Al final, el separatismo es un movimiento totalitario. Puigdemont, autoproclamado dictador del mismo, lo ha vuelto a demostrar con las listas y sus integrantes.
Con métodos puramente chequistas, el de Waterloo continúa purgando a los que se han atrevido a desobedecer sus órdenes. Está rabioso y, cuando un personaje con la megalomanía del susodicho se cabrea, vale más apartarse y dejarlo que se estrelle solito. El problema para la neo convergencia es que detrás del tipo con flequillo van todos ellos. Viendo que la cafetera rusa denominada Crida no ha suscitado mayor entusiasmo que una cinta de El Fary en una asamblea de la CUP, el fugado ha presionado para imponer a su gente de confianza como candidatos en europeas, municipales y generales. De entrada, en la cosa europea se ha puesto a él mismo de número uno. Si vols estar ben servit, fes-te tu mateix el llit, refrán catalán calafateado en lo más profundo del individualismo de mi tierra, que significa que, si quieres estar bien servido, mejor que te hagas tú mismo la cama.
Además, Puigdemont lleva muy mal que Esquerra esgrima orgullosamente a Oriol Junqueras como número uno en esas mismas elecciones. ¡Junqueras a mí!, debe haber dicho colorado de indignación y envidia. Hay tanto odio entre ambos, tanta animadversión, tantas ganas de verse el uno al otro completamente destruidos, acabados, en el fango, que es impredecible lo que pueda suceder entre estos dos en un futuro próximo. Y quien dice Puigdemont y Junqueras dice PDeCAT y Esquerra, pues la lucha intestina en el seno del hasta ahora núcleo duro del separatismo será terrible y no habrá prisioneros. Recuerden este dato como aviso: el día que Junqueras decida hacer públicos determinados papeles con los que se hizo durante su paso por Economía, que afectan a nombres importantes de la ex Convergencia no precisamente para bien, el lío gordo se habrá organizado.
La credencial de eurodiputado hay que recogerla en Madrid, capital del Reino de España, y no hay telemática ni niño muerto que valga
Volviendo a las listas, si el cesadísimo presidente de la Generalitat quiere ocupar su escaño en la Eurocámara, si sale elegido, que saldrá, porque siempre hay un roto para un descosido, tendrá un pequeño problema de logística. La credencial de eurodiputado hay que recogerla en Madrid, capital del Reino de España, y no hay telemática ni niño muerto que valga. Otra cosa es la situación de Junqueras, que, estando en territorio nacional, aunque encarcelado, siempre podrá conseguir que algún propio se la entregue en su celda.
Más allá de este duelo entre divas de ópera pasadas de moda, señalemos que la escabechina que nos ocupa ha sido de las que hacen época. Con tal de situar a los presos como cabezas de lista y apartar a personas proclives al diálogo, como el ex diputado en el Congreso Carles Campuzano, víctima de su némesis, la señora Nogueras, los puigdemontianos no han escatimado medios. Neus Munté, que ganó las primarias barcelonesas para ser candidata a la alcaldía, se ha visto alejada por la figura de Joaquim Forn, demostrado que, en materia de primarias, ni estos ni los socialistas ni prácticamente ningún otro partido les concede la menor importancia. Si les he de ser sincero, prefiero aquellos tiempos en los que el mandamás señalaba con su dedo omnipotente al elegido. Era mucho más honesto que esta pantomima de ahora en la que todo el mundo sigue haciendo lo de siempre, pero escudándose en lo políticamente correcto, no sea que los censores de Tuiter vayan a poner falta.
Lo que llama la atención es como el PDeCAT se ha dejado mangonear, porque hasta hace dos días todo parecía indicar que iban a ponerse panza arriba respecto a los deseos del chico de Bélgica. Y uno se pregunta, ¿qué ascendente tiene Puigdemont sobre esta tropa para acabar siempre haciendo su voluntad, aunque todos coincidan que tal cosa los lleva al fracaso más absoluto? ¿De qué poder se vale para seguir ordenando y disponiendo, que autoridad le avala para que nadie se atreva públicamente a decirle que se vaya a hacer puñetas de una vez?
No sé si nos iba a gustar mucho la respuesta, pero lo cierto es que Puigdemont no perdona y sigue mangoneando mucho. Y esas cosas nunca suceden porque sí. Siempre hay una razón, aunque sea fea, oscura, siniestra y temible.