El 40 aniversario del golpe del 23-F ha propiciado toda suerte de conmemoraciones y generado falacias sin cuento. Se han exhibido infinidad de aficionados a la práctica de esa suerte taurina de arrimarse a toro pasado para mancharse de sangre la taleguilla y acrecer los méritos ante públicos ingenuos.
Han desfilado quienes se sienten privilegiados por haber estado ahí, como si la presencia física garantizara el entendimiento. Aquel día, los acontecimientos transcurrieron a la vista del público, pero algunos vieron más y otros fueron incapaces de ver lo que tenían ante sus ojos.
Un caso práctico ayuda a confirmarlo, se trata de la única referencia al asalto de los golpistas al Congreso que figura al comienzo de la página 9.276 del Diario de Sesiones correspondiente al lunes 23 de febrero de 1981.
En la página anterior se da cuenta de la lectura por el señor secretario, Víctor Carrascal Felgueroso, de la lista de diputados que procedía a nombrar para que fueran contestando según el sentido de su voto 'sí', 'no' o 'abstención' a la candidatura de Leopoldo Calvo Sotelo para la presidencia del Gobierno.
El llamamiento se había iniciado por Antonio García Miralles. Con la respuesta 'no' del octogésimo diputado Manuel Núñez Encabo termina la página 9.275. La siguiente arriba citada sólo recoge una acotación, escrita, como siempre, en letra cursiva y encerrada entre paréntesis. Su tenor literal merece ser reproducido. Dice así:
(En este momento, y cuando eran aproximadamente las dieciocho horas y veinte minutos, tras escucharse en el pasillo algunos disparos y gritos de “¡Fuego, fuego!” y “¡Al suelo todo el mundo!” irrumpe en el hemiciclo un número elevado de gente armada y con uniforme de la Guardia Civil, que se sitúa en lugares estratégicos, amenaza por la fuerza a la Presidencia y, tras un altercado con el vicepresidente primero del Gobierno, Teniente General Gutiérrez Mellado, conmina a todos a tirarse al suelo, sonando ráfagas de metralleta. Queda interrumpida la sesión)
Aclaremos que las acotaciones son textos intercalados por los taquígrafos para dar cuenta de sonidos ajenos a los emitidos por el orador que ocupa la Tribuna Por ejemplo, los aplausos, las interrupciones que hacen los diputados al hablante que está en su turno o también las que registran la posición -en pie o sentados- de los diputados de un grupo o de sus oponentes.
Los textos del Diario de Sesiones están escritos en presente histórico, pero en la acotación comentada el verbo era figura en pretérito imperfecto. En todo caso, los taquígrafos sobrepasan su perímetro visual cuando escriben “tras escucharse en el pasillo algunos disparos y gritos” porque, situados como están en el centro geométrico del hemiciclo, carecen de visibilidad para afirmar si lo que escuchan ellos sentados en sus sillas está siendo escuchado en el pasillo y tiene allí su origen.
Por eso, debieran haber escrito “tras escucharse procedentes del pasillo algunos disparos y gritos” y a continuación haber insertado cuáles eran los gritos que percibían.
A nuestros cautelosos taquígrafos les faltó reflejar la diversidad de los uniformes, primera señal de la debilidad de los asaltantes para enfrentarse a la adversidad
En la acotación que comentamos, en seguida los taquígrafos vuelven al presente histórico para escribir: “irrumpe en el hemiciclo un número elevado de gente armada y con uniforme de la Guardia Civil”. Y aquí se produce el gran momento en el que optan por la máxima cautela y prefieren poner en cuestión que tienen delante guardias civiles y limitarse a anotar sin más que esa gente armada que ha irrumpido lo ha hecho con armas y con uniforme de ese cuerpo.
Escriben uniforme en singular y, al hacerlo, niegan una realidad significativa por la que se filtraba la primera señal esperanzadora de que el golpe podría fracasar. En efecto, irrumpe un número elevado de gente armada con uniforme, pero, aunque todos vayan en uniforme cada uno lo lleva distinto. Los había con correaje, con anorak, con bota alta, con bota campera, con zapatos, con gorra de visera, con boina o con tricornio.
De esa disparidad dedujo el general Gutiérrez Mellado que no procedían de una unidad orgánica que operase bajo sus mandos naturales, sino que eran una tropa de ocasión con orígenes muy diversos y mandos improvisados a los que, como luego supimos, conocieron al subirse a los autobuses que les trasladaron al Congreso. A nuestros cautelosos taquígrafos les faltó reflejar la diversidad de los uniformes, primera señal de la debilidad de los asaltantes para enfrentarse a la adversidad. Continuará.
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