camino por recorrer contra esos hombres violentos y mucho me temo que con Vox en el poder la situación no va a mejorar.
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