Opinión

A desfilar, a Huesca

Interesa aportar antecedentes para que puedan ser tenidos en cuenta por algunos que inauguran el mundo todas las mañanas, que piensan que la Transición nos tocó en una tómbola e ignoran que Franco había ganado la guerra

En la ciudad de Huesca se aceleran los preparativos para celebrar el sábado 28 de mayo el Día de las Fuerzas Armadas que recupera la Parada Militar, suspendida a causa de las inclemencias pandémicas de la covid, tanto el 30 de mayo del 2020 como el 29 de mayo del 2021. La solemnidad castrense estará presidida por el Rey, a quien corresponde, conforme al artículo 62 h) de la Constitución, “El mando supremo de las Fuerzas Armadas”. El ministerio de Defensa ya ha anticipado que en el desfile participarán más de 2.000 efectivos, 60 aeronaves y 160 vehículos mecanizados. Es decir, un contingente similar al aclamado en Sevilla el 1 de junio de 2019. Con el Ayuntamiento ha quedado definido el itinerario que se iniciará en la calle Santo Cristo de los Milagros, continuará por la avenida de la Paz y Juan XXIII y, tras recorrer la avenida Martínez de Velasco, finalizará en el Hospital Universitario San Jorge. 

Llegados aquí, interesa aportar antecedentes para que puedan ser tenidos en cuenta por algunos que inauguran el mundo todas las mañanas, que piensan que la Transición nos tocó en una tómbola e ignoran pequeños detalles como el de que Franco había ganado la guerra, que sus tropas nacionales habían dejado cautivo y desarmado al ejército rojo, al que por cierto no se había visto combatir por aquí, pero que se mencionaba en el último parte de guerra firmado en Burgos el 1 de abril de 1939 para mayor engrandecimiento de la victoria, presentándola como si hubiera sido lograda en vez de sobre el ejército popular de la República sobre el ejército rojo de Trotsky y el Comunismo Internacional. 

El caso es que, muerto el general superlativo el 20 de noviembre de 1975 era imposible que continuara celebrándose el llamado Desfile de la Victoria, habida cuenta de que dicha victoria no se había alcanzado por los españoles contra los senegaleses sino por hunos españoles contra otros españoles. Es decir, que ese desfile al mismo tiempo era la exaltación en el triunfo de los vencedores y la humillación en la derrota de los vencidos. Pero en este país habíamos emprendido la senda de la reconciliación y la concordia y parecíamos dispuestos a pasar de una victoria sin magnanimidad, que mantuvo en vigor el estado de guerra nueve años más hasta el 7 de abril de 1948, que efectuó 40.000 fusilamientos en ese lapso de tiempo y que alcanzó la cifra de 300.000 encarcelados, como acaba de recordarnos en su libro Qué hacer con las cosas de un pasado sucio José Álvarez Junco. Buscábamos la paz que sólo lograríamos con la Constitución de 1978 liquidando el cainismo de España y la antiEspaña. 

Así que, aún renqueante, el Gobierno de Carlos Arias Navarro, en el Consejo de Ministros del 7 de mayo de 1976 declaró que la festividad de San Fernando del día 30 sería celebrada en adelante como el Día de las Fuerzas Armadas, inaugurando también una nueva denominación para el desfile. Una declaración que disgustó como se vio ese mismo día por la mañana cuando la Capitanía General de Madrid emitió una circular en la que anunciaba como el 30 de mayo se celebraría el tradicional desfile de la Victoria. La divergencia, reveladora de las profundas tensiones institucionales que estaba provocando la cuestión, fue calificada por el ministro de Información, Adolfo Martín Gamero, como “simple falta de concordancia y coordinación”, un intento de excusa que todavía algunos aducen como si fuéramos parvulitos.  

Entonces, sin que ninguna de las partes enfrentadas se desdijera del contenido de sus respectivos comunicados, fuentes próximas a los altos mandos militares admitían que el cambio de denominación estaba en estudio hacía tiempo pero que no sería efectivo hasta que se plasmara en una disposición oficial. Salió también a los medios el 24 de mayo de 1976 el ministro del Ejército, Félix Álvarez Arenas, para declarar a Radio Nacional “que no encontraba ninguna contradicción, que a los españoles les agrada vivir con sus soldados y conocer sus problemas y actividades, pero esto no quitará nunca la realidad de que el Ejército español se acuerde de la victoria lograda contra el comunismo”. Así que en esa confusión se celebró el desfile de aquel año presidido, por primera vez, por el Rey Don Juan Carlos. El 3 de julio de 1976 era designado Adolfo Suárez presidente del Gobierno a propuesta del Consejo del Reino y el 23 de septiembre, después de que dimitiera como vicepresidente primero para asuntos de la Defensa el general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil, en disconformidad con la legalización de los sindicatos, fue nombrado para relevarle el general Manuel Gutiérrez Mellado, quien promovió el Real Decreto 996/1976 de 12 de mayo, por el que se establece el “Día de las Fuerzas Armadas” para que figure entre las fiestas de carácter nacional. Las ciudades elegidas para esa fiesta han ido rotando. En Madrid el desfile se ha celebrado 11 veces; en Barcelona, Sevilla y Coruña tres; en Zaragoza, Valladolid, Almería, Las Palmas y Cartagena dos. Semejante discriminación resulta inaguantable para los indepes de modo que deberá pensarse cuanto antes en otra ronda en Barcelona porque, después de las que tuvieron lugar en 1981, 1989 y 2000, han pasado ya 20 años de carencia. ¿No volvió a jugar en Barcelona la selección nacional de fútbol?, pues ¿a qué se espera para otro desfile?

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